miércoles, 16 de diciembre de 2009

Llega la madrugada

No pensaba ponerme a escribir esta noche, pero al final me hallo envuelta en la paz de la madrugada, haciendo solitarios que me abstraigan del bullir de pensamientos que se produce en mi mente, sin conseguirlo del todo.

Quisiera dormir, pero obviando la parte de justo antes, esa en que mi cabeza echa humo, rememoro el día completo y los asuntos relacionados con él y revivo las sensaciones que todo ello me provoca. Pensar demasiado es lo que acarrea, pero no es algo que yo domine, la cabeza va por libre en estos casos.

Sé exactamente lo que necesito para sentirme mejor, y también sé que no todo está en mi mano. Hace años, o tal vez meses, hubiera deseado pasar el dolor recluida en un cuarto sin ver a nadie y autocompadeciéndome, pero ahora sólo deseo que pase, que pase cuanto antes. Racionalmente, ya pasó, hace tiempo, pero la huella en el iceberg bajo la superficie es un surco profundo que mi mente no asimila y no reconoce. Normalmente asumo toda la culpabilidad para dar paso a proponer una solución. Sin embargo, en este caso, por más que repase mis actos siempre acabo concluyendo que obré correctamente, de acuerdo a como soy y que entonces no podía estar equivocada, no encuentro el error. Si repaso la ecuación y resulta que no me equivoqué al despejar la X, ¿será entonces culpa de la Y? Pero si resulta que la Y no tiene un valor fijo, se comporta según le da la gana, ¿cómo voy a encontrar una solución a esto?

Desesperada y desesperanzada, empiezo a pensar que realmente no conozco a la persona junto a la que estuve 6 años y si me dejo llevar por la paranoia, pienso que me dejé el pellejo y algo más (testimonio material queda un rato) en una relación que uno de los integrantes no tomaba en serio, en la que estaba por inercia, con la que me estaba tomando el pelo o cosas aún más extrañas y surrealistas. Algo dentro de mí se va revolviendo cada vez que observa, como un pez que agoniza y se retuerce en un intento más por respirar. Y eso es lo que, pese a mi paz y mi paciencia externa, va sumando puntos y llega un momento en que no puede más y salta como un resorte, dando un latigazo que devuelve el sabor amargo a mi boca. Entonces mi mente se nubla y ya no soy dueña de mí, porque lo único que percibo es dolor, traición, tomadura de pelo, estupidez,... todo mezclado y a manos llenas, oprimiendo hasta cortar el aire.

Me hace falta sentirme bien en distintos planos, olvidarme y evadirme de todo, sentir que puedo seguir siendo yo y que soy aceptada por otros, sentir que puedo dar parte de mí misma sin tener que lamentar otra traición, sentirme querida y querer, pero no demasiado. Nunca pensé que llegaría a este momento en mi vida, un momento en que puedo decir porque así lo veo que no quisiera volver a darlo todo de mí porque no quiero volver a sentirme engañada.

No existe el karma, no existe la justicia moral ni divina, ni tampoco la vida compensa a nadie porque éste lo merezca. Esto que parece tan obvio a mí me es muy difícil de aceptar, quizá por educación y convicciones que tengo enterradas demasiado dentro. Pero más vale asumirlo y resignarse para que si hay próxima vez no sea tan dura la caída.

Y a los que me leen y están preocupados por mí, decirles que ya hace mucho que pasé página(aunque pueda no parecerlo a veces), pero tiro de un lastre que va por detrás y que pesa demasiado como para que no tenga que pararme de vez en cuando. Dicen que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, y que lo que no te mata te hace más fuerte. Pues yo sigo creciendo, y esta mierda momentánea no hace que ignore mis motivos de alegría (a anteriores entradas me remito, que aunque no me extienda sí que se mencionan) ni que deje de disfrutar mis momentos de contento.

No hay comentarios: