lunes, 9 de abril de 2012

Errores

Dicen que de los errores se aprende, pero también dicen que el hombre es el único animal que tropieza más de una vez con la misma piedra. 

¿Qué dicho lleva razón? Pues yo creo que en realidad ambos. No me voy a meter ahora en teorías filosóficas que hace tiempo que olvidé, pero cualquier animal aprende de dos formas: mediante la observación y mediante ensayo y error. La observación nos lleva al "si no lo veo, no lo creo", y el ensayo y error es eso que todos los niños hacen cuando van creciendo: aunque les digan que no hagan ciertas cosas, su curiosidad infinita puede más que la advertencia de peligro, así que lo hacen y así aprenden. Luego, con la edad al ser humano le pasa que por un lado pierde esa curiosidad de la edad temprana y por otro, que a fuerza de recopilar información durante los años, sabe que no siempre necesita probar algo para inferir si es cierto o no, con la observación le vale o a veces ni eso, aplica pura lógica. Supongo que esto tiene algo que ver con el principio de causalidad, pero yo sólo me acuerdo de que era algo relacionado con la causa y el efecto. Caer varias veces en el mismo error tiene más que ver con la cabezonería humana y el creerse alguien lo suficientemente poderoso para vencer esta causalidad.

Podríamos decir por tanto que el error es necesario para aprender. Sin errores seríamos una suerte de perfección sin vivencias, con lo que tampoco tendría mucho sentido nuestra vida, ¿o sí? A fin de cuentas nuestras vidas son una consecución de experiencias y el mismo método científico sólo reproduce los pasos que sigue cualquier animal cuando aprende (al menos los primeros pasos del método científico): observación, hipótesis y experimentación. Está claro que un perro no va a formular una hipótesis, pero sí es capaz de establacer una relación entre un efecto y un hecho por su mera observación, como también puede aprender que esa relación no era cierta si la comprueba falsa.

Dejándome de líos y de animalitos, todos lamentamos unos errores más que otros. Unos tienen mayor importancia en nuestras vidas que otros, e incluso puede que tengan consecuencias en vidas de terceros ya que, a fin de cuentas, nos hallamos en contacto con el resto de la sociedad e interactuamos con ellos (seguro que cualquiera que lea esto ha sido víctima de algún error ajeno). Por supuesto, cuanta mayor trascendencia le demos al error, más aprendemos de él y más nos cuidamos de no volver a repetirlo. Porque el "todos cometemos errores" es totalmente cierto, pero ello no hace que el error cometido tenga menor importancia. Lo más normal es no martirizarnos con el hecho en sí, guardarlo en un cajón de la memoria para tenerlo presente y que salten las alarmas si una situación es parecida a aquella, y al mismo tiempo dejarlo atrás, pues no es algo agradable de recordar. 

Pero, ¿qué se puede hacer cuando por diversas circunstancias este error no deja de salir a flote? Esto es lo que me pregunto últimamente yo misma. Somos individuos complejos, pese a que algunos den la imagen contraria, pero tenemos mecanismos neuronales que nos sirven para que simplifiquemos nuestra vida en cierto grado. Sin embargo, hay veces que la complejidad nos gana, y es que cuando dos o más individuos ya de por sí complejos interactúan, da la sensación de que la progresión de la complejidad es geométrica en vez de aritmética. Por más que haya buena voluntad conjunta, creo que hay cosas que se incrustan demasiado hondo, y quizá no baste la buena voluntad o el deseo, quizá haga falta más tiempo, o quizá deban intervenir procesos que no estamos acostumbrados a practicar.

Sea como fuere, lo mejor que se puede hacer es dejar atrás sin olvidar y seguir adelante, pues tampoco nadie vive de su pasado. Los errores sirven para aprender de ellos, aprender que no deben repetirse. Recordarlos, a menudo, no sirve para nada excepto para torturarnos y sufrir, e impedir que evolucionemos. Y a veces no es nada fácil, pero hay que intentarlo.