jueves, 3 de diciembre de 2009

Primum non nocere

"Lo primero es no dañar", así reza el Juramento Hipocrático que yo convierto en mi juramento de vida. Vale, puede que no sea lo primero en lo que pienso siempre, pero sí cuando aquello que hago implica o puede implicar hacer daño a otros. Otras variantes del mismo tema son "No quieras para los demás lo que no quieres para ti" o la célebre interpretación de la ética kantiana "No hagas a los demás aquello que no quieres que te hagan a ti".

Yo no entiendo mucho del karma, la justicia poética o el castigo divino, máxime cuando estoy en el período más agnóstico de mi existencia, pues poco a poco he ido tomando consciencia de mí y cuanto me rodea mediante el conocimiento de la ciencia. El que haya tenido que renunciar a ser científica no significa que tenga que renunciar también a ser una mujer de ciencias, algo que nadie nunca podrá arrebatarme.

El tema es el de siempre, el del borreguito. Los borreguitos cuando son pequeños se quedan en medio del rebaño para que nada les pueda hacer daño, pero cuando han crecido, siguen quedándose con el resto de ovejas del rebaño, raro es que se separen varios metros. Estoy segura que a los pequeñarras más de una vez se les ocurren ideas cafres de alejarse a explorar o jugar tras un arbusto que son refrenadas por el rebaño, y claro, una vez adultos, si ya son parte del rebaño, raro sería que tuvieran alguna inquietud despierta, pues las ovejas están siempre como adormecidas.

Pues esta borrega que escribe está descubriendo últimamente que quizás sus ideas no son ni tan cafres ni tan extrañas, aunque sigue sintiéndose algo culpable si las sigue, cosa que tendrá que perfeccionar. Es más, quizá después de todo no sea una borrega, no, tampoco una loba, pero hay animales entre medias e igual el problema está en que nunca me he mirado en un espejo para vel cuál es el que llevo dentro.

En cualquier caso, sigo con lo mío, el no hacer daño, pero no porque me asuste, sino porque es una convicción. No me gustan los lobos con piel de cordero, ni los chacales, ni los pumas, pues son potencialmente peligrosos, y el primero además, hace daño sin que te enteres... Pero eso tampoco es razón para que deje de ser fiel a mí misma y a aquello en lo que creo.

Y sí, sufro. Sufro porque una vez más algo bueno me pasó cerca pero no me tocó, y si me tocó fue por un instante nada más, no lo suficiente. Y sufro porque no sé si las heridas están cerradas pero para comprobarlo necesito arrancar algunas tiritas que se habían pegado bien fuerte.

No hay comentarios: