miércoles, 20 de abril de 2005

Mi gozo en un pozo

Hoy podría haber tenido un buen día, uno bastante majo al menos. He recogido 2 trabajitos con muy buena nota y la exposición oral en catalán me ha salido decentilla. Pero no. A medio día he ido a cambiar el coche de sitio y no estaba, la grúa había hecho de las suyas. Aún no entiendo cómo no tienen cosas mejores que hacer que ponerse a hurgar en un aparcamiento de estudiantes, que dejan el coche donde pueden por falta de espacio. Sí, estaba aparcado en un paso de cebra, pero ¿desde cuándo se necesitan pasos de peatones en los parkins? ¿Y los que estaban encima de la acera? Coñe, si es que no es un lugar de paso, ni nada, es un aparcamiento de una universidad, no una calle, y sirve exclusivamente a ese fin, porque por allí no hay otra cosa. Me han dicho que algunos de los coches que se han llevado estaban aparcados en plazas de minusválidos. Eso sí que lo entiendo, más que nada porque joder a una persona que necesita esa plaza, que está reservada para ella, es muy fuerte. Pero yo... En fin, que mira qué gran inversión para el dinero que recibí por mi cumpleaños. A veces me mataba a mí misma... y a otros también.

martes, 19 de abril de 2005

Falta de satisfacción

Quién no ha sentido alguna vez que no tiene control alguno sobre su vida, que no es más que un mero espectador. A mí me produce mucha ansiedad pensar en el futuro y el presente raro es el día que me llena. Me gustaría que para algunas cosas el tiempo volara y para otras se ralentizara, sería estupendo. Sin embargo me tengo que conformar con lo que hay y hacer sólo lo que está en mi mano, pues no tengo superpoderes. El control sobre la propia vida no es mucho, pero es suficiente. Cuando intentamos que aumente se nos escapa y es cuando llega la desesperación por no abarcar.

¿Por qué es tan difícil conformarse?

lunes, 18 de abril de 2005

Caperucita pocha

(Algunos recordaréis esta historia, ya que la escribí y publiqué hace cosa de un año. Ahí va de nuevo para que quede aquí).

Caperucita había crecido en su mundo mágico y perfecto. Tras el incidente con la abuelita y el lobo, todos eran amigos, incluso el cazador. Pero Caperucita estaba aburrida de estar cada día llevando la comida a la abuelita, estaba ya muy quemada, y sobre todo pasaba de llevar su capa roja, porque todos se la quedaban mirando y llegó un momento que ya no era plan.

El lobo le había enseñado a Caperucita los secretos del bosque, y por ello ella le estaba eternamente agradecida. Ella conservaba la inocencia de una chiquilla, a todos les parecía adorable. Iba por ahí con un cuerpo de adulto, pero actuando como de niña. Tropezaba en cada piedra que encontraba en el camino, pero decía que por algo había piedras en ese camino, así que iba llena de heridas. Paralela al camino, iba una moderna carretera, pero a ella le gustaba andar, aventurarse por el bosque, no creía en las moderneces de ahora.

Encontró un día Caperucita al lobo en el camino y, como siempre, éste le preguntó si iba a casa de la abuelita. Pero esa vez no, no llevaba cesta, simplemente estaba enamorada de aquél bosque y quería andar por él. El lobo la encontró en un estado lamentable. Como hacía horas y horas que paseaba llevaba los zapatos rotos, no eran apropiados. Su maravilloso pelo estaba enredado de internarse entre zarzas. Tenía arañazos por doquier y la nariz rota por haberse tropezado con un pedrusco y caer sobre otro. El lobo alucinó ante la dantesca imagen, sus tripas se revolvieron y clamó al cielo porque Caperucita, esa chica de buen corazón y mejor humor y dulzura, no merecía sufrir así. Aún así ella no había borrado su estúpida sonrisa de la cara, como si estuviera pintada en un cuadro, y dijo:

- Supongo que no estoy hecha para el bosque, igual que tú tampoco para la ciudad, pero no puedo evitar amarlo.

Una vez más el lobo se sintió frustrado. Caperucita no era buena, era gilipollas y encima masoquista, pero nadie podía cambiarla, así que se limitó a quererla tal como era y curar sus heridas a lametones, como siempre hacía.

domingo, 17 de abril de 2005

Un principio

El mundo es tan grande que nos perdemos en él. Cuando nos toca sufrir, nos perdemos en el sufrimiento y cuando nos toca gozar...

Esa es la sensación que me domina, lo grande que es el mundo y lo solos que estamos, como pequeñas burbujas en un vaso de agua.

Como sé que al mundo le da igual nuestra existencia, intento vivir para mí y de acuerdo conmigo misma, que no es poco. Elecciones que conforman una vida y que deben ser acertadas. Lo serán si sigo mis principios, no me gusta tener que arrepentirme. Si noto un sabor amargo, que no sea causado por mí, y espero que los demás no lo noten por mi causa: ése es mi objetivo para seguir adelante.

La vida tiene malo y tiene bueno, pero dentro de una u otra cosa cabe al menos una elección. Esto es lo que me consuela cuando me desespero.