viernes, 28 de enero de 2011

La Ley Sinde

Deberíamos llamarla Ley Sindecencia más bien, porque los políticos decencia tienen poca, en su mayoría al menos. Vaya por delante que no he revisado ni mucho menos el texto de la ley, pero por lo que he leído en los medios me voy a permitir opinar sobre el tema.

Érase una vez España, los 80, la movida madrileña y los progres disfrutando a tope con Tierno Galván, un señor muy cachondo pero intelectual que quería devolver la cultura a las clases populares. Años después aquellos progres (o parte de ellos) se aburguesaron y tomaron posiciones al frente de la SGAE, en principio llamada Sociedad General de Autores de España, y que en los 90 pasó a llamarse Sociedad General de Autores y Editores, una paradoja nunca antes conocida, pues los editores siempre fueron quienes abusaban de los autores, así que difícil era que se asociaran con ellos.

Haré un pequeño paréntesis para explicar por qué surgió la SGAE. La SGAE se origina como Sociedad de Autores a finales del siglo XIX. Todos o casi todos los artistas (músicos, pintores, escritores, etc.) eran pobres o casi en vida, simplemente porque quienes hacían negocio eran las editoriales, los teatros y otros intermediarios que eran quienes explotaban la obra. A los autores se les prometía siempre una compensación futura por su trabajo por amor al arte, una vez que ya se hubieran hinchado a recoger beneficios gracias a él. Otras veces se pagaba a los autores para que produjeran futuras obras, así que de una forma u otra, éstos eran una suerte de esclavos al servicio de producciones y editoriales, que no solían hacer caso a todo lo acordado (y aún hoy sigue pasando). Para defender sus derechos se fueron asociando y así surgió la Sociedad de Autores, que un siglo después vendría a estar respaldada por la LPI.

Acordémonos de cuando lo que todo el mundo en este país compraba eran discos de vinilo y cintas de audio. Ya entonces se pagaba un canon por cada cinta virgen y por cada grabador. Tus amigos te dejaban las cintas o los discos originales y tú te copiabas la música a una cinta virgen. No había tragedia de ningún tipo, pues la ley española permite la copia privada, siempre que ésta no sea con ánimo de lucro. Nadie protestaba, nadie se llevaba las manos a la cabeza, nadie decía que la cultura estaba en peligro. Por cada fotocopiadora también se pagaba canon. La ley al respecto de fotocopias me temo que es algo más restrictiva, pero aún no ha llegado a mis oídos de nadie a quien hayan multado por sacar un libro de la biblioteca y fotocopiarlo, incluso lo hacen en las copisterías, y en este caso sí que se lucran, claro. Luego se popularizaron los aparatos de vídeo, beta y VHS. Los videocassettes y las cintas vírgenes también llevaban canon. La gente grababa pelis de la tele y no pasaba nada. Cuando llegó el vídeoclub sí que aparecieron las primeras voces de alarma: "¡Los cines van a desaparecer!", decían. Recuerdo gente que tenía aparatos con doble pletina y se grababa las películas en casa. Desaparecieron las sesiones continuas y la mayoría de los cines de barrio. Otros se hicieron multisalas. Pero seguíamos siendo felices y estábamos en paz.

En los 90 a los españoles nos empezó a afectar lo de la era digital. La gente empezaba a sentirse más cómoda con los ordenadores en casa, y en la segunda mitad se empezó a popularizar internet. Las disqueteras dieron paso al CD-ROM por ser un medio físico de mayor durabilidad, y surgieron las redes peer to peer para compartir archivos. Y ahí ya la jodimos. ¿Recordáis Napster? Qué poco pude disfrutarlo yo. Por todo el mundo empezaron a darse voces de alarma, primero por parte de las discográficas y después por parte de las productoras de cine. Algunas televisiones también se unieron, pues no les hacía gracia perder audiencia porque las series ya estaban al alcance de sus espectadores antes de que pudieran comprar los derechos de emisión. Algunas redes de compartición de archivos, como Napster, firmaron acuerdos para hacerse de pago, y otras fueron perseguidas como si los que allí compartían fueran delincuentes peligrosos. Entre tanto, la piratería estaba a pie de calle: los que antes traficaban con armas y droga descubrieron un nuevo filón en discos y DVD de películas a bajo coste, que muchas veces eran basura, pero vete tú luego a encontrar al mantero a quien se la compraste. En nuestro país la polémica no se hizo esperar: la SGAE saltó al mundo de la política para poder sacar así mayor rédito económico, y consiguieron que se gravara con canon discos duros, impresoras, CD y DVD vírgenes. Luego llegaron también otros soportes como los teléfonos móviles, los lápices USB o los reproductores MP3. La diferencia era grande con los cánones anteriores, pues en nuestro ordenador podemos tener material perteneciente a otros autores, pero podemos no tener más que material nuestro propio por el que nadie tendría que pagar un canon de nada. Pero además, si yo pago un canon, eso me legitima para tener una copia privada en mi poder de lo que sea que me hayan prestado, por lo que en buena lógica eso que por parte de el gobierno no se dudó en calificar de piratería (bajar y compartir en redes P2P) era algo legal y completamente legítimo. Sin embargo, no, todo el que hacía esto tendría que estar visto como delincuente y las redes tendrían que desaparecer.

Y por fin llegamos a nuestros días, donde una ministra ha conseguido que una ley a todas luces inconstitucional sea aprobada en el parlamento. Pero, ¿cómo hemos llegado a esto? Pues es bastante fácil, la verdad. Con nuestro querido gobierno se alinean artistas afiliados a la SGAE y que se reparten entre ellos cánones múltiples, ya vendan sus discos, películas y libros, o no. Esta gente quiere seguir manteniendo su estatus, pero es que además, los editores son hoy también miembros de la SGAE, y a éstos les hace bastante pupa si alguien se baja un libro sin su permiso, aunque el ánimo de lucro brille por su ausencia. Lo que me lleva a recordar que ahora se venden libros en formato digital, pero en este país no hay apenas ninguna diferencia de precio final con el que puedas compar en papel, siendo clara la distinta inversión requerida para uno y otro caso. Luego están partidos como CiU y PP que votaron en el Congreso en contra de la ley de marras, pero simplemente por aparentar, por arañar votos. Porque pensemos en los grandes empresarios que sufragan campañas y seguro que hallamos gente que tiene dinero en editoriales, discográficas o distribuidoras, todas ellas afectadas por la ley. Así que nada, luego votan a favor en el Senado, y en paz, todos contentos y aquí no ha pasado nada.

La ley consiste en que cualquier web sospechosa de vulnerar los derechos de autor (LPI) va a poder ser suspendida cautelarmente sin que tenga que intervenir un juez para declarar al responsable culpable. Esto es una vulneración de derechos constitucionales a todas luces, es poner el parche antes que haya herida, lo que también venían haciendo con los cánones de carácter digital por otra parte. Ahora queda esperar que haya alguna asociación de internautas que pueda plantear una demanda y que un juez declare la ley nula, pero entre tanto sufriremos aún más abusos de un lobby muy poderoso y con gran influencia política.

Solución: protegéos, no confiéis en nadie por internet y cuidado dónde y qué os bajáis, pero eso ya lo sabíais todos, porque llevamos años en el punto de mira.

martes, 25 de enero de 2011

La traducción: ¿es una profesión como tal?

(Publicado aquí en origen, sigue este enlace para leer el ensayo, encontrarás Deformación profesional, un blog sobre temas lingüísticos y traducción)

sábado, 22 de enero de 2011

Autoestima

Qué raro y qué cuesta arriba se nos hace a veces un suceso si nos pilla de bajón o a contrapié. Será la luna llena, será que nos ha sentado mal la comida, será un repentino déficit de serotonina... Pero lo que cuenta es que así ha sido, así que se hace una gran bola en la garganta que no podemos tragar y empezamos a agobiarnos sólo de pensar en que se va a quedar ahí haciendo bola, sin ver más allá.

A veces olvidamos (todo el revuelo nos hace olvidar) que somos personas y que esa condición está por encima de cualquier cosa que nos suceda. Somos capaces de superar adversidades, de pensar y racionalizar. Somos merecedores de nuestra dignidad y amor propio y estamos por encima de cualquier acontecimiento que pueda contrariarnos.

El mundo no es en blanco y negro, sino en escala de grises, y eso aplica también a todas las personas que lo pueblan: a los demás y a nosotros mismos. Tal vez no seamos buenos en esto o aquello, o no triunfemos en lo otro, pero siempre hay un motivo por el que cualquier escollo que pueda surgir no podrá llegar a nuestra altura y no deberíamos prestarle más atención de la que requiere ni darle más valor del que tiene. Reservemos nuestra amargura para los momentos que realmente son malos, que hacen que cambie el rumbo de nuestra vida porque nos plantean obstáculos insalvables y hemos de dar un gran rodeo para poder continuar. Y aún así, dediquémosle sólo el tiempo que necesitemos para reponernos, pero ni un minuto más, porque sería un minuto perdido.

Adelante, siempre adelante, y arriba, siempre mirando más allá, que la mosca que hay en la nariz sólo estará ahí un instante, aunque éste sea molesto, así que ¿para qué centrar en ello nuestra vida y perder así la perspectiva general? ¿Para qué recrearnos en esa molestia que quizá hasta podría pasarnos desapercibida?

Ante todo estás tú... y después ya quienes te importan. Y a éstos mejor saber escogerlos, pero bueno, eso va viniendo rodado con el paso de los años... o casi. Dedícate a ti, nunca te olvides de ti, porque eres el centro de tu vida, y nadie merece de ti más que tú.

viernes, 21 de enero de 2011

Universo

A veces me gustaría expandir el universo. Si la vida es lo que veo, quisiera conocer la muerte, en ocasiones no podría hacerme sentir peor...

miércoles, 12 de enero de 2011

Año nuevo

Pasa la Navidad y con ella la pesadilla del agobio familiar, pero también el dulce sabor de las vacaciones. Vacaciones de unas cosas y empacho de otras, y siempre las mismas esperanzas y objetivos parecidos. Tras dos meses sola, vino todo de golpe, pero como digo, siempre hay una de cal y otra de arena. Ignoro deliberadamente determinados pensamientos, y otros intento que se vayan desvaneciendo o al menos, haciéndose más débiles. La ley de Murphy es muy clara, y sucede lo inevitable cuando ya no daba un duro por ello.

Vivo tratando de hacer lo que considero correcto, me gusta ser coherente. Pensaba que generalmente esto pasa muy desapercibido, pero alguien me hizo la observación de que soy una gran persona, una buena persona, que se nota en mis opiniones, en mi forma de pensar. No es esto algo que la gente suela decir, y mucho menos de buenas a primeras, como quien no dice nada. Pero así fue como sucedió. Normalmente, los cumplidos suelen venir en forma de actos y generalmente éstos vienen de gente con la que tienes bastante confianza, con la que has compartido intimidades y te conoce bastante, pero no de esta forma, así no suele ser. De ahí mi desconcierto inicial, aunque de vez en cuando se agradece la frescura, y siempre alienta que te valoren positivamente cuando no hay detrás ningún tipo de interés ni compromiso.

A veces me pregunto qué hay de positivo en ser como soy, si siendo de otra manera conseguiría lo que no puedo conseguir siendo así, pero mi error está en dar por sentado que siendo diferente podría conseguir también lo que ahora tengo. Hay muchas cosas buenas en mi vida, aunque a veces me obsesione con lo que falta en ella.

En otro orden de cosas, no entiendo muchos comportamientos de distinta gente, sus mentes son como puzzles. Creo que podría hacerme antropóloga sólo observándolos e intentando descifrar qué es lo que les mueve. Sobre todo no termino de entender por qué hay quien cree que debe mentir para poder tener lo que quiere. Supongo que no les han enseñado eso de que está mal engañar y valerse de los demás como si no fueran iguales. Sí, vale, es obvio que si anuncias tus intenciones puede que el otro no esté de acuerdo en colaborar... o quizá sí, pero en cualquier caso lo habrás respetado, cosa que considero imprescindible en el trato con los demás.

Puede que últimamente esté muy hastiada de todo. No me apetece dar rodeos, estoy harta de jugar, de miedos, de depositar confianza en quien no la merece, de deseos frustrados e ilusiones venidas a menos. Siento que debo centrarme en mí misma y mis objetivos. No me importa distraerme por el camino, me gusta (y también necesito, ¡¡qué leche!!) disfrutar de amistades, vida social y compañía, pero me canso si tengo que estar adivinando intenciones, interpretando señales contrarias y confusas o teniéndome que andar por las ramas y con pies de plomo. Ese rollo nunca ha ido mucho conmigo, y parece que ahora, que es quizá cuando más puedo dominarlo, mucho menos me apetece.

Siempre he sido consciente al tiempo que inocente, siempre he creído en la bondad innata de los demás, y que por cada hostia posible que pueda darme con alguien hay mucha gente interesante que me perdería si me cerrara en banda. Últimamente, aún manteniendo cierta inocencia (ojo, que tampoco nunca fui caperucita, o al menos no al llegar a cierta edad) noto que me cuesta más creer en las personas. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y quizá el peso de los años y las experiencias vividas hayan engrosado mi piel. Aún así, como el humano es animal de costumbres, me mantengo sincera, directa y transparente, todo en la medida que me permita no ir pillándome los dedos, pues eso es algo que se va aprendiendo también con el tiempo. No podría dejar de ser fiel a mí misma.

Me he fijado ciertos objetivos, como siempre suele hacer la gente a principio de año o al cambiar de rutina. Me gustaría mantenerme más sosegada, ordenar mis ideas y el conjunto de mi vida. Es importante que mantenga buenos hábitos, al menos entresemana, si es que quiero llegar viva y con algo de éxito al verano. Dejemos que estas prioridades queden definidas así, vagamente, pues la inflexibilidad sólo consigue desanimarme y el desánimo nunca es un buen compañero de viaje. Así pues, vuelvo a clase con cierto optimismo tras coger aire, espero que no tarden demasiado en llamarme para empezar a trabajar y mantengo algunas fichas en modo latente hasta que pueda llegar a alcanzarlas y recolocarlas a mi gusto.

Incidente

Érase una mañana de enero que Claudia iba a toda mecha a la universidad, pues no quería llegar tarde al examen que tenía. No era novedad que condujera deprisa o ansiosa, pues muchas veces salía con el tiempo justo o tarde para ir a clase. De temperamento nervioso y fuerte, acostumbraba a correr más de la cuenta e insultar para sí misma a cuanto conductor considerara inútil o que estorbaba. Afortunadamente, daba muestras de más paciencia y tolerancia cuando trataba de tú a tú con las personas. No es que normalmente hiciera bestialidades al volante o fuera conduciendo sin cabeza, se trata de un hervir de sangre, un motor que comparten ciertos conductores, especialmente si se trata de gente nerviosa y temperamental, comportamiento que se acrecenta si el sujeto en sí llega tarde o va justo. En la mañana que nos ocupa, Claudia tenía un examen, y aunque no fuera de los de estudiar, sus nervios son especialmente sensibles a estas situaciones. Todo transcurría con normalidad, o al menos la normalidad propia de su conducción, incluso iba bien de tiempo, hasta que al llegar al campus, aproximándose al aparcamiento, dos coches frenaron y pararon en plena curva a descargar pasajeros. Entonces fue cuando sobrevino la tragedia, propiciada por la ceguera de la histeria y el nerviosismo: Claudia, en vez de parar y esperar, se precipitó al sentido contrario, y al dar la curva un coche venía de frente. El coche paró, cosa que no hizo ella, siguió avanzando como si nada importara, quizá pensando que su coche cabría por el minúsculo hueco que quedaba entre el coche que venía por sentido contrario a ella y el que se hallaba parado en paralelo. Su coche, de hecho, cupo, pero no sin rasparse con el que venía de frente y dejarse así todo su lateral arañado.

Enseguida se dio cuenta de la barbaridad cometida, salió como de un sueño al notar cómo ambos coches chocaban entre sí. A su cabeza le vino "Pero, ¿qué haces, idiota?" y otras de similar categoría, mientras pensaba qué le habría hecho a su coche, al otro y que iba a llegar tarde al examen, justo lo que quería evitar. Se echó a un lado y paró, salió del coche y vio el resultado en su coche: una bonita banda blanca en la carrocería. Antes de dirigirse al otro conductor, que debía hallarse en estado de shock, cogió la carpeta del seguro y su bolso. Se aproximó al otro coche y vio que, por fortuna, tenía bastante menos que el suyo.

—Lo siento mucho— se disculpó, —ha sido culpa mía.
—Ya— contestó el desconocido que conducía el otro coche, en un tono conciliador, —es que no sé qué has hecho... algo que está muy mal.
—Sí, lo sé, lo sé... Es que vengo ahora a un examen y estoy nerviosa y tal, lo siento mucho.

El señor, resultó tener paciencia y no ser un energúmeno de estos que gritan y que más nerviosos ponen, así que Claudia le mostró el recibo de la póliza, le copió los datos y le dio su número de teléfono, asegurándole que podía llamarla en cualquier momento y que ella ya daba el parte de culpabilidad. Él debió notar sus nervios, porque enseguida la instó a irse al examen y además le deseó suerte. Ella le dio las gracias y se fue a aparcar, no sin cierta pesadumbre encima, pensando en mil cosas como el examen, el parte, la gilipollez que acababa de hacer...