martes, 22 de diciembre de 2009

Hoy te cuento

Cada vez que mi madre me ve llorando se acerca a mí y me pregunta qué me pasa, y yo sólo respondo un ladrido en un último intento de defenderme de algo que llevo dentro. Luego le pido perdón y le digo que comprenda que no tengo ganas de hablar, a lo que me contesta que hablar es bueno... Y yo hablo, hablo aquí, y no sólo aquí, hablo también con todo aquel amigo que quiere escucharme o leerme.

Cada día me enfrento con mis miedos, con mi soledad y con lo que hay dentro de mí, lo que me guardo, lo que no admito, lo que escondo. Intento cerrar las pequeñas grietas para que no se hagan mayores, pero entonces algo sucede: el agua se hace hielo en el interior de una de ellas y me resquebrajo de arriba a abajo. Y siempre es de noche, porque el sol es alegría y motiva la imaginación, pero la noche es para reflexionar y sumirse en los recuerdos. Y los recuerdos duelen y retumban en el interior, y son el hielo de esa grieta interna que no puede acabar de cerrarse.

Hoy voy a intentar ser honesta conmigo, y también contigo. Ya sabes de quién hablo, no hace falta que lo diga. Tampoco hace falta que me leas ni que me digas porque, como decía, escribo para mí. Creo que no me he equivocado, que no he hecho mal, pero sin embargo no puedo dejar de sentirme responsable y culpable. Sabía perfectamente qué hacía en cada momento, en cada oportunidad que te brindé hasta quedar exhausta. Aún me pregunto por qué no pudiste coger ninguna de ese millón, simplemente porque nunca obtuve respuesta. Pese a que nunca quise, aún habiendo acabado, siempre albergué la esperanza lejana de que volvieras, de que me pidieras una tregua para demostrarme que podías ser merecedor de mi regreso. Pero supongo que tú estabas aún más cansado que yo.

Hoy lloro mi fracaso aún sin saber cómo pudiera haber sido éxito, sin ver los errores que pude cometer. Hoy lloro de pena y de dolor porque aún te quiero, porque sabes que lo nuestro fue cansancio, pero no desamor... quizá un amor cambiado por el hastío, pues es evidente que no es igual ahora que ayer. Lloro porque tengo roto el corazón, porque no quiero amar ni ser amada, porque se me gastó todo contigo. Hoy lloro porque te veo usar el tuyo, y me pregunto cómo pude hacer en ti tan poca mella habiéndolo dado todo. Lloro porque tú has salvado tu corazón y tienes ganas de usarlo y yo sólo puedo hacer frente al dolor intentando mirar hacia delante, intentando pasarlo lo mejor posible. Y sin embargo, me paso los días encerrada porque las amistades se alejaron y la diversión no está tan cerca como para poder disfrutarla a diario.

Y sigo llorando, porque la vida no es fácil. Porque ya no puedo pedirte nada, pues lo que me des depende de ti. Porque he sido sucesivamente relegada de posiciones diversas: de novia a amiga, de amiga a amante, y luego ya solo a ex. Porque ahora soy una proscrita sin derechos, pero yo me quiero más que eso y espero que entiendas que quiero estar a la luz. Porque la luz es lo que me hace brillar y recuperar la sonrisa, porque sin luz no soy nada y no quiero estar enterrada y escondida.

Y para terminar sólo te pido que si estas absurdas palabras te han molestado me perdones una vez más. Porque ya sabes que siempre soy yo quien acaba pidiendo perdón aunque no tenga por qué. Siempre he sido así.

viernes, 18 de diciembre de 2009

A buen entendedor...

...pocas palabras bastan.

Así que ya está bien de hacerme la loca y la sueca, porque si hasta ahora no he comprendido ciertos gestos o palabras ha sido porque no quería comprenderlos, no podía aceptarlos.

A partir de ahora, menos vivir en mi mundo y más aceptar lo que hacen y dicen quienes se relacionan conmigo. Toca actuar en consecuencia y quitarse la venda de los ojos.

Al menos se intentará, porque lo que está arraigado dentro de una, siempre perdura durante bastante tiempo, y por el mismo motivo, siempre hay miedo al cambio.

jueves, 17 de diciembre de 2009

¿Qué sabe nadie? Conclusiones y dependencias

Hoy he pasado un dia malo, acompañando al tiempo reinante, aunque creo que voy llegando a conclusiones.

Antes de nada, me gustaría dejar claras varias cosas. Primero, este blog es sobre mí y en él hablo de lo que invade mi cabeza. Siento mucho si hay a gente a quien le parece que me autocompadezco, que intento llamar la atención, que es un ejercicio de vanidad o que lo uso para meterme con el mundo que me rodea. Sinceramente, soy yo quien me conozco y quien sabe por qué escribo lo que escribo. Y lo que escribo es, en la mayoría de los casos, lo que da vueltas en mi cabeza hasta marearme, de tal modo que ordeno mis ideas y así me llega algo de calma, con lo que me es de ayuda. Tampoco pretendo que este blog hable en exclusiva de lo que me agobia, pero llevo un año bastante malo y eso se ve. También es normal que quizá me extienda más en mis problemas (y no en mis alegrías), pero no porque me guste concentrarme en ellos, sino porque analizándolos y llegando a su motivo y a sus componentes es el método más efectivo que conozco para comprenderlos y solucionarlos si es posible, y si no al menos aceptarlos.

Dicho esto, lo que creo bastante importante, prosigo con mis circunstancias. Este año no ha sido mi mejor año, no. Algo ha cambiado en mí, y algo sigue cambiando. Los cambios que puede experimentar una persona suelen ser sutiles, y sin embargo nos damos cuenta ante un fenómeno acontecido concreto, pues es ahí donde se llegan a apreciar. Lo que quiero decir es que tal suceso puede ser como la dosis desencadenante de una alergia: la alergia no es algo que se dé de forma repentina, pero sí se nota de repente, tras una dosis, aunque para ello se haya requerido ponerse en contacto con el alérgeno muchas veces antes de llegar a ella.

Con lo cual, yo prosigo mi camino. Desde fuera no parecerá tal, pero hoy soy una persona más calmada que hace un par de meses (aunque puede ser que fuera por circunstancias específicas que se hubieran dado concatenadas...) y sin duda llevo menos desesperación en mí que hace un año. Por ello he de alegrarme y no dejar que hechos concretos alteren mi desarrollo personal. Si bien en un momento dado éstos pueden hacerme perder el Norte, al poner de nuevo los pies en la tierra, llego a conclusiones a las que no había llegado antes, pese a que estas conclusiones puedan llenarme de resignación o de temores.

Soy una persona dependiente de quienes me rodean, y según el momento y la gente más próxima a mí, de unos más que de otros. Conscientemente no quiero cargar a los demás con mis problemas, mis miedos, mis carencias o mis locuras, porque cada cual ya tiene bastante con lo suyo y porque puede ser que nadie lo haya pedido. Pero inconscientemente lo voy haciendo hasta que sucede que la persona en cuestión se aleja como si rebotara contra una pared o bien entra a formar parte de mi absurda vida. En cualquiera de los casos, yo no soy quién para precipitar una u otra reacción, pues las relaciones (o las interacciones) sociales son siempre cosa de las dos personas implicadas. Es esta dependencia lo que me genera ansiedad e impaciencia, y me doy cuenta que es como si se tratara de cualquier sustancia física. ¿Cómo me enfrento a ella? Muchas veces he intentado dominarla, pero ya se sabe que cuanto más intentas dominar una dependencia, más ansiedad genera, haciéndome así más impaciente y por tanto más dependiente. Quizá no era el momento otras ocasiones en que lo intenté. Muchas veces he deseado aislarme del todo para no "tener" que depender de nadie, o más bien para autoimponerme un tratamiento de choque ficticio, pues en sociedad es imposible aislarse completamente, aparte de que esto podría generaro sacar a relucir otras carencias de mi personalidad.

Y sin embargo, puede que esté llegando mi momento de madurez en que me desprenda de gran parte de esa dependencia agobiante hacia los demás (y que no me permite vivir tranquila). No digo que haya sucedido aún, pero quizá sea la épocal propicia para intentar el esfuerzo que me permita estar sola (o acompañada) sin tener la sensación de estar encerrada en un zulo donde no veo qué hay más allá, con miedo a que no haya nadie ni nada más y por eso intente a toda costa agarrarme al primer brazo que aparece sin tan siquiera preguntar de quién es.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Llega la madrugada

No pensaba ponerme a escribir esta noche, pero al final me hallo envuelta en la paz de la madrugada, haciendo solitarios que me abstraigan del bullir de pensamientos que se produce en mi mente, sin conseguirlo del todo.

Quisiera dormir, pero obviando la parte de justo antes, esa en que mi cabeza echa humo, rememoro el día completo y los asuntos relacionados con él y revivo las sensaciones que todo ello me provoca. Pensar demasiado es lo que acarrea, pero no es algo que yo domine, la cabeza va por libre en estos casos.

Sé exactamente lo que necesito para sentirme mejor, y también sé que no todo está en mi mano. Hace años, o tal vez meses, hubiera deseado pasar el dolor recluida en un cuarto sin ver a nadie y autocompadeciéndome, pero ahora sólo deseo que pase, que pase cuanto antes. Racionalmente, ya pasó, hace tiempo, pero la huella en el iceberg bajo la superficie es un surco profundo que mi mente no asimila y no reconoce. Normalmente asumo toda la culpabilidad para dar paso a proponer una solución. Sin embargo, en este caso, por más que repase mis actos siempre acabo concluyendo que obré correctamente, de acuerdo a como soy y que entonces no podía estar equivocada, no encuentro el error. Si repaso la ecuación y resulta que no me equivoqué al despejar la X, ¿será entonces culpa de la Y? Pero si resulta que la Y no tiene un valor fijo, se comporta según le da la gana, ¿cómo voy a encontrar una solución a esto?

Desesperada y desesperanzada, empiezo a pensar que realmente no conozco a la persona junto a la que estuve 6 años y si me dejo llevar por la paranoia, pienso que me dejé el pellejo y algo más (testimonio material queda un rato) en una relación que uno de los integrantes no tomaba en serio, en la que estaba por inercia, con la que me estaba tomando el pelo o cosas aún más extrañas y surrealistas. Algo dentro de mí se va revolviendo cada vez que observa, como un pez que agoniza y se retuerce en un intento más por respirar. Y eso es lo que, pese a mi paz y mi paciencia externa, va sumando puntos y llega un momento en que no puede más y salta como un resorte, dando un latigazo que devuelve el sabor amargo a mi boca. Entonces mi mente se nubla y ya no soy dueña de mí, porque lo único que percibo es dolor, traición, tomadura de pelo, estupidez,... todo mezclado y a manos llenas, oprimiendo hasta cortar el aire.

Me hace falta sentirme bien en distintos planos, olvidarme y evadirme de todo, sentir que puedo seguir siendo yo y que soy aceptada por otros, sentir que puedo dar parte de mí misma sin tener que lamentar otra traición, sentirme querida y querer, pero no demasiado. Nunca pensé que llegaría a este momento en mi vida, un momento en que puedo decir porque así lo veo que no quisiera volver a darlo todo de mí porque no quiero volver a sentirme engañada.

No existe el karma, no existe la justicia moral ni divina, ni tampoco la vida compensa a nadie porque éste lo merezca. Esto que parece tan obvio a mí me es muy difícil de aceptar, quizá por educación y convicciones que tengo enterradas demasiado dentro. Pero más vale asumirlo y resignarse para que si hay próxima vez no sea tan dura la caída.

Y a los que me leen y están preocupados por mí, decirles que ya hace mucho que pasé página(aunque pueda no parecerlo a veces), pero tiro de un lastre que va por detrás y que pesa demasiado como para que no tenga que pararme de vez en cuando. Dicen que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, y que lo que no te mata te hace más fuerte. Pues yo sigo creciendo, y esta mierda momentánea no hace que ignore mis motivos de alegría (a anteriores entradas me remito, que aunque no me extienda sí que se mencionan) ni que deje de disfrutar mis momentos de contento.

martes, 15 de diciembre de 2009

El juguete roto

Sí, soy yo. En la vida cuando alguien rompe algo lo paga, ya sea con dinero o con alguna otra compensación de acuerdo con la ley. Si alguien me ha roto, ¿no debería asumir la responsabilidad?

O quizá la culpable soy yo, que me he dejado romper.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Puente intenso

Otra vez me planto en las 5 de la mañana, y esta vez no es porque no pueda dormir, pues ni siquiera lo he intentado, sino simplemente porque se me ha ido el santo al cielo. A ver cuándo recuerdo que tendría que intentar dormirme antes de estas horas intempestivas, pues luego no aprovecho el día lo que quiero y podría.

Pese a que en el horizonte sobre Barcelona avistaba nubarrones negros, y de hecho el sábado hubo bastante tempestad (aunque ya venía de un tiempo agresivo en Madrid en los días previos), el domingo al llegar la noche comenzó de nuevo a aparecer el sol que yo llevaba tantos días esperando.

No, no hablaba del clima, pero el paralelismo bien me vale. Respecto a este tema, no está todo despejado ni mucho menos, pero también es perfectamente normal, y el estado es más que aceptable y con buena salud.

Me contrarío yo sola cuando me doy cuenta de cómo me afecta la situación de terceros, cuando resulta que contaba con tener el tema más que superado. Y sí, el tema superado está, claro, pero ¿cómo no va afectarme el ser sustituida en una situación en la que he estado inmersa más de 6 años?, ¿cómo no va afectarme el fracaso de algo por lo que lo di absolutamente todo y que me consumió durante tanto tiempo?, ¿cómo no van a dolerme los agravios comparativos? Es natural, soy humana, y no sólo eso, además soy una persona tremendamente insegura y con carencias afectivas. Es natural. Ves cómo alguien hace por otro (que podrá o no merecerlo, eso no viene al caso) lo que nunca hizo por ti, siendo que lo ansiabas, le querías y por él apostaste todo al mismo número e, inevitablemente, te parte el corazón. Porque no soy de hielo, soy de carne y hueso, y a falta de mayor autoestima, la estima de quienes me importan me vale de apoyo. Duele cuando alguien a quien quisiste trata a un desconocido mejor que te trató a ti, siendo que le diste todo sin ningún reparo.

Todo se supera, tarde o temprano, mejor o peor. No quiero decir con todo esto que yo me sienta mal, aunque el conocer el cambio de situación me afectara más de lo que pensé que iba a hacerlo. Pero la verdad es que estoy bien, aunque los agravios comparativos me reconcoman durante un rato.

Todo esto encadenado con más sucesos me van llevando a darme cuenta de que estoy cansada, hastiada. Estoy harta de ser como soy y que sea tan difícil que se me tenga en cuenta como se merece. Al parecer el karma no existe, es otra mierda más inventada para que las personas abnegadas no se rebelen al ver cómo la vida les suelta un bofetón tras otro.

Así que nada, no puedo cambiar quién soy ni cómo soy, al menos no en esencia, aunque pueda modificar alguna actitud y pueda aprender de algún error. Lo que sí que puedo y voy a hacer (o estoy haciendo) es pensar más en mí misma y en disfrutar de lo que tengo al alcance, en vez de pensar tanto en qué sería lo correcto. Porque lo correcto no siempre es lo que nos han dicho o tenemos asumido, puede ser lo que nos beneficie, siempre que no se dañe a nadie. Lo importante es ser fiel a los principios de uno mismo, o al menos eso es lo que creo.

Como broche final el lunes llegaron los reencuentros, y las sorpresas. Reencuentros con gente a quien quiero, gente que no veía en muchos meses y otros que no veía en años. Reencuentros todos satisfactorios, así que la noche pasó volando.

No quiero tener miedo a vivir ni miedo a equivocarme. No quiero pensar que hay gato encerrado cada vez que algo inesperadamente bueno se cruza en mi camino.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Aguas revueltas

En el agua el reflejo no es muy fiable, porque no sólo influye si está clara o no, sino también el día que hace, el aire que la mueve, si corre o está estancada, si alguien ha tirado una piedra... Por eso no suelo mirarme en ella. Hoy, sin embargo, me he asomado para ver qué veía, pero he acabado totalmente confusa, pues debía estar muy revuelta.

Después de pensarlo durante un rato, al final me he preguntado si realmente ese reflejo tenía o no algo que ver conmigo, pero en el momento, no me hacía más que preguntas. Siendo yo insegura como soy, me pregunto a veces si no debería dejar mis ideas quietas y limitarme a mirarme en un espejo, que al final, es en el único reflejo que podría confiar, al menos relativamente.

Bueno, el caso es que como resultado del reflejo deforme he acabado por no verme ni guapa ni con ninguna cualidad destacable, lo que, sumado a malestares varios por distintas razones que no vienen al caso (o sí, pero que voy a omitir), he acabado llorando amargamente.

Y es que, a veces, uno no puede evitar mirar aún intuyendo que quizá lo que vea no le guste.

PD. Esto no es mas que una mala metáfora que me evita el tener que decir las cosas claras. Gracias por la comprensión.

Primum non nocere

"Lo primero es no dañar", así reza el Juramento Hipocrático que yo convierto en mi juramento de vida. Vale, puede que no sea lo primero en lo que pienso siempre, pero sí cuando aquello que hago implica o puede implicar hacer daño a otros. Otras variantes del mismo tema son "No quieras para los demás lo que no quieres para ti" o la célebre interpretación de la ética kantiana "No hagas a los demás aquello que no quieres que te hagan a ti".

Yo no entiendo mucho del karma, la justicia poética o el castigo divino, máxime cuando estoy en el período más agnóstico de mi existencia, pues poco a poco he ido tomando consciencia de mí y cuanto me rodea mediante el conocimiento de la ciencia. El que haya tenido que renunciar a ser científica no significa que tenga que renunciar también a ser una mujer de ciencias, algo que nadie nunca podrá arrebatarme.

El tema es el de siempre, el del borreguito. Los borreguitos cuando son pequeños se quedan en medio del rebaño para que nada les pueda hacer daño, pero cuando han crecido, siguen quedándose con el resto de ovejas del rebaño, raro es que se separen varios metros. Estoy segura que a los pequeñarras más de una vez se les ocurren ideas cafres de alejarse a explorar o jugar tras un arbusto que son refrenadas por el rebaño, y claro, una vez adultos, si ya son parte del rebaño, raro sería que tuvieran alguna inquietud despierta, pues las ovejas están siempre como adormecidas.

Pues esta borrega que escribe está descubriendo últimamente que quizás sus ideas no son ni tan cafres ni tan extrañas, aunque sigue sintiéndose algo culpable si las sigue, cosa que tendrá que perfeccionar. Es más, quizá después de todo no sea una borrega, no, tampoco una loba, pero hay animales entre medias e igual el problema está en que nunca me he mirado en un espejo para vel cuál es el que llevo dentro.

En cualquier caso, sigo con lo mío, el no hacer daño, pero no porque me asuste, sino porque es una convicción. No me gustan los lobos con piel de cordero, ni los chacales, ni los pumas, pues son potencialmente peligrosos, y el primero además, hace daño sin que te enteres... Pero eso tampoco es razón para que deje de ser fiel a mí misma y a aquello en lo que creo.

Y sí, sufro. Sufro porque una vez más algo bueno me pasó cerca pero no me tocó, y si me tocó fue por un instante nada más, no lo suficiente. Y sufro porque no sé si las heridas están cerradas pero para comprobarlo necesito arrancar algunas tiritas que se habían pegado bien fuerte.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Tirando de mí

Paso ya de los 29 años y aún no entiendo por qué cosas que para los demás son tan simples a mí se me hacen tan cuesta arriba.

Estoy en un momento de mi vida delicado, como tantos otros, pues tampoco es la primera vez. A veces me dan verdaderas ganas de tirar la toalla, pero entre que ésto tampoco es fácil, y que tengo dentro algo que aún no me explico pero que tira de mí para seguir a toda costa, pues continúo mi aventura sobre este mundo, como cualquier hijo de vecino.

No me apetece estar sin hacer nada, pero tampoco me apetece hacer nada. No me apetece dormir (o más bien intentar dormirme es lo que temo), pero tampoco quiero estar despierta. Por supuesto, hablo en general, pues luego están esas pequeñas cosas que hacen que todo cobre sentido por instantes y que estar sobre la Tierra merezca la pena. Tampoco quiero ponerme trágica, cosa a la que tiendo bastante, simplemente expresar la desidia que me invade, el hastío y la monotonía y que, sin embargo, no logro juntar fuerzas para vencer, así que me entrego a ella casi por completo.

Y las "pequeñas cosas" que me dan satisfacción y llenan esos momentos de felicidad es la compañía. Supongo que no sólo es porque disfrute de ella, de socializar, de hacer vida más allá de las fronteras de mi mente, sino también e igual de importante en mi situación, diría yo, porque me distrae del trajín que se sucede bajo mi cráneo y que a veces me es tan sumamente difícil de llevar.

Y si no escribo aquí más a menudo es, simplemente, porque trato de evitar en lo posible estar sola con mis pensamientos, pues temo a esos que se cuelan de vez en cuando y que me hacen sentirme triste y desesperanzada, y no son pocos, que ya sabemos cuánto cabe en una cabeza...

No ha sido una vez, sino varias, las que en mi vida he llegado a lo que yo creía que era un punto sin retorno, y por ello he emprendido una huída, lejos de todo (no tanto, pero bueno), y creo que no sólo porque el entorno me agobiaba hasta asfixiarme, sino también para probarme que soy capaz (aunque siempre con ayudas y amortiguaciones, para qué mentir, el miedo es demasiado como para no cubrirme las espaldas) y para ver, finalmente, que allá donde voy encuentro de todo, exactamente como de todo dejo atrás, de lo bueno y de lo malo.

Tentaciones he tenido de abandonarlo todo, pero no me termina de cuadrar. Me apetece hacer el gran esfuerzo que va a ser para mí acabar lo que empecé (Traducción e Interpretación) e intentar asentarme por fin, para demostrarme que soy perfectamente normal y no un bicho raro, como suelo pensar.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Soy o estoy

Ayer era yo, una llanura desierta y yerma, sin posibilidad alguna de ser aprovechada. Así me gusta pensar en mí, pues al menos tendría algún sentido lo que me pasa, y tendría excusa para resistirme al devenir.

Sin embargo, hoy me descubro como frágil y afectada, y rompo a llorar sin que aparentemente haya suficiente motivo... No estoy asustada por lo que pueda venir a mí, sino más bien me resiento por lo vivido, pues la huella es profunda y aparece cuando menos lo espero, en el recuerdo más inesperado e inocente.

Lo que me asusta es ser capaz de provocar el daño en la gente que está a mi alrededor, ya sean viejos conocidos o amigos recientes.

"Es hora de que pienses en ti", me dicen y me digo. Pero a pesar de ello un sentimiento de culpa me invade, una nostalgia extraña, una confusión aparente que hace que me pierda en una espiral de sentimientos contradictorios donde todo es legítimo y todo es maligno, y de donde no sé salir.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Asidero

Sigo intentando aferrarme a lo bello que toca mi vida, a lo bueno, pero tengo miedo de dejarme llevar por la euforia como siempre hago, y caerme de golpe como tantas otras veces...

jueves, 29 de octubre de 2009

La huída de noche

Cada noche huyo del presente y del pensamiento en el futuro, huyo de mí misma. Necesito evadirme de la realidad de cualquier forma posible, y por eso no duermo. Ojalá durmiera.

Durmiendo escaparía del mundo real para sumergirme en el sueño, no sé si mejor o peor, pero seguro, pues cada mañana (o al menos cada día) uno despierta y ve que ya pasó, que ya acabó, a veces a su pesar. Pero el momento de mayor consciencia de uno mismo es el previo al sueño, el que yo trato de evitar, pues mi realidad hoy por hoy no es la que yo quisiera, la que yo quería ni la que yo quiero. Y el futuro, al menos el futuro inmediato, tampoco es muy alentador.

Quisiera ser más optimista, pero cada vez que me vuelvo optimista, que es mucho más a menudo de lo que puede parecer, acabo de golpe en el suelo y me hago mucho daño.

Al parecer mi problema (uno de ellos) es que soy demasiado sensible tanto a lo bueno como a lo malo, así que me ilusiono enseguida y me dejo llevar por la euforia, pero igualmente me hundo rápidamente cuando llega el jarro de agua fría y me vuelvo pesimista.

Pero todo acaba, tanto la euforia como el pesimismo, es cuestión de tiempo y voluntad para cambiar. Puede tardar más o menos, pero acaba.

Hablar sola

Eso es lo que realmente hago aquí, hablarme a mí misma. Sin embargo, sé que hay gente que lee mis pensamientos. Nunca pretendí ocultarlos, sino compartirlos. Por eso os pido, a aquellos que me leen, que comenten lo que quieran, tanto si es positivo como negativo. Y es que, muchas veces, una echa de menos la conversación, y más cuando pasa por momentos duros, como ahora.

No pretendo ni espero que dejéis ánimos, más bien lo contrario, deseo un contrapunto, una opinión externa, pues en ocasiones una está demasiado ensimismada y olvida cómo era la realidad.

Recuerdo aquellas tardes y noches de botellón en las que debatía con quienes me rodeaban sobre cualquier tema trascendental con el ánimo encendido de quien disfruta del alcohol en buena compañía. Y lo echo de menos. No el alcohol, no, sino el debatir de cualquier tema animadamente, compartir intereses, hablar de lo humano y lo divino como quien bebe agua.

A veces me pregunto cómo he acabado tan sola como me siento. La conclusión depende mucho de mi estado de ánimo. Cuando soy realista, me hago cargo de lo cambiante que es una vida, de que una amistad es cosa de dos, y aunque uno la cultive morirá si el otro deja de regar. Cuando estoy apagada simplemente veo un espejismo de alguien que al parecer ha llegado a resultar odiosa cuando creía ser lo contrario.

Sí, a veces necesito de los demás, por mucho que me cueste y por mucho que me intente aislar para negarme a mí misma que necesite a nadie.

jueves, 22 de octubre de 2009

¿Quién soy?

La mayor parte de mi vida la he pasado bajo la batuta paterna. Padre y madre dirigían mi vida y me orientaban hacia el camino correcto para llegar "adonde yo quisiera". Al irme de casa, intenté buscarme, pero aunque apuntaba maneras, lo cierto es que aún estoy bastante perdida. Y ahora, vuelta a casa de nuevo, aunque esta vez los límites están más expuestos, pues soy más consciente de mí misma.

Pero, ¿quién soy?

Siempre he tenido más o menos claro lo que cualquiera podría esperar de mí ya que era una persona con los pies en la tierra, responsable, con sentido común, ¿madura?, y quizás algo rebelde, pero siempre dentro de unos límites aceptables. Lo normal, quizá, hubiera sido el convertirme en una joven brillante científica, pero en el punto álgido del pastel, o sea, la Selectividad, estaba tan sumamente estresada y agobiada por lo que debía hacer que mi alma y mi ánimo estallaron al unísono y, con el pánico provocado, no pude ir al examen. En cierto modo aquello fue un desafío a mí misma, a la cara que tenían de mí los demás, ya que nadie se lo hubiera podido esperar. Tuve un enorme cargo de conciencia, pero al tiempo era como si me encontrara al borde del abismo y me obligaran a saltar, pensando todos que yo era tan valiente como para tirarme. Al no hacerlo defraudé a los "espectadores", pero también mí misma. Ese gesto, del que nunca me sentí orgullosa, me definió un poco más.

Desde entonces todo ha continuado siendo una búsqueda de mi yo auténtico. Pero yo no podía ser justo lo contrario a lo que me marcaban que fuera, y seguramente lo que tenía marcado tampoco era yo, con lo que la investigación pintaba realmente complicada.

Hoy sigo intentando discernir la silueta que me dice quién soy, confundida entre lo que creen que soy, lo que me dicen que sea, lo que quiero ser... Por eso mis vivencias llegan con retraso, porque nunca antes me di esa oportunidad de buscarme, nunca me pregunté si la que daba la cara era realmente yo.

Hoy me quedan muchas cosas por vivir, sensaciones que antes no me permitía experimentar simplemente porque no era propio de mí o porque ya estaba advertida de que sería un error o un completo fracaso.

Por todo ello, si me veis haciendo algo que os choca, si observáis que pese a mil advertencias voy derecha contra una pared, bienvenidas son todas vuestras opiniones, amigos míos, pero tampoco os extrañe que quiera ser yo quien lo viva en mi propia piel, porque nunca antes me permití experimentar por mí misma, y lo que esas sensaciones me produzcan será lo que me ayude a encontrarme y saber quién soy en realidad.

viernes, 9 de octubre de 2009

La ciencia española no necesita tijeras

Voy con un día de retraso, pero es que me he enterado hoy del tema.

No al recorte de presupuesto para I+D, no a parar el desarrollo de un país, no a que los jóvenes científicos tengan que exiliarse buscando un panorama más acogedor para poder hacer un bien a la humanidad. NO.

Basta de juegos ya, basta de excusas, basta de crisis. Que recorten el ladrillo que es lo que ha causado que estemos así. Y si no, que me dejen a mí la Moncloa, porque ¡¡¡tan mal no puedo hacerlo!!!





martes, 8 de septiembre de 2009

Desolación

Y cuando, pese a los nervios, las inseguridades, los miedos... mi proyecto de futuro iba perfilándose y resultaba atractivo, en sólo tres días todo se desmorona ante mis ojos y no queda nada en pie, nada a lo que agarrarse. Ya sólo quedan mis convicciones y una débil esperanza que dé rienda suelta a mi ilusión.

Ahora, intento evitar que la humedad de mis ojos se convierta en llanto, en ese llanto que es como un diluvio torrencial porque cuando asoma lo hace de golpe, sin avisar y no se interrumpe hasta que se vacía del todo.

Esperemos que todo se vaya arreglando y que, como cualquier temporal, amaine y las nubes se retiren para dejar paso al sol.

Ojalá esto fuera el principio del verano, y no el final.

jueves, 30 de julio de 2009

Agobios

¿Cuál es el mejor método para evitar el agobio? Primero, debería definir lo que es el agobio en sí. Yo lo percibo como esa sensación de sentirse ahogado, con un nudo en la garganta, causada por algo psicológico lo suficientemente fuerte como para que se transforme en físico.

No nos engañemos en este aspecto: nos agobiamos nosotros, no nos agobian los demás. Cada persona actúa de una determinada forma, pero yo puedo agobiarme por algo que al de enfrente se la pela.

Yo me agobio por cosas como el intento de control que puedan ejercer sobre mí mis padres, la indiferencia de quienes me importan, el vacío de un día, la excesiva presión impuesta externamente o por mí, etc.

¿Y qué hago yo para evitar el agobio cuando lo siento? Mi principal objetivo entonces es no pensar, por lo que una siesta viene que ni pintada, igual que quedarme durmiendo incontables horas. Cuando estoy despierta no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de salir, todo me cuesta demasiado trabajo y me siento sin energía. Sin embargo, en muchos casos no basta con esto, ya que entro en una dinámica circular que se retroalimenta, ya que el no hacer nada de provecho y el perder el tiempo de mala manera también son para mí causas de agobio.

El truco es dar pasitos cortos para ir saliendo del círculo, algo que no es difícil cuando las circunstancias externas que percibo como desencadentantes de mi agobio han dado paso a otras que me provocan sensaciones más optimistas. Es bastante más difícil cuando las causas siguen ahí fuera o han dado paso a otras circunstancias que también puedo ver como causantes del mismo estado.

Pero, con tranquilidad, tampoco he sido nunca de las que se dan por vencidas, por mucho que eso signifique darse de hostias contra la pared una y otra vez.

domingo, 19 de julio de 2009

Ánimo

Estoy insegura ante el cambio inminente, tengo miedo, pero es algo normal. Lo que importa es la convicción y no olvidar el porqué y el motivo que me impulsa a seguir.

Tengo miedo no ya por lo que pueda encontrarme, sino por perder la perspectiva de mí misma y de lo que hay alrededor. No quiero dar pasos en falso ni tampoco volver hacia atrás. Necesito tener muy claro adónde quiero llegar y qué he de hacer para conseguirlo. Me niego a que la apatía me pueda.

Será duro, pues es fácil agobiarse, marearse, sentir vértigo y caer.

Ánimo.

jueves, 2 de julio de 2009

Humanidad

El ser humano está mal diseñado. Estamos hechos de forma que lo más fácil es que seamos infelices.

La vida, en teoría, es muy simple: nacer, crecer, emparejarse, reproducirse, y en el caso de las personas, estudiar y trabajar para lograr un dinero que haga posible todo eso. Cuanto menos se piense, mejor, pues quedaríamos plenamente satisfechos con nuestras funciones vitales, tal y como quedan el resto de los animales que están sobre la tierra. Un poco de cariño aquí, algo de comida allá, sexo del bueno y la realización del sueño que no sería otro que tener descendencia.

Sin embargo, no; tuvimos que complicarnos la existencia pensando demasiado, teniendo un cerebro privilegiado con el que dar vueltas al sentido metafísico de nuestra existencia mientras en él quedan grabadas todas nuestras vivencias a fuego, de forma que dan lugar a traumas, complejos, carencias, ideales, sueños, etc. Todo ello nos hará emprender una búsqueda a la que no siempre es posible poner fin, puesto que no siempre hallamos lo que buscamos, y tampoco siempre sabemos qué buscamos.

Lo que es peor de todo ello es que no pasa en un solo individuo, sino en cada uno de la especie, de forma que la interacción entre nosotros resulta muy compleja. Influimos en los demás aunque no queramos, del mismo modo que los demás nos influyen aunque no quieran, y con ello volveríamos al párrafo anterior, el de a qué dan lugar nuestras vivencias. Pero aún se complica más si hablamos de que dos personas se junten. Para ello tiene que haber química entre ellas, ambos tienen que estar muy dispuestos, tienen que ser compatibles en gran multitud de aspectos y además renunciar a parte de su individualidad, puesto que además de ellos mismos, deberán preocuparse del que está al lado suyo y de sus reacciones. Y de nuevo, volvemos al párrafo anterior, porque esto es el cuento de nunca acabar.

Total, que al final, para ser feliz no hace falta gran cosa, siempre que tu mente se conforme, claro.

viernes, 19 de junio de 2009

Colegas

No lo puedo remediar, tengo mucha fe en la gente. Me niego a desconfiar y tiendo a pensar que puedo ver en su interior, que es lo que me muestran. No tengo muchísimos amigos con los que pueda ser uña y carne, eso sí, suficientes son, y muy valiosos. Sin embargo, hay mucha gente que conozco que no entran dentro de esta categoría, pero tampoco los etiquetaría como simples conocidos. Estarían entre medias catalogados como amigos o colegas.

Lo que sí me pasa con estos colegas es que tiendo a considerar nuestra amistad o camaradería más importante y más sincera de lo que ellos pueden considerarla. Sí, creo que yo doy más importancia a nuestra relación que ellos, que para ellos soy más una conocida que una colega, y que si un día dejaran de saber de mí tampoco les perturbaría demasiado.

No es que yo sea una persona con un gran don de gentes o muy comunicativa, pues perfectamente pasan semanas e incluso meses en que no charlo con estos colegas. Pero, al igual que con ciertos amigos, que nos vemos de pascuas a ramos, esto tampoco quiere decir que no me acuerde de ellos o que no sean importantes en mi vida.

Todo ello me da qué pensar. No sé si es que creo demasiado en la gente, que soy demasiado confiada o que valoro cosas que la gente normalmente no hace. En cualquiera de los casos me temo que esto viene a demostrar la importancia que las relaciones humanas tienen para mí.

jueves, 18 de junio de 2009

Mi cojera

Mi nombre lo dice todo: Claudia, del latín claudius que significa cojo/a. Y así voy por el mundo, buscando apoyos por todas partes. A veces me envalentono, pero es todo fachada o, como mucho, un intento de hacerme creer a mí misma que soy capaz, que soy merecedora de llegar a la meta. Bueno, no es que no sea capaz, o no lo merezca, pero eso sí, a los cojos nos cuesta más.

Bueno, en honor a la verdad, más que la cojera, es que para ir a cualquier lado doy un rodeo, me subo en una gran noria que no hace más que girar y girar pero siempre está quieta...

Luego, además, digamos que tampoco es que tenga yo una buena estrella que me guíe. A ver, que sí, que podría estar mucho peor, por descontado, pero es que a mí me gusta mirar a los que están más altos, no a los que están más bajos. Siempre me ha gustado el cielo, volar, las alturas, los sitios privilegiados, vaya.

Y sí, es bueno tener ilusiones, hacer proyectos, pensar y reflexionar... Lo que no es bueno es vivir de ilusiones, hacer castillos en el aire y dar mil vueltas a cualquier tema.

Vamos, que no tengo medida ni mesura, que voy a por todas, que no me sé dosificar. Le sumamos la relativa mala suerte, el que me tropiece cada dos por tres (y a veces con piedras ya conocidas) y que encima soy una eterna insatisfecha (entiéndaseme, que sí que me satisfacen muchas cosas, pero que siempre quiero todo y lo quiero ya), y tenemos como resultado a Claudia, una tía que va por el mundo con cojera, porque no le queda otro remedio.

Pero bueno, coja y todo sigo siendo yo, sigo adelante e intento vivirlo todo, porque en eso consiste y, además, pese a todo, esta coja quejica sigue sintiéndose privilegiada en multitud de ocasiones.


viernes, 12 de junio de 2009

Esas pequeñas cosas

No lo puedo evitar, soy muy susceptible. Lo soy hasta el punto de que cualquier cosa me puede afectar sustancialmente hasta el punto de pasar de un estado de tristeza a alegría y al revés.

Aunque dicho así, parezca que soy bipolar, creo que no tiene nada que ver (además, coño, que ya me lo hubieran diagnosticado hace años...), es simplemente que soy capaz de ponerme triste con algo que me toque, aunque en un principio no parezca muy relevante, o bien tener felicidad para varios días si consigo un pequeño logro que a ojos de cualquiera pudiera ser una minucia.

Pero ¿de qué construimos nuestra vida, a fin de cuentas, si no es de pequeñas cosas? Y una tras otra van dando lugar a algo mayor y decisivo.

lunes, 8 de junio de 2009

Rebeldía

En mi frustración aparece mi vena rebelde que me sugiere cosas como "¿porqué tendría yo que cambiar?, ¿porqué voy a tener que comportarme como el resto?, ¿por qué no voy a poder ser diferente?".

A veces me encuentro pensando que la infelicidad reside en no soportarse uno a sí mismo, y que quizá cuando estoy triste, cuando todo me cuesta un mundo es simplemente el reflejo de que lucho contracorriente conmigo misma y que si me aceptara como soy en vez de estar siempre expectante a las posibles conquistas, tal vez evitaría esos momentos de angustia y melancolía... Pero esto es como un gran galimatías pues, ¿cómo voy a dejar de intentar ser como deseo?

Y aquí la palabra clave es deseo: mientras haya deseos hay esperanza.

No me extraña nada que me salga mi vena rebelde porque si no descansara de mis espirales de vez en cuando, la maraña se haría tan grande que sería imposible de desentrañar.

viernes, 5 de junio de 2009

Rodeada y sola

¿Es normal sentirse sola entre la gente? Sé que no estoy sola, que tengo amigos y familia con la que contar, o al menos quiero creerlo, y, sin embargo, me siento sola tantas veces...

¿Acaso me prestaban poca atención de pequeña? ¿Me daban poco cariño? No recuerdo nada especial que me sugiera que puedo estar muy falta de cariño o de atención, pero bien es cierto que muchas veces necesitaría de gente a mi alrededor pendiente de mí y haciéndome saber lo mucho que me quieren, lo maravillosa que soy y lo afortunados que son de tenerme. O algo así.

Bueno, quizá exagere un pelín, pero no exagero si digo que ahora mismo me siento sola, falta de cariño y de atención. No es un sentimiento nuevo tampoco, pero hay veces que lo tolero mejor que otras.

Me gustaría saber cómo hacer para no necesitar de gente, de verdad. Muchas veces intento convencerme a mí misma de lo bien que estaría sola en el mundo, sin necesitar de nadie, sin deberle nada a nadie, sin tocar ni que me toquen siquiera. Pero ¿a quién quiero engañar?, obviamente a mí, claro, sin conseguirlo.

Supongo que por eso soy antisocial (aunque esta palabra implique aquí una exageración), porque en cuanto alguien se acerca y me roza (en cualquier sentido) quedo supeditada a él, pendiente de ese hilo invisible que querría cortar para no sufrir. Esos hilos están ahí, son los que me hacen ir en uno y otro sentido, sentidos a los que racionalmente trato de oponerme, y por eso el sufrimiento es doble y queda dentro de mí.

lunes, 1 de junio de 2009

Mensaje zen

¿Odio? No, prefiero amor. No me refiero a amor de pareja, sino a todos los tipos de amor.

Si alguna vez tuve la inclinación de odiar siempre pensé que no merecía la pena dedicar tanto esfuerzo a alguien que, sin duda alguna, no merece nada de mí. Por eso, quien no es merecedor de mi cariño se gana simplemente mi indiferencia, pero nunca mi odio (o esa es mi intención). En cualquier caso, lo que sí es bien cierto, es que demasiadas personas tienen mi cariño, simpatía y empatía, o todos ellos a la vez.

Mi corazón no alberga odio, simplemente amor.
Estoy sufriendo, es un hecho. Pese a mi aparente serenidad, e incluso contento, se esconde sólo la pretensión de no querer admitir lo mal que me siento en ciertas ocasiones, cuando recuerdo todo lo que hay a mi alrededor y el malestar me invade.

Busco evasiones, pero en mi búsqueda me tropiezo y acabo por encontrar más problemas que echarme a la espalda.

Qué le voy a hacer, soy una pequeña experta en angustias cuando se llega a un punto de inflexión. Aún tengo que agradecer que esta vez soy más yo, soy más consciente de mí misma, aunque invariablemente mi autoestima no está precisamente alta.

Uno de mis problemas es que no puedo evitar ilusionarme con cada novedad de mi vida, anticipar sobre ella, y luego derrumbarme cuando esas ilusiones no se cumplen, cosa no demasiado rara pues, pese a creer que mis pies están bien atados a la tierra, mi alma es ciertamente soñadora y viajera, y las ilusiones van de su mano. Suelen ser ilusiones inofensivas, simples, pero aún así no quiere decir que el desengaño al respecto no duela. Soy la típica que construye castillos en el aire sin contar con nadie más, me monto mis películas, y no aprendo nunca.

Para superar estas pequeñas contingencias, sólo me queda alrededor la gente a la que aprecio, y por eso cuando un día me fallan debido a más castillos construidos, sufro estos pequeños baches que suman otro obstáculo en mi camino.

Tranquilos todos: no me doy por vencida.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Los hombres

No sé por qué dicen que los hombres son simples y las mujeres complicadas, la verdad. Supongo que esa afirmación la lanzó un hombre al no saber comprender a su pareja, hija, madre u otro familiar femenino.

Los tíos son raros. Dicen que las raras somos las tías, pero simplemente porque vivimos en un mundo dominado por hombres, donde las normas las ponen ellos y nos comparan, obviamente, con ellos, así que no es extraño que seamos raras según su punto de vista.

Por lo que a nosotras, las mujeres, respecta, los raritos son ellos, y voy a poner el mejor ejemplo: el arte de la seducción, el ligar, vamos.

Quién no habrá oído alguna vez a algún tío decir que está harto de ser él quien tiene que llevar siempre la iniciativa, que ya podía haber tías que dieran el primer paso y bla bla bla. O cómo también se ponen a decir que las tías somos rarísimas, que no sabemos lo que queremos, que le damos mil vueltas a las cosas y que encima no hablamos claro.

Ahora bien, sé tú la que da el primer paso, pasa de juegos y dile lo que piensas, et voilà, huirá por patas como alma que lleva el diablo.

Vamos, que no, que no somos nosotras las que hacemos lo contrario de lo que decimos ni mucho menos...

Queridas compañeras de sexo, ¡¡¡va por vosotras!!!

martes, 26 de mayo de 2009

Hoy es hoy

Cada día tengo más claro que quiero volverme a Madrid, y supongo que por eso estoy tan apesadumbrada. Intento centrarme en pensamientos alegres, y debería moverme más: salir a pasear, a patinar, a estar tendida al sol... Sigo igual de perezosa.


Mis diversiones están ahora mismo ausentes, así que me encuentro de cara con los pensamientos crudos sobre lo que he perdido, lo que no tengo, y lo que voy a dejar. Demasiado para hacer frente a todo junto, demasiado.

Espero que baje esta rara melancolía que se está apoderando de mí. Me gustaría poder reflexionar sobre otras cosas en vez de estar todo el rato dando vueltas a lo mismo, o simplemente, no sentirme tan pesimista.

lunes, 25 de mayo de 2009

Ya se fue

Pasó el fin de semana, pasó el desequilibrio hormonal, pasó el bajón y estoy mejor. Sigo nerviosa, pero es mi estado natural.

Debería aprender a tener más paciencia, me iría mejor, pero es que nunca he sabido cómo, la verdad. En esto soy como un bebé que está aprendiendo a andar, solo que claro, son ya 29 años.

Y hablando de otra cosa. ¡A ver si mañana me lanzo a la playa! Ya se me ha ido el moreno y tengo que recuperarlo...

sábado, 23 de mayo de 2009

Recuerdos de lo que nunca tuve

¿Quién decidió por mí que mi vida iba a ser una carrera en vez de un paseo tranquilo? ¿Es eso vivir?

Continuamente intento reinventarme a mí misma, pero temo que sea demasiado tarde. Nunca me entretuve a saborear nada, nunca hasta hoy, y ahora no sé cómo hacerlo. Siempre fui del lema "lo quiero todo y lo quiero ya", dando por sentado todo lo que ya tenía.

Jocosamente digo que soy asocial. La gente se ríe. Sin embargo es cierto, soy bastante asocial. Así que me rodeo de gente parecida a mí, de gente que limita su interacción con los demás.

Quiero recordar un tiempo en el que me divertía, en el que disfrutaba, pero todo pasa por ver el vacío que hay cuando miro a los demás e irremediablemente me comparo con ellos, los envidio. ¿Cuántas veces me he ido de viaje con amigos? ¿Cuántas veces he sido cómplice de locuras? ¿Cuántas veces ha habido en mí un espíritu de grupo y de compartir? Pocas, muy pocas, y siempre acabaron pronto.

Por eso allá donde miro veo cosas que me gustaría tener, de las que me gustaría formar parte: grupos de amigos, viajes, fiestas, disfrute sin más... Luego me miro a mí y pienso que no formo parte de eso y que aunque quisiera no podría, ya que estoy demasiado apocada, soy reacia a la interacción, me da miedo socializar.

¿Quién decidió que yo tenía que ser así? ¿Quién me mintió sobre la realidad? ¿Quién me hizo rígida y acartonada?

Seas quien seas, no te guardo rencor, pero por favor, dime por qué, dame las claves para poder salir de ahí y abandonarme a mí misma...

viernes, 22 de mayo de 2009

Novedades

¿La novedad es buena? Pues depende de cuál sea, claro. Un día la novedad puede ser que estás despedido y al siguiente que te toca la lotería.

Hoy no hay mucha novedad. Quizá lo más significativo es el haberme dado cuenta de mi falta de ilusión pese a lo alegre de mi estado. Bueno, alegre por momentos, porque ahora mismo no puede decirse que esté muy contenta, la verdad.

Tomar consciencia de la situación de uno mismo siempre es duro. Hay veces que estamos tan absortos en nosotros mismos que no nos damos mucha cuenta de la posición que tomamos. Entonces, de repente, nos sorprendemos a nosotros mismos mirándonos desde fuera y preguntando ¿pero este/a soy yo? Pues sí, eres tú. Eres tan tú como lo eras ayer o hace una hora.

Consecuentemente, esta situación dará lugar a una cierta crisis de identidad representada por la pregunta ¿entonces, quién soy yo?, al no habernos reconocido en un cúmulo de acciones que hemos llevado a cabo.

Recordad, siempre somos nosotros, siempre. No vale escoger de entre lo que hacemos para describirnos porque son todas nuestras acciones las que nos definen.

Aclaro, que pese al plural del verbo, hablo de mí y sólo de mí, aunque quizá haya alguien que pueda verse reflejado en mis palabras, ya que, aunque todos y cada uno de nosotros seamos únicos, en realidad no somos tan extraños.

sábado, 16 de mayo de 2009

Huír

Huyo de mí, huyo de los míos, huyo de sentir, huyo del amor...

sábado, 9 de mayo de 2009

Promesas

La ropa es la promesa de lo que hay debajo.

La amistad

Sí, ya sé que puedo estar pesada con este tema, pero es que los amigos de verdad son como para hacerles un monumento y venerarles cada día. No son comunes y tampoco son extraños, y los encuentras cuando menos te lo esperas.

Tengo que dar las gracias a todos mis amigos, amigos y amigas, por si cabía la duda. Da igual que les conociera hace 15 años o hace 15 días, sé que estarán ahí y me querrán siempre.

Yo también os quiero y os correspondo. No os olvido, ni hoy ni nunca.

Y ya está bien de tontuna por hoy, porque me pondré a llorar de la emoción... de la emoción y de las copas de más.

viernes, 8 de mayo de 2009

Niñez

Empiezo a pensar (bueno, en realidad llevo ya bastante tiempo pensándolo) que la niñez fue la etapa más feliz de mi vida.

Si alguien quiere saber lo que es nostalgia o melancolía puede mirar en el diccionario de la RAE, yo no he sentido lo que realmente eran hasta algún momento en que recordando mi niñez me sentí vacía, como si hubiera perdido algo que sé que nunca más encontraré.

Explicar un sentimiento es bastante complicado. Mis recuerdos no son completamente tristes, sino al contrario, son marcadamente alegres, y sin embargo dejan en mí una mezcolanza de alegría y tristeza, un sabor agridulce difícil de entender. Es la alegría por lo vivido y la tristeza por lo perdido, pero no lo extraviado, sino aquello que ha pasado y ya no podrá volver.

Hay quien describe la década de los 80 como la antítesis del buen gusto, el triunfo del materialismo que todos querían, el lujo y la ostentación, la inseguridad callejera, las drogas y el SIDA.

Para mí los 80 son mi niñez, y lo que recuerdo y sé está representado por el inconformismo social, la generalización del bienestar ciudadano, la proliferación de artes y letras, la recién estrenada libertad y, en resumen, el símbolo de que por fin llegaba aquello por los que muchos lucharon y se arriesgaron.

Todo lo que me trae recuerdos de entonces me hace sonreír: la moda que vuelve, la música, los videoclips, las películas clásicas de mi infancia, y en general toda la iconografía que sigue presente y que olvidamos que nació en los 80.

Sí, los 80 tuvieron carácter, no fueron anodinos. Fue la década de mi niñez y en mi mente y en mi corazón tiene un lugar especial.

Y ahora mismo, mientras escribía estas palabras, he localizado el comienzo del final, la lenta agonía del fin de la década y la continua alegría, el lento despertar al sufrimiento de una niña alegre y risueña que ya entonces daba muestras de un fuerte carácter y lo que serían futuras carencias.

Pero, como diría un "amigo mío", esa ya es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Un saludo a todos los que, como yo, disfrutaron su niñez en los 80, o en cualquier otra década "especial".

Momentos propicios

Se nota que envejezco. No, no en el aspecto externo, de momento no, pero sí en las facultades mentales, que merman. Esto obviamente es una exageración, pero bien es verdad que mi memoria no es la que era, supongo que será cosa de no entrenarla.

Uno a veces se pone a pensar tonterías, y otras veces piensa sobre los grandes misterios del universo. Al menos a mí me pasa, ¿soy rara, doctor? Sucede que nunca seré filósofa ni escritora, porque cuando llego a grandes conclusiones y me encuentro cara a cara con la verdad revelada es justo cuando no tengo nada a mano donde tomar una simple nota: en la ducha, conduciendo, caminando, antes justo de dormirme... Alguna vez intenté ir corriendo a por cuaderno y boli, pero en ese preciso instante la inspiración desapareció. ¿Qué se le va a hacer?, no tengo madera.

Así que tendré que limitarme a hablar, como quien dice, del tiempo. Pero bueno, casi mejor que no, porque de meteoróloga tengo más bien poco.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Quien tiene un amigo, tiene un tesoro

Sí, lo sé, es una frase muy trillada y prácticamente nadie se fija en su significado real.

Hay muchos tipos de amigos, tantos como de persona, pero no cabe duda de que un amigo de verdad es algo muy valioso. La gente congenia por misterios de la vida o algo así, aunque digamos que es por afinidad de gustos y caracteres. Luego tú le caes bien a alguien y alguien te cae bien a ti, y si todo va bien ya tienes un amigo para toda la vida.

Todos sabemos quién es amigo y quién no pasa de colega o conocido. Con un amigo quedas tras 2 años sin verte y da igual, parece que fuera ayer la última vez que os vísteis. Tal vez no por la apariencia, pero sí por la complicidad entre tú y él, por la confianza, por el cariño. Un amigo no se olvida, y no es la persona a la que más veas, sino esa persona que sabes que pase lo que pase va a estar ahí por ti. Toleran tus rarezas, tus enfados, tus neuras, porque te conocen y porque te quieren tal y como eres, y eso es impagable.

Pero es que del lado opuesto sucede igual. La relación tiene dos direcciones, y tú le quieres, le aprecias, le aceptas tal y como es aunque algunas cosas te repateen o no las soportes, y estarás ahí por él por los siglos de los siglos.

Porque, ¿qué haríamos sin amigos? Nos hundiríamos en nuestras miserias, nos encontraríamos muy solos, no tendríamos con quién desahogarnos para bien o para mal, no podríamos pagar la mala leche con nadie...

Un amigo no tiene precio.



Dedicado a todos y cada uno (amigos y amigas, que hablo en general) que soportan mis ralladas una y otra vez, y aún me aprecian y me quieren, y me llevan de copas...

martes, 5 de mayo de 2009

Continúo

Aquí estoy otra vez después de un año sin pasarme por aquí. Estoy algo maltrecha, pero alegre dentro de lo que mi situación actual me permite.

Hace seis meses me mudé a vivir sola por primera vez en mi vida, y bueno, la cosa no está yendo mal, sino más bien lo contrario. Disfruto de la soledad y sigo relacionándome con la gente como hasta ahora, con la diferencia de que vivo en la misma playa y a 10-15 minutos del que hasta hace un mes era mi trabajo.

El palo vino hará cosa de un mes, sí. Hará cosa de un mes estrené soltería después de 9 años emparejada, con cierta reticencia y no por voluntad propia (en realidad, acabar una relación después de tiempo nunca es algo divertido), todo hay que decirlo. Unos días después, estrené despido a causa de la tan manida crisis.

Y es que las desgracias, ya sabemos que nunca llegan solas. Pero bueno, hay que verle el lado positivo al asunto, que tampoco es algo trágico aunque sí triste.

Ahora tengo más tiempo para mí, para mis pájaros, para mis hobbies (que he de redescubrir), para mis amigos y para actualizar este blog, que lamentablemente ha pasado más tiempo perdido que atendido.