viernes, 19 de junio de 2009

Colegas

No lo puedo remediar, tengo mucha fe en la gente. Me niego a desconfiar y tiendo a pensar que puedo ver en su interior, que es lo que me muestran. No tengo muchísimos amigos con los que pueda ser uña y carne, eso sí, suficientes son, y muy valiosos. Sin embargo, hay mucha gente que conozco que no entran dentro de esta categoría, pero tampoco los etiquetaría como simples conocidos. Estarían entre medias catalogados como amigos o colegas.

Lo que sí me pasa con estos colegas es que tiendo a considerar nuestra amistad o camaradería más importante y más sincera de lo que ellos pueden considerarla. Sí, creo que yo doy más importancia a nuestra relación que ellos, que para ellos soy más una conocida que una colega, y que si un día dejaran de saber de mí tampoco les perturbaría demasiado.

No es que yo sea una persona con un gran don de gentes o muy comunicativa, pues perfectamente pasan semanas e incluso meses en que no charlo con estos colegas. Pero, al igual que con ciertos amigos, que nos vemos de pascuas a ramos, esto tampoco quiere decir que no me acuerde de ellos o que no sean importantes en mi vida.

Todo ello me da qué pensar. No sé si es que creo demasiado en la gente, que soy demasiado confiada o que valoro cosas que la gente normalmente no hace. En cualquiera de los casos me temo que esto viene a demostrar la importancia que las relaciones humanas tienen para mí.

jueves, 18 de junio de 2009

Mi cojera

Mi nombre lo dice todo: Claudia, del latín claudius que significa cojo/a. Y así voy por el mundo, buscando apoyos por todas partes. A veces me envalentono, pero es todo fachada o, como mucho, un intento de hacerme creer a mí misma que soy capaz, que soy merecedora de llegar a la meta. Bueno, no es que no sea capaz, o no lo merezca, pero eso sí, a los cojos nos cuesta más.

Bueno, en honor a la verdad, más que la cojera, es que para ir a cualquier lado doy un rodeo, me subo en una gran noria que no hace más que girar y girar pero siempre está quieta...

Luego, además, digamos que tampoco es que tenga yo una buena estrella que me guíe. A ver, que sí, que podría estar mucho peor, por descontado, pero es que a mí me gusta mirar a los que están más altos, no a los que están más bajos. Siempre me ha gustado el cielo, volar, las alturas, los sitios privilegiados, vaya.

Y sí, es bueno tener ilusiones, hacer proyectos, pensar y reflexionar... Lo que no es bueno es vivir de ilusiones, hacer castillos en el aire y dar mil vueltas a cualquier tema.

Vamos, que no tengo medida ni mesura, que voy a por todas, que no me sé dosificar. Le sumamos la relativa mala suerte, el que me tropiece cada dos por tres (y a veces con piedras ya conocidas) y que encima soy una eterna insatisfecha (entiéndaseme, que sí que me satisfacen muchas cosas, pero que siempre quiero todo y lo quiero ya), y tenemos como resultado a Claudia, una tía que va por el mundo con cojera, porque no le queda otro remedio.

Pero bueno, coja y todo sigo siendo yo, sigo adelante e intento vivirlo todo, porque en eso consiste y, además, pese a todo, esta coja quejica sigue sintiéndose privilegiada en multitud de ocasiones.


viernes, 12 de junio de 2009

Esas pequeñas cosas

No lo puedo evitar, soy muy susceptible. Lo soy hasta el punto de que cualquier cosa me puede afectar sustancialmente hasta el punto de pasar de un estado de tristeza a alegría y al revés.

Aunque dicho así, parezca que soy bipolar, creo que no tiene nada que ver (además, coño, que ya me lo hubieran diagnosticado hace años...), es simplemente que soy capaz de ponerme triste con algo que me toque, aunque en un principio no parezca muy relevante, o bien tener felicidad para varios días si consigo un pequeño logro que a ojos de cualquiera pudiera ser una minucia.

Pero ¿de qué construimos nuestra vida, a fin de cuentas, si no es de pequeñas cosas? Y una tras otra van dando lugar a algo mayor y decisivo.

lunes, 8 de junio de 2009

Rebeldía

En mi frustración aparece mi vena rebelde que me sugiere cosas como "¿porqué tendría yo que cambiar?, ¿porqué voy a tener que comportarme como el resto?, ¿por qué no voy a poder ser diferente?".

A veces me encuentro pensando que la infelicidad reside en no soportarse uno a sí mismo, y que quizá cuando estoy triste, cuando todo me cuesta un mundo es simplemente el reflejo de que lucho contracorriente conmigo misma y que si me aceptara como soy en vez de estar siempre expectante a las posibles conquistas, tal vez evitaría esos momentos de angustia y melancolía... Pero esto es como un gran galimatías pues, ¿cómo voy a dejar de intentar ser como deseo?

Y aquí la palabra clave es deseo: mientras haya deseos hay esperanza.

No me extraña nada que me salga mi vena rebelde porque si no descansara de mis espirales de vez en cuando, la maraña se haría tan grande que sería imposible de desentrañar.

viernes, 5 de junio de 2009

Rodeada y sola

¿Es normal sentirse sola entre la gente? Sé que no estoy sola, que tengo amigos y familia con la que contar, o al menos quiero creerlo, y, sin embargo, me siento sola tantas veces...

¿Acaso me prestaban poca atención de pequeña? ¿Me daban poco cariño? No recuerdo nada especial que me sugiera que puedo estar muy falta de cariño o de atención, pero bien es cierto que muchas veces necesitaría de gente a mi alrededor pendiente de mí y haciéndome saber lo mucho que me quieren, lo maravillosa que soy y lo afortunados que son de tenerme. O algo así.

Bueno, quizá exagere un pelín, pero no exagero si digo que ahora mismo me siento sola, falta de cariño y de atención. No es un sentimiento nuevo tampoco, pero hay veces que lo tolero mejor que otras.

Me gustaría saber cómo hacer para no necesitar de gente, de verdad. Muchas veces intento convencerme a mí misma de lo bien que estaría sola en el mundo, sin necesitar de nadie, sin deberle nada a nadie, sin tocar ni que me toquen siquiera. Pero ¿a quién quiero engañar?, obviamente a mí, claro, sin conseguirlo.

Supongo que por eso soy antisocial (aunque esta palabra implique aquí una exageración), porque en cuanto alguien se acerca y me roza (en cualquier sentido) quedo supeditada a él, pendiente de ese hilo invisible que querría cortar para no sufrir. Esos hilos están ahí, son los que me hacen ir en uno y otro sentido, sentidos a los que racionalmente trato de oponerme, y por eso el sufrimiento es doble y queda dentro de mí.

lunes, 1 de junio de 2009

Mensaje zen

¿Odio? No, prefiero amor. No me refiero a amor de pareja, sino a todos los tipos de amor.

Si alguna vez tuve la inclinación de odiar siempre pensé que no merecía la pena dedicar tanto esfuerzo a alguien que, sin duda alguna, no merece nada de mí. Por eso, quien no es merecedor de mi cariño se gana simplemente mi indiferencia, pero nunca mi odio (o esa es mi intención). En cualquier caso, lo que sí es bien cierto, es que demasiadas personas tienen mi cariño, simpatía y empatía, o todos ellos a la vez.

Mi corazón no alberga odio, simplemente amor.
Estoy sufriendo, es un hecho. Pese a mi aparente serenidad, e incluso contento, se esconde sólo la pretensión de no querer admitir lo mal que me siento en ciertas ocasiones, cuando recuerdo todo lo que hay a mi alrededor y el malestar me invade.

Busco evasiones, pero en mi búsqueda me tropiezo y acabo por encontrar más problemas que echarme a la espalda.

Qué le voy a hacer, soy una pequeña experta en angustias cuando se llega a un punto de inflexión. Aún tengo que agradecer que esta vez soy más yo, soy más consciente de mí misma, aunque invariablemente mi autoestima no está precisamente alta.

Uno de mis problemas es que no puedo evitar ilusionarme con cada novedad de mi vida, anticipar sobre ella, y luego derrumbarme cuando esas ilusiones no se cumplen, cosa no demasiado rara pues, pese a creer que mis pies están bien atados a la tierra, mi alma es ciertamente soñadora y viajera, y las ilusiones van de su mano. Suelen ser ilusiones inofensivas, simples, pero aún así no quiere decir que el desengaño al respecto no duela. Soy la típica que construye castillos en el aire sin contar con nadie más, me monto mis películas, y no aprendo nunca.

Para superar estas pequeñas contingencias, sólo me queda alrededor la gente a la que aprecio, y por eso cuando un día me fallan debido a más castillos construidos, sufro estos pequeños baches que suman otro obstáculo en mi camino.

Tranquilos todos: no me doy por vencida.