miércoles, 29 de diciembre de 2010

De todo un poco...

¿Por qué me agobiará tener gente alrededor? Mis momentos de paz son cuando estoy conmigo misma sin hacer nada especial, llevando mi día a día. Nadie me dice dónde poner mis cosas, aunque curiosamente cuando estoy acompañada son los demás quienes más ponen por medio. Creo que es porque a mí me molesta tanto que me impongan el desorden que trato de no imponer el mío a nadie. Vale, he de reconocer que últimamente vivo en un caos y que requiero pensarlo mucho antes de solucionar un mínimo entuerto porque todo requiere para mí un esfuerzo desmedido que no siempre soy capaz de hacer.

Sin embargo, hago vida social y no me agobio, lo paso bien, aunque luego necesite muchas horas para reponerme, aunque esto también es consecuencia de la falta de sueño a la que me someto entresemana, pero creo que poco a poco voy atajando mi falta de disciplina a este respecto. Me encanta trasnochar, no puedo evitarlo, siempre fui un pequeño búho, pero claro, la contrapartida es el cansancio que se arrastra, aparte de los desajustes de horarios y demás desarreglos del sueño. Soy así desde bien canija (aunque de tamaño lo siga siendo).

Es curioso cómo se presenta la vida a veces. No voy a quejarme del momento que vivo, porque si bien no todo me acompaña y aún me encuentro saliendo del cieno en el que estuve, quizá con algunos salpicones que perduran, vivo un momento dulce. Pese a mi caos estoy consiguiendo estudiar con bastante buen resultado, estoy pendiente de que me llamen ya mismo para trabajar, y he conocido a gente estupenda con la que me siento a gusto, que es lo fundamental. Todo esto tras un año en el pozo sin ver a nadie, sin trabajar, sin poder estudiar, únicamente haciendo algún curso en el que raro era el día donde no me sentía ajena al resto. Estoy algo desbordada y siento que me falta el tiempo para todo, pero eso creo que es buena señal, lo prefiero al aburrimiento. Alivia ver cómo no sólo caen hostias, sino que de vez en cuando se abren claros en los nubarrones que dejan ver el sol y el cielo.

Aún estoy saturada y herida. Los pocos amagos para abrirme (al menos en pensamiento lo eran) acabaron revelando engaño y frustración, o al menos una de ambas. La verdad es que no sé muy bien qué imagen doy, qué es lo que atraigo o espanto, o qué aparento querer. Dejémoslo en que soy una persona que trato a los demás con respeto, y eso es lo que espero de los demás cuando tratan conmigo. Mi problema es que no sé qué quiero o puede que ni siquiera esté preparada para saberlo. A veces es muy fácil, notas que algo se te clava, como cuando te tragas una raspa de sardina, y entonces sabes que estás dispuesto a dar un paso o un pasito en alguna dirección, pero en la mayoría de ocasiones depende de lo que cada cual pueda o quiera dar o ceder, o quizá hasta donde desee llegar. Aquí es donde yo digo que no estoy preparada para dar ni ceder y no sé lo que me apetece. Es una situación complicada que hace que dé lo que no debo a quien no lo merece, ceda tarde y a destiempo o simplemente cierre los ojos y me deje llevar por el instinto. Pero, ante todo, intento no herir a nadie, intento ser sincera, pero tampoco quiero amargarme. Es difícil ser sincero cuando uno mismo no sabe qué quiere y es difícil no amargarse cuando intentas no dejarte llevar poniendo límites. Pero así es la vida y así estoy yo, y no siempre uno puede controlar todo milimétricamente previendo las circunstancias y consecuencias. A veces simplemente todo sale del revés, pero no pasa nada mientras sigamos vivos, ¿no?

Una generación

Por fin consigo centrarme un momento para escribirme algo. Hace mucho frío y ya ha pasado la Navidad, casi llegamos al final del año. Esta vez hay presente un pesar, pues faltó alguien a la mesa que no estaba previsto que faltara hasta que sucedió lo inesperado un día de octubre. Tras su infarto cerebral no habla y apenas se mueve, permanece recluida en un centro donde aparentemente la conciencia la visita de vez en cuando. Yo no tengo vergüenza, pues no he ido a verla desde que la transladaron, aunque es verdad que nunca encuentro el tiempo ni el momento. Para la gran fiesta familiar, Nochevieja y Añonuevo (inseparables por decreto) tendremos otra ausencia, la cumpleañera. El día 26 algo no iba bien, así que ha de permanecer ingresada una semana al menos en observación. Espero que la dejen ir, que no sea otro declive repentino y prematuro. Tengo que conseguir una cámara y grabar lo que cuenta, sus vivencias, sus historias, esas que ya no podrá contar junto a su hermana que ya no habla. El nuevo miembro de la familia aún no se sienta a la mesa. La que estuvo ausente ya no podrá conocerlo, pero como ella, otros tampoco. Miro atrás inevitablemente, pues es época de melancolía, y recuerdo aquellas veces donde éramos más de diez sentados a la mesa, yo era una niña y todo era ilusión y alegría, aparte del frío del invierno. Y ni siquiera hay fotos de aquellas cenas de Fin de Año. Ha pasado ya una generación, aunque no sea yo quien haya cerrado el círculo. En Nochevieja habrá dos bebés que no estaban en la pasada, pero faltarán dos mayores, aunque espero que al menos una de ellas pueda estar para la siguiente. Y aún no me ha tocado la lotería, aunque tampoco es que juegue demasiado...

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tiempo y mente

Qué bonito es racionalizar los sentimientos, darse cuenta de que algunos son simplemente obsesiones sin base que los justifique más allá de algo que se nos coló en el subconsciente y nos despertó un raro impulso que aún perdura.

El cerebro debería venir con botones. Con que tuviera un ON/OFF y un DEL ya sería suficiente. A veces sería muy conveniente apagarnos y dejar de pensar en cosas que no nos llevan a ninguna parte que no sea el agobio o el sufrimiento, y otras estaría muy bien el poder borrar y donde hubo personas o situaciones determinadas que sólo quedase un hueco, un vacío similar a la silueta blanca sobre fondo azul que pone el Facebook como foto de perfil antes de que elijas una. Esto, aunque parezca una tontada, simplificaría mucho nuestra existencia, sería más fácil seguir hacia delante y ser felices, o al menos nos ahorraría cierta infelicidad y sufrimiento innecesario.

Pero no, nos tocó una mente privilegiada, nos tocó ser capaces de absolutas maravillas gracias a una extrema sensibilidad para lo bueno y lo malo, y en todos los aspectos. Al final, el sufrimiento también nos moldea como personas, nos da empatía o nos hace ser unos hijos de puta, eso dependiendo del individuo. Nos abre un nuevo abanico de posibilidades. Muchas de las grandes mentes de la historia dejaron patente su agonía, sus obsesiones, su melancolía, igual que otros lo hacían con su alegría y felicidad.

Al final, puede que el evitar el sufrimiento sea el motor de nuestra vida, lo que nos hace seguir al pie del cañón y buscar y preguntarnos, puesto que quien tiene siempre felicidad quizás está tan completo que no necesita moverse y descubrir. Pero esto no deja de ser una simplez que acaba de ocurrírseme, y en realidad la mayor parte del tiempo si estamos incómodos esa misma incomodidad nos bloquea y nos hace tener que pararnos a tomar aire para poder respirar y así quizá poder distanciarnos de nuestra miseria, y ahí es donde volvería a hablar de las bondades de las hipotéticas teclas mentales que debieran existir. Sin embargo, sólo contamos con la ayuda del tiempo, para disfrutar de lo bueno y dejar pasar lo malo.


lunes, 29 de noviembre de 2010

The time is now

El tiempo trancurre deprisa, sin mucha novedad. Salgo, entro, salgo, duermo demasiado, no duermo, como, no como. Todo es desorden y caos, aunque me esfuerzo porque romper la espiral. Saco la mano para agarrarme al primer clavo que vea, pero no distingo ninguno, ninguno que pueda sostenerme al menos. Ilusiones, desencuentros, entretenimiento, culpabilidad, todo acontece demasiado rápido. Estoy a gusto en casa sola, así me veo capaz. Inesperadamente me han surgido amistades que me han acogido como si siempre hubiera estado ahí. Disfruto los momentos y vuelta a mis eternos pensamientos que dan lugar a demasiadas preocupaciones, demasiada culpabilidad. Pero lo importante es que disfruto. Y me ilusiono. Y tengo ganas. Y sigo. Y estoy a gusto. Y quiero.

Y siempre queda ese atisbo de esperanza que cuando hay ganas parece mayor que cuando uno se deja llevar por no tener o ver opciones. Nada es nunca perfecto, de hecho, dista mucho de serlo, pero, ¿y qué? No voy a esperar a que lo sea o a que se aproxime a serlo para poder vivir.

sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Juegas?

La partida de ajedrez se ha quedado a medias porque uno de los contrincantes ha abandonado, no se sabe si momentáneamente o definitivamente, pero tampoco voy a quedarme a averiguarlo. Lo que no sé es si buscar nuevos retos o resignarme, ya que todo son partidas inacabadas, no encuentro contrario que se interese lo suficiente. Pero entonces, ¿para qué cojones sacas el tablero, colega?

Para este viaje no hacían falta alforjas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Me equivoqué

No es extraño equivocarse y ni siquiera lo es que quien se equivoca persista en el error. Muchas veces sufrimos de ceguera, obcecados con nuestras ideas, que van haciendo bola y son intragables. Y aún así seguimos tropenzando con la misma piedra, dándonos de lleno contra la pared, hasta que aquello que era tan obvio para todos se hace visible también para nosotros como si fuera una epifanía. Aprendemos de equivocarnos y poder ver el error, es un método que hasta se usa en ciencias.

Yo estaba equivocada. Con la ilusión de la ingenuidad con la que aun teniendo treinta años sigo viendo el mundo (seguramente porque quiero, porque me niego a verlo desde el ángulo de quien ya está de vuelta de todo) creía que era posible obviar las reglas inherentes a las relaciones humanas, los juegos a los que todos juegan aunque nadie les ponga nombre, y mostrarse tal y como uno es, de forma sincera, desde un principio. "Craso error", me decían algunas voces amigas, "no hagas eso, haz esto otro", me aconsejaban, pero yo estaba dispuesta a demostrar que la gente era suficientemente madura, responsable y humana (por contraposición a lo instintivo y animal) como para poder asumir la verdad tal cual es y llega. No quería hacer el esfuerzo que me suponía cambiar, adoptar el papel del personaje que ocupa el tablero.

Tras varios tropiezos he tenido que rendirme a la evidencia. No trato de decir que la condición de seres instintivos y animales sea mala, ni que igualemnte lo sean así las reglas de los juegos que nos tienen ocupados mientras la vida pasa. Simplemente digo que estaba equivocada, que mi idealismo está bien como idealismo, pero no como filosofía para llevar a la práctica en el día a día. Eso siempre que no quiera recibir un palo tras otro. Porque la ingenuidad y la sinceridad son rasgos de debilidad y en este mundo impera la ley del más fuerte, así que más vale reservarlos para quien ha superado todos los niveles hasta llegar a la meta. Ya es hora de aprender las reglas del juego.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Tarados

No me interesa la gente perfecta, me fascina la imperfección. Me gusta que detrás de cada persona que conozco haya una historia, me gusta conocer esa historia. Cada individuo no sólo queda definido por su personalidad, también por todo lo que ha vivido, por sus filias y sus fobias, por los problemas a los que ha tenido que enfrentarse y ha superado. Esas son las historias que quiero conocer, historias de heroicidades cotidianas, historias que me llenan de admiración y esperanza, historias humanas.

No existen personas planas, desconfío de las que lo parecen, pues intuyo que ocultan algo, su verdadero ser. Todos tenemos nuestras taras, nuestros problemas, nuestras locuras. Unos han tenido que enfrentarse a mucho más que otros, otros han vivido su historia con mucho más dramatismo que unos. Lo que cuenta es el camino recorrido hasta ser quienes son y las personas que esos caminos les han llevado a ser.

Es evidente que no todos merecen ser conocidos, no todos llegan a ser buena gente, no todos merecen la empatía por su sufrimiento y su dolor. Hay quienes superan sus traumas sólo a costa de otros y ellos no tienen mi respeto ni mi admiración, no merecen que yo (cualquiera) les conozca. Porque todos siempre tenemos elección, incluso cuando creemos que no hay salida; y la elección a veces simplemente consiste en valernos de nuestros recursos y salir adelante o salir del paso intentando hundir a los de alrededor. Pero no es de ellos de quienes quería hablar, sino de la gente interesante, de las personas que enriquecen el espíritu al conocerlas.

Todos estamos tarados, todos sufrimos, y es la manera en que cada uno hacemos frente a los distintos problemas que surjen lo que nos hace ser quienes somos y nos enriquece con lo que tenemos para dar al resto de quienes nos rodean. Quiero conocer vuestra historia, quiero saber quiénes sois. Pero no os sintáis vulnerables si llego a hacerlo, porque sólo así podré conoceros y apreciaros por completo, así podré admiraros y sentirme orgullosa de ser amiga vuestra.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mascotas

Adoro a los animales, especialmente a los míos. Mis bichos son todo pájaros, aunque no hablo de los que tengo en la cabeza. Hay quien tiene mascota como quien tiene un juguete o un mueble más, porque es bonito y adorna, porque se lleva, porque mola o porque es guay. Vale, yo no soy una persona totalmente íntegra y perfecta, para qué negarlo: los considero mi posesión, son míos, no son libres. Aún así les doy todo mi amor, pese a que a veces ellos no tengan ganas de recibirlo o no lo comprendan. También está el hecho de que en ocasiones les hago cosas que no les molan ni un pelo, como cogerlos cuando no quieren, limpiarlos cuando pretendían huír, etc.

Siempre he considerado a mis mascotas como parte de mi familia, les he dado todo mi afecto y me he preocupado por ellas como si de hijos se trataran. Actualmente tengo una cotorra argentina, Kiwi, un periquito, Bowie y una carolina, Turba. Sólo Kiwi vive conmigo, pero siempre me acuerdo de los otros dos, les echo de menos, y eso que únicamente Kiwi es capaz de demostrarme su cariño con reciprocidad, supongo que será porque es más lista, pues aunque a Bowie no, a Turba también la crié desde pequeñita. Sin embargo a Bowie le tengo un cariño especial, es un periquito que siempre ha tenido un humor muy bueno y ha sido muy sociable. Lo compré hace seis años de jovencito, y ha pasado por la muerte de su compañera y de un canario con el que llegó a tener una gran relación de amistad, se querían como hermanos. Tras estos baches resultó afectado de una enfermedad de la que tardó casi dos años en salir, estando realmente a punto de morir y teniéndolo yo que medicar cada día. Sus ganas de vivir y mi perseverancia y cariño obraron el milagro. También recuerdo aún cierta vez que le dio un arrechucho teniéndolo yo en las manos limpiándole las plumas. Llegó a parársele el corazón y tuve que hacerle el boca a pico y correr al grifo del agua fría para estimularlo.

Echo tanto de menos a mis bichos que estoy pensando en traérmelos conmigo, porque además de que para mí es bastante duro tener que renunciar a ellos indefinidamente, quien está a su cargo no se merece tal satisfacción. La única pega que tengo ahora mismo es la falta de espacio y la oposición de mi madre a tener más animales en casa. Los quiero como si fueran mi familia, como si fueran mis amigos confidentes, como si fueran pequeños hijitos que dependen de mí.

martes, 2 de noviembre de 2010

Altas expectativas

Mi madre, de niña, me decía que parecía que había nacido para ser rica o para ser reina, lo típico que se dice a un niño que protesta mucho, quiere cosas que no se le pueden dar o no se queda contento con lo que le dan. Para reina no, pero mis padres me educaron como si de una fuera de serie se tratara, llamada a despuntar, destacar en todo. Me educaron para llegar a ser lo que aún no he llegado (ni creo que llegue nunca) a ser, en lo que yo siempre soñé convertirme: válida, independiente, inteligente y excepcional en el campo que escogiera (la ciencia seguramente), sin olvidar ser una buena persona a la par que responsable y recta.

Todo ello me dio un carácter muy rígido, y aunque siempre fui una persona alegre, poco a poco la alegría iba cediendo en favor de una melancolía extraña, como cuando te regalan una camiseta que tienes que ponerte pero que no te es cómoda en absoluto. Cuadriculada, con exceso de responsabilidad pero falta de disciplina a causa de la ansiedad que ello me generaba, aunque como la responsabilidad me podía, incluso frente a cosas que no dependían de mí, ello me generaba también angustia y agobio. Crecía ingenua, pues mis pensamientos y mi concepción de la vida me tenían en un mundo aparte ajeno a la verdad, y siempre creía lo que mis padres o alguien con autoridad me contaban, aunque me estuvieran engañando deliberadamente, lo creía hasta que la verdad era evidente. Me decían que era guapa y me lo creía, me decían que era inteligente y me lo creía. Cuando eres niño eso es muy normal, pero a la larga genera conflictos internos: podían decirme que era capaz de ser la primera de la clase, lo que para mí tenía un doble mensaje, que no estaban satisfechos conmigo y que además yo no me esforzaba lo suficiente (y por eso no llegaba a serlo). El caso es que es cierto que siempre tuve facilidad para los estudios, hasta que mi cabeza bajó la persiana y cerró por vacaciones, las vacaciones que necesitaba tomarse para no prenderse fuego cada vez que me sentaba a estudiar.

A partir de ahí todo fue en picado: yo nunca llegué a ser la persona que deseaba ser, era como una huída de mí misma, una huída hacia delante para no tener que compararme con mi yo del espejo, ese que habían creado y con quien no era capaz de competir. Ya no soy tan rígida, ya no vivo en mi mundo aparte, ya no me creo todo lo que me dice la autoridad o mis padres, ya no soy hiperresponsable (y sigo sin ser disciplinada). Sin embargo, queda ese poso de mí misma, ese complejo de culpa por lo que no me corresponde, esa personalidad ingenua y sumisa al tiempo que rebelde sin causa, queda esa bondad de cordero y ese inconformismo casi pueril. Soy alguien anodino que no ha llegado a ser lo que quería ser y que además ha perdido el rumbo, pero que no se conforma con lo que tiene, que aún conserva ilusiones y que lucha por llegar a ellas por más zancadillas que le pongan y obstáculos encuentre a su paso.

A veces miro atrás esperando ver una proyección de lo que pudiera haber sido de no haberse torcido mi camino, pero aquello era como ir poniendo más pisos a la Torre Inclinada de Pisa: al final hubiera caído de uno u otro modo, o hubiera llegado a ser la persona más friki sobre la tierra (pese a llegar a ser excepcional). No veo la solución, puesto que el otro camino me hubiera llevado igualmente al fracaso, puede que no en lo académico y profesional, pero sí en lo social. No quiero decir que ahora tenga un éxito social rotundo, pero soy una persona con una vida normal en este aspecto: con buenos amigos, que le gusta salir y divertirse, que le encanta hablar y hacer tantas otras cosas en grupo.

Hace pocos años me pasó por la cabeza que tenía esa edad donde uno empieza a hacer balance de los sueños que ha podido cumplir y se da cuenta de que algunos ya no va a cumplirlos. Me pesó, sí, pero a otros no pienso renunciar aún, pues yo sigo paso a paso adelante intentando construir esa persona que quiero ser, queriendo llegar a las metas que me pongo y teniendo ilusiones que siguen renovándose. En ocasiones me encuentro muy cansada para seguir, muy harta de lo que me he encontrado y me sigo encontrando a mi paso, harta de que a veces parezca que todo juega en mi contra y que tengo que escalar una pendiente escarpada y casi vertical. Supongo que todo consiste en variar el ritmo, calmarse, tomar aire, beber agua y reanudar la marcha. Mientras haya formas de llegar hay esperanza, y mientras haya ilusión hay voluntad, aunque haya que ir por el camino largo y dando pasitos de hormiga, lo cual es difícil de asimilar por una cabeza como la mía, donde siempre han estado esas altas expectativas y esas prisas por llegar y demostrar que yo puedo.


sábado, 30 de octubre de 2010

Querer y amar

El otro día hablábamos en clase sobre el amor y las diferencias entre amar y querer. No voy a pegar aquí lo que dice el diccionario porque cualquiera puede consultarlo, pero evidentemente nos referíamos a la acepción de querer que tiene que ver con el amor.

Existen muchos tipos de amor: el amor carnal, el amor espiritual, el amor fraternal, el amor propio, el amor platónico... Amar puede referirse a todos ellos seguramente, pero cuando decimos que alguien ama siempre pensamos en un amor de pareja, un amor puro pero que no sólo implica cariño. Cuando hablamos de querer, sin embargo, se puede querer a una madre, a un amigo, a tu mascota,... y también a la pareja. Para mí no hay ninguna diferencia entre amar y querer a la pareja, es el mismo tipo de amor, ese que si no se siente no se dice porque no se debe bromear ni pronunciar en vano, porque mentir sobre el amor es como traicionarse a uno mismo. Hay quien sí los diferencia, hay quien cuando dice "te quiero" habla de amor fraternal y cuando dice "te amo" habla de un amor completo.

Por desgracia, según mi experiencia social, no hay mucha gente que diga "te quiero" hoy en día, da igual que sea a su familia, a sus amigos, a su pareja, no se dice lo suficiente. Luego existe gente que, para compensar, lo dice demasiado, incluso cuando no lo siente, banalizando por completo su significado y quitándole el sentido a la palabra. Yo creo que el quid está en el contexto, en la situación, porque no es lo mismo dar un abrazo a tu madre y decirle "te quiero" que decirlo tras acostarte con tu novio. Tampoco es igual decírselo a un amigo que se siente solo o a una amiga que se va a casar. En cada momento significa algo distinto, un tipo de amor diferente. No hace falta decirle a tu madre que la quieres como madre, ni a tu amiga que la quieres como amiga, ni a tu novio que le quieres como novio, porque eso está ahí, en los gestos, en el roce, en la convivencia..., no hay por qué inventarle a las palabras nuevas acepciones para especificar algo que ya de por sí viene especificado por el contexto situacional.

Hay gente que no quiere y hay gente que quiere demasiado y quizá demasiado pronto. Hay que darse cuenta que cualquier cariño ya es amor, ya es querer, ya es una prenda invisible que damos al otro y que él puede usar de muy distintas formas. Es un riesgo que hay que asumir, porque en eso consiste nuestra vida, en crear lazos invisibles con quienes nos rodean aunque luego haya quien los vaya cortando o quien los enrede, quien tire hacia sí y quien afloje hasta deshacerlos. En cualquier caso, considero que si una persona nos importa lo suficiente no hay que asustarse de decir a tiempo un "te quiero" por quedarnos al descubierto o por si se lo toma por donde no es, al fin y al cabo vale más el poder llegar a alguien que un posible traspiés, pues ya dicen por ahí que nunca es posible ganar nada si no hay nada que perder, pero sobre todo abrir el corazón a alguien que crees que lo merece suele ser un ejercicio de sinceridad con uno mismo que siempre se ve recompensado cuando notas que ese alguien es feliz de encontrar ahí tu amor y cariño para cuando lo necesite.

martes, 19 de octubre de 2010

Mezquinos

Los hay por todas partes, parece una invasión, pero es que hacen mucho ruido y se dejan ver más que los que no lo son... espero.

Ayer descubrían en Barcelona los cuerpos de una mujer y sus dos hijos muertos hacía días y el sospechoso no es otro que el marido y padre, fugado vete a saber adónde y cuándo. Los motivos importan bien poco, porque, sin entrar en la forma de ser de la mujer, no creo que unos niños hagan nada para ser merecedores de la muerte a manos de un padre. Los motivos estaban sólo en su cabeza, derivados de su propia mezquindad.

Hay quien es mezquino a tiempo parcial y hay quien lo es a tiempo completo, y se puede ser por afición o bien por frustración. Para ser un buen mezquino la regla de oro es dejar a los demás a la altura del betún, pero si es más abajo aún mejor. A algunos les gustaría tanto enterrar bajo tierra que acaban haciéndolo (véase el primer ejemplo). Pero no mezclemos churras con merinas, porque unos sólo atacan verbalmente y otros ponen algo más de su parte, lo que requiere ya un nivel de maestría que únicamente unos pocos elegidos pueden alcanzar. Y cuidado, porque a algunos les ves venir de lejos, se les adivina el pensamiento, se les leen las intenciones en los gestos, pero otros van camuflados y no los verás hasta que sea demasiado tarde.

Ya he tenido varias experiencias con mezquinos, hombres y mujeres de cualquier grupo de edad e indistinta consideración social, y la última ha sido hoy. No la he visto venir, con mis 30 años me han vapuleado como a una alfombra y ya de paso pisoteado un rato, que me vale el mismo símil. Normalmente huyo de dos tipos de personas: las que no van de cara, que ves que tienen algo oculto, y las que van de cara y no me gusta lo que muestran. Quien me la ha jugado no parecía ser del uno ni del otro, así que no creí que tuviera nada que temer ni esconder, pero su interpretación fue de Oscar. Ya había detectado ciertas rarezas o inconsistencias en la manera de tratarme, cómo un día actuaba de una manera y al siguiente era otro, pero todos tenemos lo nuestro y quien diga que no miente. En cualquier caso nada de aquello podía adelantarme lo que ha pasado hoy.

Para satisfacción de los psicoanalistas de baratillo, diré una vez más que soy una persona que me muestro de frente, sin dobleces y si carezco de buenas intenciones no es que las tenga malas, es que no las tengo de ningún tipo. Me porto bien incluso con gente que no conozco, pero es que pienso que así debería ser la gente en general cuando actúa de modo desinteresado. No había tenido mucho roce con él pero me interesaba su amistad porque yo le interesaba y me había tratado bien, o eso creía yo, porque en realidad todo ha resultado ser un montaje de bajo presupuesto pero de grandes recursos artísticos. No me duelen sus ataques sin motivo, no me duele su manera de juzgarme sin apenas conocerme, no me duelen sus mentiras y difamaciones (me indigna, pero no me duele). Me duele sentirme engañada, no haberlo visto venir y su falta de respeto hacia mí (y no creo ser la única digna de ella). Pero supongo que él es así y se comporta de ese modo ruin y mezquino no pocas veces. Ya digo, yo no le di motivos y no sé si todo formaba parte de un meditado plan, pero así sucede con los mezquinos. Cuidáos de ellos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Hoy he comprendido

Hoy he visto la luz y así por fin he comprendido de dónde vienen gran parte de mis problemas con los hombres: de mi padre. Al final, a pesar de todo, Freud no estaba loco de remate, no. Hoy he visto cómo mi padre antepone en sus prioridades a otra mujer que no era yo, su hija, ni tampoco su otra hija, ni la madre de sus hijas (ojalá, pues podría haberlo comprendido), esa mujer es su actual pareja.

Sí, tengo 30 años, pero aún creo que puedo pedir favores y que no es demasiado lo que pido. ¿Cuándo un padre deja de lado su faceta de padre? ¿Cuándo decide que su vida actual vale más que una hija? Estoy bastante confusa, primero por mi edad, segundo por la cantidad de pasta que le cuesto y que quizá me quita mi derecho a pedir un favor (mi conciencia es más grande que yo) y tercero porque creo que lo más que él es capaz con mi hermana y conmigo es repartir dinero, pagar, como sucedáneo del amor y del cariño.

Al mismo tiempo he tenido un dejà vu, pues había cierto paralelismo con situaciones ya vividas en mi vida sentimental, donde mi pareja (o incluso expareja) podía decir sin que le costase un te quiero, podía hacer algunos sacrificios formales en ciertas ocasiones para luego no hacer ninguno emocional, nada que significase un sacrificio real en su modo de vida, un gesto que saliera de dentro si es que éste iba a costarle un desequilibrio interno o ¿quizá alguna regañina posterior? pese a saber y reconocer que hubiera sido lo correcto. Mi padre, sin embargo, reconocer no lo reconocerá nunca.

Sí, no es lo mismo, pero en mi fuero interno según lo procesaba he sentido un puñal, ¿cómo iba cualquiera a sacrificarse si la sangre de mi sangre, el responsable de que hoy viva prefiere un altercado conmigo en vez de una posible (que no segura) incomodidad en su vida? Quizá alguien le calificaría de calzonazos, pero es que yo no he visto a mi padre siendo calzonazos desde que le conozco. Así que es posible, sí, es posible que Freud tuviera razón y que busquemos en la pareja rasgos que nos recuerden a nuestro padre o madre, ya que hoy la asociación de ideas, de momentos en mi cabeza ha sido muy clara y muy amarga.

martes, 5 de octubre de 2010

Víctima del tiempo

Una vez más, el otoño, y con él menos luz, menor temperatura, tiempo inestable... Es como si llevara las nubes dentro de mi cerebro y mi corazón. Hasta ayer, apenas era una sensación que me rondaba, una pesadumbre en el ambiente, como quien despierta en un día agobiante por el bochorno. Ayer se transformó. Las nubes negras del cielo amenazaban lluvia y el aire hablaba de la nueva estación. Mi cabeza parecía una centrifugadora y mi corazón estaba comprimido sin poder bombear bien. Entonces me di cuenta que mi otoño había llegado para poner freno a mi ilusión, para hacer de mi día a día una pendiente escarpada donde me tendré que agarrar con empeño para no caer rodando por ella y hundirme una vez más.

Mi maquinaria se paró el jueves pasado y, bueno, siempre me ha costado ponerme a rodar, mucho más si ha llegado el agobiante otoño, que espera un desliz para atacar y llevarte consigo, con su frío, con su oscuridad, para vencerte y dejarte fuera de combate. Además cómo será que cuando te encuentras bien te centras en todo lo que te favorece, y lo que no pasa a un segundo plano, te vuelves optimista, pero cuando estás mal lo bueno es lo que pasa a un segundo plano y comienzas a sentir el asedio de los mismos problemas que tenías antes, pero que estaban ahí detrás dejando delante aquello que te favorecía y te sonreía.

Así es como soy hoy una víctima del tiempo de otoño, de la lluvia, del frío, del viento, de las nubes negras, de todo aquello que te invita a quedarte en casa agazapado bajo una manta y a no querer encarar lo que tienes justo delante.

lunes, 4 de octubre de 2010

Respeto y relaciones sociales varias

Creo que elijo mal a un determinado sector de gente con la que me junto. Trato con respeto a todo aquel con quien me relaciono, pero muchas veces no obtengo a cambio ese mismo respeto que doy. A determinados elementos debería despreciarlos al primer indicio, pero tengo debilidad por los puzzles humanos, aunque al final lo único que consigo es que me lleven los demonios, maldecir al capullo y maldecirme a mí misma. ¿Tan difícil es tratar al resto con un mínimo de respeto, aunque no te importen una mierda? Yo creo que no, la verdad. El respeto es básico, y sin embargo, hay quienes lo niegan a gente con la que interactúan, con la que tienen o han tenido cierta relación... Bueno, tampoco es nuevo que yo ofrezca más de lo que recibo, la verdad, forma una singular parte de mi modo de ser.

Vayamos a ejemplos un poco más específicos. ¿Es normal pedirle apuntes a un compañero, aunque anteriormente no hubieras tratado con él, para luego proseguir como si jamás le hubieras hablado, negándole el saludo? ¿Es normal quizá acostarse con alguien y luego tratarle como si apenas le hubieras saludado alguna vez? ¿Es normal tener conversaciones íntimas y distendidas con alguien y que luego no te coja el teléfono o no responda tus llamadas? Por desgracia, me temo que es más normal, en cuanto a corriente, de lo que debería ser, aunque yo creo que lo más adecuado sería respetar lo suficiente a esa persona como para seguir saludándola ahora que la conoces, hablarla como hasta entonces o más después de haber intimado, y que poco a poco surja una amistad si es que conversáis de un modo tan cómodo. Qué voy a contar yo, que a veces me apetece aislarme de todo lo que me rodea como quien se deja hundir en un mullido sofá y que, sin embargo, cuando me decido a hablar o me cruzo con quien hace tiempo que no hablaba es como si el lapso de tiempo en que no hemos tenido contacto desapareciera.

A mí no me gusta que me traten como a una naranja con la que hacen malabares y finalmente le exprimen el zumo, para tirar su cáscara pues ya han sacado de ella lo que querían (creo que a nadie). Y hablando con amigos y amigas sé que aquí la rara no soy yo, sé que normalmente la gente interacciona y trata con dignidad al de enfrente, aunque lo que para él prime sea sacar cierto beneficio (apuntes, sexo, diversión, etc.), pues no olvidemos que todos somos igual de personas y merecemos el mismo respeto... siempre que estemos respetando.

A fin de cuentas, ¿qué son los amigos? Vale, sí, los amigos son mucho más, porque nos importan, porque les queremos, pero de todas formas sacamos provecho de las amistades en una u otra época y cuando no es un provecho sustancial, siempre nos dan su compañía y apoyo, como nosotros a ellos, porque eso es la amistad.

Pues bien, a ver si dejo ya de dar, dar, dar para luego recibir mucho menos o nada, o justo lo contrario a lo que necesito. Todos necesitamos cierta atención, ¿o no? Y entonces por qué habrá gente que la reciba y no la devuelva... Quizá el egoísmo, quizá un concepto equivocado del mundo, quizá falta de interés, quizá insuficiente implicación y respeto, quizá que les han abducido los extraterrestres, quizá es que padezcan Asperger... Muchos quizás y muchos puzzles por resolver, y cada vez menos ganas de hacerlo cuando la situación se va repitiendo en el tiempo. Para eso, casi mejor no gastar energía ni tiempo en quien no lo merece, dado que no da por mí lo que yo sí por él, ¿o no?

domingo, 3 de octubre de 2010

Exceso de responsabilidad

Por qué no podré sentirme simplemente feliz, por qué tendré que darle tantas vueltas a todo, me pregunto. Y es que, que tu formación valga una pasta gansa causa dolor de estómago. A ver, no es que si no costara tanto fuera a tomármelo a guasa o algo, pero que valga la pasta que vale, primero, me da cien patadas cuando hay mejores cosas que hacer con el dinero, sobre todo cuando una no cree en la enseñanza privada habiéndola pública (donde no aceptan traslados de expediente debido a la instauración de los nuevos planes de estudio, todo son facilidades para estudiar como se ve), y segundo, una intenta valerse por si misma en este mundo y al final lo único que adquiere son deudas y más deudas. Sumemos mi complejo de culpabilidad permanente por todo, tenga o no yo culpa de algo y tenemos un cóctel que causa bastante resaca y da un buen dolor de cabeza.

Pero veamos, en realidad, yo lo único que quiero es acabar de una vez mi formación universitaria y poner mi vida en buen rumbo. Es todo tan difícil, o quizá yo hago que lo sea, quién sabe, o que pienso demasiado, que eso también puede ser, o un poquito de todo. Siempre me queda dentro el resquemor de y si sería mejor tomar la otra opción, el otro camino. En este caso, ¿y si fuera mejor seguir en Barcelona, en la pública? Para mi currículum seguramente sería mejor, para el bolsillo, más o menos igual porque lo que se va en Madrid en formación se iría en Barcelona en alquiler y gastos, pero, ay, creo que para mi salud mental sería bastante nefasto. Me siento aún muy blandita y necesito abrigo. Sé que en Barcelona tengo abrigo de mucha gente e incluso puede que más libertad, pero por contra seguiría torturándome la idea de no ser capaz de autofinanciarme, y tendría que vivir día tras día con mi pasado, cosa de la que hoy día no sé si saldría muy airosa.

Así que la suerte está echada. Una vez más quise ir hacia delante y fue demasiado para mí, así que di un pasito hacia atrás, donde sé que hay tierra firme. Espero no defraudarme, pues soy quien más espera de mí, espero tener un poquito de suerte, por toda la que me faltó en el curso pasado, espero seguir teniendo momentos de felicidad como los que he tenido en estos últimos meses, pues ellos son los que me hacen sentir bien y seguir adelante. Paciencia para ir paso a paso y no a saltos es la que generalmente me falta, la incertidumbre me tortura y acabo desquiciada. Últimamente he logrado dominarme en este aspecto, o mejor dicho asumir que todo lleva un proceso que hay que seguir y que no hay ningún árbol que dé frutos recién sembrado. Pero mi tendencia natural es la que es y se hace difícil evolucionar, aunque un pie detrás de otro, quizá llegue a conseguirlo.

martes, 21 de septiembre de 2010

Culto a los muertos

Desde niña me han dado mal rollo los cementerios. Aparte de toda la mitología popular que pueda estar relacionada con esos lugares, son sitios lúgubres y tristes. Los entierros no se caracterizan precisamente por la alegría, no, perder a alguien nunca es divertido, y haberlo velado durante un par de días tampoco es que dé mucha euforia.

Todos recordamos a nuestros muertos por una cosa o por otra, un día u otro, en cualquier momento, pero enterrar un cadáver casi encierra cierto masoquismo. Ya se pasa bastante mal echando al ser querido en falta, pero además de todo, vuelve una vez al año al cementerio a recordar esos días tan malos que siguieron a su muerte, a limpiar la lápida, a poner flores y a ver por allí a todo el mundo haciendo lo mismo. ¿Acaso estamos locos? Sí, yo ya sé que el culto a los muertos se viene haciendo desde la Prehistoria, desde los primeros homínidos, pero entonces también tenían muchas otras costumbres que han ido desapareciendo...

Últimamente, por el tema práctico, cada vez tiene más importancia la cremación. Desde luego, esparcir cenizas de un ser querido en una ceremonia íntima (tan íntima como que puede estar una sola persona) lo veo bastante más entrañable y esperanzador que sepultar un cuerpo, pero es que además el devolver esas cenizas a la naturaleza sin más artificio tiene bastante de simbólico. Sí, ya sé que enterrando un cuerpo también se devuelve a la naturaleza, pero ahí queda la lápida de permanente testigo, haciendo imposible que alguien pueda olvidar que bajo ese trozo de tierra están los restos de lo que un día fue una persona. Francamente, prefiero las fotografías. Ya dicen por ahí que mejor recordar a las personas cuando estaban vivas en vez de muertas...

Dejando todo esto a un lado, que ya es bastante, tenemos el tema económico, pues ya se sabe que de todo hay que sacar dinero y de todo hay que lucrarse. A saber: féretros de maderas nobles y forrados en fibras naturales, lápidas de granito y mármol, coche fúnebre, flores y más flores, esquelas, recordatorios, habitación en el tanatorio, etc. El funeral también, claro, que aquí cobran hasta por respirar si te descuidas, y no precisamente poco. El que no quiere gastarse el dinero en un funeral y entierro o cremación medio decente pues es que es un ruin y un mezquino, porque poner un ataúd de contrachapado es cutre y echar al muerto a una fosa común ni te digo. Y yo pienso entonces: ¿Acaso el muerto va a sentirse mejor entre seda que entre aglomerado? ¿Va a ver las flores que le llegan? ¿Va a leer las esquelas? ¿Es que el morir es un acontecimiento tan maravilloso que hay que publicarlo en el periódico para compartirlo con el mundo? La respuesta es que todo se hace por pura costumbre y de cara a la galería, a los demás, cuando realmente los familiares que pagan el sepelio por lo que menos quieren estar es por echar cuentas, pero bueno. Hace años solía creer que la cremación costaba menos que el entierro, pero estaba totalmente equivocada. Eso sí, no hay lápida que mantener y el culto al muerto acaba el día en que lo devuelves a la tierra (o al mar, o a donde sea).

Lo que yo más disculpo es el velatorio, en el que, por cierto, ni tendría por qué estar el cadáver presente, y el funeral. La tradición viene de cuando se velaba el cuerpo de un fallecido durante algunos días en su casa para asegurarse de que efectivamente estaba muerto, pues la medicina dejaba bastante que desear. Por supuesto, no iban a dejar a la familia cercana sola con el marrón y hecha polvo, así que recibían visitas y pésames de todos los seres queridos entre tanto, que además así les daban su apoyo. Hoy en día la costumbre no tiene ese sentido, así que se hace en un edificio ex profeso y, pese a todo, ahí meten el cuerpo del fallecido como si fuera una estatua a contemplar. A mí particularmente me parece de bastante mal gusto. Al final, en un velatorio, se termina trivializando y hablando de cualquier tema aunque no tenga nada que ver con el fallecido, mientras que algún familiar cercano está llorando o a punto de desmayarse por las horas que ha pasado sin dormir y/o comer, los nervios y el agobio de la gente. ¿Y no se podría hacer lo mismo pero en casa de uno, tranquilamente y apartado del cuerpo? Recibir pésames así sería mucho más cercano y sobrio y, además, el que estuviera hecho polvo estaría en un lugar conocido y lleno de buenos recuerdos, que dan más abrigo que un sitio frío donde sólo hay un cuerpo sin vida que ya no es la persona que fue.

El funeral suele ser una ceremonia religiosa, y los que me conocen ya saben el apego que tengo yo a las religiones, especialmente a sus representantes. Para mí, un funeral bien puede ser una reunión de familiares y amigos donde la gente comparta sus sentimientos con el grupo, que seguro que saben más del muerto que el cura que no lo ha visto en su vida. ¿Pero acaso las palabras del sacerdote confortan? A mí, desde luego, no y sé de otras personas a las que tampoco. Si alguien me dice que mi abuela o mi padre ya no está conmigo porque otro ser al que ruego cada día se lo ha llevado a su lado (y sobre todo si he visto como ha estado sufriendo en sus últimos meses de vida) no me apacigua en absoluto, sino más bien todo lo contrario, ¡pues menuda recompensa a mis plegarias! ¡Menudo caprichito del ente en cuestión! No, no es reconfortante en absoluto a no ser que seas un beato de la vida y tengas una fe de creer lo que te dicen a pies juntillas sin preguntarte absolutamente por nada (también hay de estos y no pocos, claro).

Actualmente, vivo desencantada con muchas cosas, lo reconozco, pero mi pensamiento sobre el culto a los muertos está bastante definido desde hace más de diez años. Y ¿qué pasa si para ti un muerto es sólo un cadáver? ¿Qué pasa si no quieres gastarte un duro en el cuerpo o que se lo gasten en ti cuando mueras? ¿Qué es de los muertos cuya familia suda de ellos? Si alguien tiene el aplomo y la suficiente personalidad como para desentenderse de un cadáver porque simplemente lo considera tal, y dependiendo de las circunstancias de la muerte, puede optar por:

— donación de órganos y tejidos, siempre que la muerte no haya sido por una infección o algún cáncer, etc. Se puede donar prácticamente un cuerpo íntegro, pocas partes hay que no se aprovechen para una u otra cosa.

— donación del cuerpo a la ciencia para investigación o estudio, porque los estudiantes de medicina y otras ciencias biosanitarias también necesitan practicar y estudiar con cuerpos reales, que los dibujos sólo son idealizaciones de la realidad, y no se pueden cortar y coser como si fueran recortables.

— dejar que el ayuntamiento se ocupe de él y acabe en una fosa común.

Las dos primeras alternativas son algo de utilidad. La donación de algún órgano es siempre factible, y siempre hay gente esperando alguna parte de alguien para poder continuar con su vida. Es dar esperanza a quien prácticamente la ha perdido y saber que hay una parte de esa persona que vive en otra, un pequeño milagro andante. La donación del cadáver para estudio o investigación es siempre algo necesario, pues sin esos cadáveres la medicina de hoy aún estaría en pañales y los médicos nuevos tendrían que practicar en pacientes vivos haciendo auténticas carnicerías. La tercera, a mi entender, es para cuando las dos primeras no son posibles.

Y aquí acabo mi tratado sobre la muerte. Supongo que habrá mucha gente que no esté de acuerdo conmigo. Yo alguna vez lo he hablado con mis padres y, aunque llegado el momento igual no soy capaz porque una cosa es la idea y otra la práctica, mi intención está clara y a ellos no les molesta en absoluto. Igualmente, yo espero que hagan lo mismo conmigo si es que me ocurre alguna desgracia mientras ellos vivan.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Romanticismo práctico

Cuánta falsedad hay por el mundo hoy en día. En lo que llevo de vida me he encontrado con gente que dice ser romántica pero en realidad se queda en el gesto: en regalar flores, en declararse de rodillas, en comprar joyas, o simplemente en afirmar lo que le gusta o gustaría todo eso. Luego, en su día a día en realidad no adoran a nadie, no valoran tener pareja, no valoran el amor. ¿Cómo alguien puede ser romántico si no siente por dentro lo que aparenta por fuera?

Para mí el romanticismo no consiste en gestos que se puedan hacer de vez en cuando, para mí consiste en una manera de sentir y de estar frente a la persona que quieres o aprecias. Y ya sé que esto sonará poco ortodoxo, pero se puede extender el romanticismo a cómo actúas con tus amigos o tu familia: sorpresas, ilusión, amor (aunque sea fraternal y platónico).

Un gesto romántico no es dejarte la pasta en rosas o un anillo (lo que además es algo que se le supone sólo al hombre, lo que no deja de ser machista, claro), es estar por el otro y saber lo que piensa y necesita, es sorprenderle cuando menos se lo espera, es saber sus ilusiones y satisfacerlas (y esto sí puede aplicarse tanto a un hombre como a una mujer). Son gestos simples y cotidianos, es ternura, es intimidad, es aparecer de la nada cuando menos se lo espera, es regalar esa tontería que no se espera porque puede que sea una pequeñez o porque puede que no sea tan especial pero sabes que le va a gustar, es lo espiritual e íntimo en vez de lo material y público, es iluminar su cara y ver su rubor y sentirte confortado porque eso te llena...

El romanticismo no es esa mierda inventada por los grandes almacenes y las películas de Hollywood, el romanticismo es algo que se lleva dentro y tiene que ver con la forma de encarar la vida y las relaciones, y es perfectamente compatible con ser práctico, con no creer en el matrimonio, con no soñar con bodas y anillos o mujercitas florero tácitas y serviciales. Lo que queda entonces es el romanticismo práctico, ése compatible con un modo de vida de hoy sin caer en supuestas galanterías que en realidad son gestos frívolos, materiales e innecesarios que en realidad sirven únicamente para distraernos de lo realmente importante, lo que llena el corazón: los sentimientos, la pasión y la ilusión, eso que nos lleva a ser tiernos y románticos con quien nos toca de cerca, con quien nos roba algo de lo que llevamos dentro, porque así ha de ser, porque según yo lo veo, esos gestos son inherentes a los sentimientos por otra persona.

sábado, 28 de agosto de 2010

Dejar huella

El ser humano dedica su vida a probar que ha existido quizá en un vano intento por sobrevivir a la muerte. Pero la única manera de sobrevivir a la muerte que tenemos la mayoría pasa por dejar nuestros genes a la desendencia o bien quedar en el recuerdo de quienes nos han querido.

Particularmente, a menudo me encuentro absorta en el pensamiento recurrente de si se acordarán de mí, si pensarán que merecí la pena aquellos a los que yo sí recuerdo. Se puede decir que mi intención de agradar, de gustar, de no importunar a veces raya en lo obsesivo, es algo de lo que ya no soy consciente pero sé que está ahí. No es que no me muestre tal como soy, es que soy así. Cuando no conozco a alguien lo suficiente intento no ofender, que se sienta cómodo conmigo, voy con cautela porque no sé cuál es su grado de sensibilidad o sus inquietudes. En realidad, creo que es algo que cualquiera debería hacer y pura empatía. Y no es que no continúe haciendo lo mismo con la gente a quien ya conozco, de hecho sigue siendo igual, pero está claro que cuando alguien te tolera sabe tu forma de ser y, aquello que a priori pudiera resultar chocante o incluso cortante, pasa a ser simplemente un rasgo más de la persona con la que tratas. Mi conducta, como digo, no pasa por convertirme en un pelele, pero sí me siento bastante apesadumbrada cuando un gesto mío se toma de un modo ajeno a mi intención.

Al final todo se relaciona con mi superlativo sentimiento de culpa. Sí y no. Como decía, quiero dejar huella a mi alrededor, aspiro a ser querida y recordada por al menos quienes me importan o han importado alguna vez. Antaño solía pensar que marcaría diferencias con mi vida, que llegaría a hacer algo importante, quizá no como para entrar en los libros de historia, pero sí como para obtener cierto reconocimiento. Esas eran mis aspiraciones. Hablo de cuando no sabía lo que era vivir, simplemente me lo habían contado. Más tarde descubrí que el mundo del que me habían hablado no tenía mucho que ver con la realidad, era más bien un reflejo adornado y mirado con una luz especial. Pero eso ya forma parte de otra reflexión...

sábado, 21 de agosto de 2010

Ahí va

Dos amigos, hablan sobre una chica que apenas conocen:

—Qué buena que está Maite, ¡me pone a mil!

—Pues si supieras cómo la chupa...

jueves, 19 de agosto de 2010

El sentimiento

Recuerdo esas tardes de invierno que ya de niña me provocaban esa extraña melancolía que no sabía bien de dónde podía venir. ¿Qué es lo que provoca nostalgia cuando tienes cuatro años y toda una vida por delante? No sé de dónde provenía la apatía y tristeza que me invadía. Daba igual que estuviera viendo videoclips o que estuviera pintando, haciendo un puzzle o deberes del colegio, ahí estaba.

Venía con el otoño y se quedaba conmigo hasta la primavera, aunque es verdad que unos días estaba más presente que otros. Recuerdo ese sentimiento que casi no puedo explicar en palabras, ese hueco interior, esas ganas de no hacer nada, esa sensación de vencimiento, esa astenia, esa tristeza inexacta que se adueñaba de mí en momentos. Siempre era de noche, la noche del otoño y el invierno, que en Madrid puede llegar a empezar a las seis de la tarde. Inevitablemente hay imágenes y sonidos que uno a esos momentos, simplemente porque estaban ahí cuando me sentía así. Él estaba allí cuando abría el libro de solfeo, estaba allí cuando veía el clip No more lonely nights de McCartney, estaba allí cuando desmontaba el belén y el árbol de Navidad, estaba allí en las tardes aburridas cuando no lograba entretenerme con nada, estaba allí cuando volvía de las clases de inglés, estaba allí cuando veía el programa del hipódromo... No sé en qué momento empezó a estar allí, pero calculo, por esas imágenes y sonidos, que cuando tenía cuatro años ya formaba parte de mí.

Pasó el tiempo, pero nunca logré que desapareciera. Seguía conmigo, casi siempre de otoño a primavera, como un ave migratoria que baja al sur al acabar el buen tiempo. Pero a medida que pasaban los años, ocurría una anomalía: el sentimiento era capaz de estar conmigo también en primavera y verano, en ciertos días de apatía o abatimiento. Supongo que este sentimiento es el origen de todo, y ni siquiera sé qué lo causaba siendo yo tan niña. Luego fue creciendo conmigo, formando parte de mi vida, inundando partes de mí y saliendo a flote en cualquier momento. Acabó siendo parte de mi forma de ser y carcomiendo una esencia que necesitaba intacta para poder seguir adelante sin que ello me supusiera un mundo.

Hoy sigo sin saber de dónde provenía entonces, aunque sí sé localizarlo, a veces, cuando se inmiscuye en temas que no le conciernen. Ningún tema le concierne, de hecho, pero podría limitarse a estar ahí, causando ese hueco, ese vacío, esa apatía, esa tristeza, sin contaminar mi vida. Podría dejar de tocar mi autoestima, mi desarrollo, mis planes, mis metas. Pero no, hoy ya forma parte de todo y no puedo desterrarlo. Muchas veces me cuesta hasta verlo, y sudo tinta china si alguna vez consigo superar lo que supone. Pero lo he hecho más de una vez. Y me enfrento a él, y no me doy por vencida, y no levanto cabeza. Aún así no pienso entregarme a él y olvidarme de mí, porque, pese a todo, no está en mi naturaleza: para bien o para mal soy de ideas fijas y no está en mis planes dejar de ser como soy.

miércoles, 18 de agosto de 2010

No estoy en venta (15/08/2010)

Observando el mundo a mi alrededor, me doy cuenta de que muchos tienen precio y hay hasta quien lo admite como si fuera algo de lo que enorgullecerse en vez de avergonzarse. Algunos lo justifican diciendo que con el mero hecho de trabajar ya te estás poniendo un precio, así que no hay diferencia alguna.

Prestando algo de atención, el argumento se cae por su propio peso. Sí, trabajar normalmente no es plato de gusto, incluso hay bastante gente que odia su trabajo, pero para poder compararlo con el poner precio a alguien, quien trabaja tendría que estar para ello traicionando sus principios, su escala de valores, y si ese fuera el caso, yo le recomendaría cambiar de tarea, que nunca es tarde.

Con venderse o ponerse precio, me refiero a hacer lo que uno, de primeras, no haría porque no cree en ello, porque lo aborrece o porque no lo considera coherente en ese momento. Supongo que todo es cuestión de relativizar y de autoconvencerse de que no tiene importancia. Por algo se empieza. Me pregunto cuáles serían los inicios de Al Capone. Otras veces, simplemente hay que ponerse en la piel del comprado, pues hay quien se cría sin conocer una escala de valores coherente, por lo que para ellos el acto de venderse no es tal, simplemente están negociando una situación que les es favorable. En cualquier caso, creo que sí se puede hablar en cierto grado de falta de escrúpulos. Desde luego, quien carece de ética es mucho más feliz en este juego, pero el que juega a relativizar supongo que acaba por perder la que pudiera tener.

Hay quien piensa que la esencia de este mundo que hemos creado es que todo está en venta. No pretendo erigirme aquí como un modelo de moralidad a seguir, pero sí creo que es bastante triste hipotecar los convencimientos, las ideas, en resumen, lo que nos hace ser las personas que somos, simplemente por dinero. Sobra decir que, como sin sobrevivir no seríamos quienes somos pero tampoco ninguna otra cosa, la anterior afirmación queda invalidada cuando de ello depende el subsistir. Sin embargo, no nos es extraño ver a quien cuando llega a tener una mayor o menor fortuna cambia de principios volviéndose frívolo y viviendo por y para la ostentación. Menos mal que también se da lo contrario: gente que, pese a haber hecho dinero de sobra, vive prácticamente como cualquiera de nosotros y sin haber variado sus hábitos respecto a cuando sus recursos eran menores. Su escala de valores continúa siendo la misma y si ha variado seguramente haya sido a consecuencia del devenir de su vida y no del dinero acumulado.

Desgraciadamente, vivimos en un mundo donde el dinero fascina y muchos olvidan sus compromisos consigo mismos para dejarse seducir por el poder que da, olvidando de dónde viene y lo que simboliza ese dinero y, por supuesto, olvidándose de lo que un día consideró importante.

Harta (15/08/2010)

Estoy harta, harta de mí y del mundo que me rodea:
harta de la falsedad de la gente,
harta del sufrimiento,
harta de la hipocresía,
harta del individualismo,
harta de no lograr mis metas,
harta del desamor,
harta de que me digan lo que he de hacer,
harta de padecer,
harta de quejarme,
harta de sentir que no encajo en ningún sitio,
harta de desear pertenecer a un grupo y así sentirme aceptada y parte de algo,
harta de envidiar a los que han conseguido algo en la vida,
harta de soñar despierta, harta de sentirme sola,
harta de ser un bicho raro hasta para mi propia familia,
harta de que me dejen por imposible,
harta de mi complejo de culpa,
harta de portarme bien con todos,
harta de ser débil,
harta de resistir lo que me echen,
harta de que me tomen por tonta,
harta de llorar por todo,
harta de sentirme frágil,
harta de ser tan complaciente,
harta de la falta de valores del mundo,
harta de la inmadurez de la gente,
harta de estar siempre cansada,
harta de desear lo que no puedo tener,
harta de querer ser como el resto,
harta de desear que se fijen en mí,
harta de querer pasar desapercibida,
harta de mi permanente insatisfacción,
harta de no saber comportarme de acuerdo a las circunstancias,
harta de mi particular timidez y fobia social,
harta de no lograrlo,
harta de esforzarme,
harta de pasado y presente, y un prometedor futuro que nunca llega,
harta de la ansiedad,
harta de los miedos,
harta de la incoherencia a mi alrededor,
harta de los tíos,
harta de las tías,
harta de sentirme estafada y defraudada,
harta de las reglas,
harta de la pereza,
harta de que mi cerebro no pare y vaya por libre,
harta de las contradicciones,...

domingo, 15 de agosto de 2010

Planes

Pienso mucho, pienso demasiado. Sigo sintiendo un hueco en mi interior que debo llenar. Y tengo que ser yo, nadie va a hacerlo por mí. A veces me siento llena de ilusión y otras desesperanzada.

Tengo miedo de que el futuro que espero nunca llegue, porque espero mucho de él. Mientras tanto, intento olvidar y terminar de superar parte de mi pasado, buena parte aún reciente, y aprovechar el presente, que es una de mis asignaturas pendientes. La ilusión mantiene mis esperanzas y me anima a vivir el presente para llegar al futuro que deseo. Aun así, siempre queda el miedo y la incertidumbre, generatrices de ansiedad que trato de evitar por todos los medios.

Soy muy joven, ¿de verdad tengo ya treinta? Yo tengo ganas de soñar, experimentar, disfrutar, siento que me queda tanto que me sitúo mentalmente más en la veintena que en la treintena. Quizá el establecerme no sea para mí, porque me veo muy lejos de elllo, aún creo que puedo cumplir muchos sueños que, en el pasado, esperaba tener ya realizados. Quiero ver más mundo, quiero conocer más gente, quiero ampliar mis horizontes, por mucho reparo que todo ello me dé. Ansío amistades que compartan mis intereses e inquietudes, porque me gusta socializar y también hacer las cosas acompañada, pues al final el disfrute es mayor si se comparte: películas, viajes, salidas, todo mejora en compañía.

El amor, por otro lado, no es algo de lo que huya, pero puedo afirmar que no me preocupa y que, hoy por hoy, prefiero no verme de nuevo en sus garras, pues necesito algo de paz en mi alma y me aterra volver a sufrir. Necesito ser yo mi prioridad, y no otro. Aparte, mi corazón está asolado y no creo que ahora mismo pueda crecer en él ni una brizna de hierba.

En cualquier caso, mientras hay vida hay esperanza, que se suele decir.

jueves, 12 de agosto de 2010

Intuición

Pasamos la vida haciendo planes que cambiamos para adaptarlos a las distintas situaciones que se van sucediendo. Algunos somos de ideas más bien fijas y otros no tanto, pero todos buscamos algo. La perseverancia influye, la suerte o la casualidad y, aun así, tampoco es raro llegar a sentir que somos hojas movidas por el viento que se van encontrando en el camino.

Todos hemos tenido que lidiar con malas experiencias, malas situaciones, personas que no eran de nuestro agrado y que incluso nos han puesto alguna zancadilla, pero también todos nos hemos cruzado con gente con quien conectamos, hemos vivido situaciones agradables y compartido momentos dignos del recuerdo.

Resulta a veces paradójico lo perdido que puede estar alguien y de la noche al día sentirse encontrado. Puede que sean pequeñas cosas las que nos salvan, minucias que van cayendo en el colador y van haciendo poso hasta que éste es lo suficientemente grande como para afectar positivamente. Otras veces es alguien quien nos salva: algún familiar, un amigo, un desconocido, alguien que estaba en el sitio y el lugar adecuados.

Cada cierto tiempo, frente a distintas dificultades, intento verme a mí misma como a alguien independiente, idealizo una figura que no necesita socializar para ser feliz y plena, aunque la realidad sea otra bien distinta. De hecho, últimamente hago caso a mi lado social, aunque no sea la persona más abierta del planeta, al menos a priori. Lo que nunca dejará de sorprenderme, pese a haberlo vivido en más de una ocasión es cómo hay ocasiones en que coincides con otra persona con la que conectas desde un principio, casi oyendo ese "click". Con conectar no me refiero a que esa persona sea tu alma gemela, comparta todos tus intereses o vaya a ser el amor de tu vida, me refiero a que es alguien con quien te sientes a gusto y notas puedes abrirte a ella porque se ha creado una unión profunda en cuestión de horas. No hablo de amor, hablo de amistades, hablo de uniones entre personas.

Me maravillan los misterios de la psique humana que hacen posibles estas conexiones. Supongo que tenemos sentidos de los que no somos conscientes y que detectan cosas que nos pasan desapercibidas si intentamos racionalizarlas. Esto quedaría explicado si tenemos más instinto animal del que creemos, que queda patente en ejemplos como este, cuando elegimos pareja o cómo sin conocer a alguien podemos sentir un rechazo irracional (aunque sea leve) cuando nos lo acaban de presentar y no puede estar fundamentado. Es la misma sensibilidad que nos dice de primeras si nos podemos fiar de una persona o no. No es infalible, pues no es raro que nos podamos equivocar y que haya gente que nos decepcione, pero en general, solemos confiar en esta intuición, que suele dar en el clavo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

A castillo derruido...

Me levanto como un zombie, incluso me duele la cabeza como si la hubieran usado como coctelera. Paso el día somnolienta, como si no fuera dueña de mí, porque no tengo ganas de serlo. Algo mundano me agobia, en realidad son varias cosas. Como siempre, me imagino fuera de mi mundo, cambiando lo que me rodea para saber si puedo encontrar algo con lo que motivarme a seguir adelante con cierta ilusión, con ganas.

Ha sido un varapalo darme cuenta de que mis planes de futuro no iban a ser la seda que imaginé, pero estoy acostumbrada a estas cosas, y es cuestión de días el volverme a poner en funcionamiento con ilusión y expectación. Y ya lo estoy deseando, pero me siento insegura en mis pasos, han sido tantos los pasos en falso, que no puedo evitarlo. A veces me gustaría no tener que decidir, que fuera alguien externo a mi vida quien lo hiciera, pero es hora de tomar las riendas, aunque ello suponga equivocarse una vez más.

La verdad es que soy optimista, pero siempre queda un resquicio de inseguridad (en este caso no es pequeño) y en mi caso, además, un reparo que vino dado por el venirse abajo abruptamente el mundo que había diseñado para mi futuro.

Puedo correr, pero al menos tengo que hacerlo en una dirección, no puedo huír de todo. Si además esa dirección me permite llegar a algún sitio, aún mejor, aunque para ello tenga que dar un rodeo por querer evitar la gran roca que había en el anterior camino.

domingo, 1 de agosto de 2010

Hoy

El calor extremo atosiga, se hace difícil respirar ese aire que parece salido de un horno de panadería. Todo se va secando irremediablemente, incluso mi alegría. Pero me queda el consuelo de que ninguna temporada es eterna y aunque parece algo marchita, reverdecerá tarde o temprano.

Qué a gusto estaba yo sola, y vuelven las absurdas reglas, las obsesiones vacías y el control del falso orden. Pero es fachada, y esa fachada caerá o yo me iré a estar sola, porque no soporto la obsesión desmedida y absurda y el trato infantil.

Tengo 30 años, para lo bueno y para lo malo, aunque no se me permita. Quiero decir, que si me quieres ayudar, bien, pero si quiero tirar mi vida por el retrete es sólo asunto mío. No me van los yugos, no me va el control excesivo y vacío, será por haberlo sufrido en otra época, no me va vivir así, y sin embargo, aquí estoy aguantando el todo por el todo y haciéndome la sueca para no enfrentarme a la realidad que me rodea, una realidad mediocre de la que intento escapar.

No tratéis de buscar sentido a mis palabras pues puede que lo tengan, pero puede que sólo sean un cúmulo de ideas sin objeto ni fin, las ideas de una loca de la vida...

sábado, 31 de julio de 2010

Pensamientos pasados: 14/07/2010

Un hormigueo, emoción y sobredosis de azúcar. La emoción se transforma en ilusión, por mucho que intente convencerme de lo contrario. Desconozco el terreno que piso, aunque intento orientarme. Es difícil cuando las señales inducen a confusión. No me gusta abandonarme a las emociones porque tengo miedo al sufrimiento. Intento ir con pies de plomo, afianzando cada paso, pero sentir es inevitable, al menos yo no conozco la manera de poner freno a lo que llevo dentro. Quisiera ser más sabia, o al menos más desconfiada, para protegerme, pero lo único que me sale es la sinceridad. Es por cosas como esta por las que me intento autoconvencer de que estoy mejor completamente sola, pero no termino de conseguirlo.

Había pasado ya suficiente tiempo como para ilusionarme de nuevo y simplemente surgió. Apareció un desconocido con potencial, alguien que mostró interés y que interesaba. La cosa no hacía plantearse nada hasta un exceso de atención, sobredosis de azúcar. Incredulidad pero grata sorpresa y posterior aceptación. Ilusión, respuesta en igual medida y de repente nada, vacío. Incertidumbre, indicios difíciles de interpretar, impotencia, intentos de aclarar qué ha pasado y cuál es la situación sin hallar respuesta alguna al otro lado. Al final, es más prudente abandonar un juego que se desconoce y donde no se quieren dejar claras las instrucciones. Puede comenzarse de nuevo, pueden explicarse las reglas o puede perderse para siempre, en cualquier caso ya no está en mi mano. Es lo más sensato.

Pero para este viaje no hacía falta tanta alforja, que yo nunca pedí nada y para ilusionar y luego que se venga abajo esa ilusión, casi mejor te ahorras lo primero... Aún no encajo cómo alguien puede cambiar radicalmente su conducta de un día para otro, si todo era una táctica o engaño desde el principio (cosa que me resisto a creer, pues no soy tan malpensada y además sería muy maquiavélico) o si algo pasó a su alrededor que le hiciera virar. También puede que captara mal las insinuaciones posteriores, pero tampoco tendría demasiado sentido. En cualquier caso, quisiera saberlo.

Mi principal defecto en estos casos es que veo a los demás como un puzzle donde tengo que lograr encajar las piezas, tengo que resolverlo para poder quedar en paz.

Pensamientos pasados: 10/07/2010


Para quien no lo sepa, Pavlov era un tío muy listo que experimentó con perritos (qué le harían los pobres) y a su descubrimiento lo llamó reflejo condicionado. El colega se preguntaba si una respuesta inconsciente del organismo podía asociarse a un estímulo externo que a priori no tuviera nada que ver con esta respuesta. Así consiguió, tras exponer a sus perros al sonido de una campana cada vez que les servía comida, que éstos terminaran salivando (y echando jugos gástricos) simplemente con oír el sonido y eliminando el estímulo directo.

Cultura general aparte, hace años leí un artículo sobre etología, o como algunos lo llaman, psicología animal. Cada animal, y especialmente si se ha criado con los de su especie, posee un aconducta instintiva prefijada, lo que les lleva a comportarse de una determinada forma en cada situación, y lo que también les influye en su mayor o menor facilidad para incorporar en su código una u otra conducta adquirida. Aunque pueda parecerlo y nosotros tendamos a personalizarlos, no dejan de ser animales movidos por instinto. De la misma forma que no podemos esperar que un niño deje de repetir un mal comportamiento si le reímos la gracia, tampoco se puede esperar que un perro obedezca si een nuestro modo de comportarnos está leyendo alto y claro que él es quien manda, el jefe de la manada. Así luego pasa que cuando se vuelven viejos y cascarrabias nos extraña que nos muerdan y lo asociamos a que "no nos quieren", cuando lo que pasa realmente es que por viejo se ha vuelto menos permisivo con nuestras tocadas de huevos y falta de respeto hacia él, que es el líder.

Pues bien, tras mi larga carrera como socióloga y antropóloga puedo afirmar sin temor a equivocarme que hombres y mujeres pertenecen a especies distintas, con diferentes patrones de conducta, pues es la única manera de explicar coherentemente que no nos entendamos y que generemos tanto desconcierto en el sexo opuesto. Yo muchas veces me siento como esos perritos, que al principio no esperaban oír una campana pero que, a fuerza de repetirlo, aprendieron a esperarlo. Al final nos acostumbramos fácilmente a cualquier cosa, especialmente si nos agrada, para luego ponernos a salivar sin recibir la comida, con los desajustes fisiológicos que ello conlleva.

viernes, 2 de julio de 2010

Identidad

Hace cosa de año y pico me encontré a mí misma. No es algo extraordinario, cada cierto tiempo me pasa, es inevitable, y además me acaba gustando. En esa ocasión me encontré en mi segunda adolescencia, pero aprovechándola mejor, que la primera fue más un sinvivir que un período de aprendizaje y experimentación (¿o eso se hace en la post-adolescencia?).

Hace poco he vuelto a encontrarme, a centrarme en mí, a reorganizarme y sosegarme. Un momento, ¿sosegarme? Bueno, sí, en muchos aspectos, pero sin embargo parece que esté despertando en mí un monstruo dormido al que yo no conocía, o al menos, no había visto. Me encuentro un poco desaforada y ahora mismo no sé si es mi verdadera naturaleza, a la que no dejé salir antes, o simplemente se trata de la etapa que no tuve la vez primera y que ahora reclama su sitio.

No sé dónde ni cómo ubicar esta nueva faceta de mí misma, no sé aún si se quedará y se hará la dueña y señora dejando otras de lado o desterrándolas para siempre. ¿Qué es lo que me preocupa? Pues que con 30 años mi persona debería estar ya del todo formada y ser bien conocida y, sin embargo, me pregunto si todo esto no será más que otro tópico de esos que sirven para encorsetarse y reprimirse... Casi mejor voy a dedicarme a vivir, que lo otro ya lo he probado y no me satisface demasiado. Pero aún así, ¿y si esa niña inocente, tímida y algo pícara con la que me identificaba plenamente diera paso a otra más despreocupada y hedonista? Seguramente no estaría nada mal, pero me da miedo no reconocerme y quedarme un poco perdida por el camino sin saber dónde agarrarme por no haber pasado por allí antes. Quizá sí esté mayor para estos trotes...

Pese a todo, pese a las vueltas que pueda dar todo esto en mi cabeza, sé que debo dejarme llevar por mi instinto y mis sentidos, porque ya llevo mucho rodado como para seguir negándome a mí misma el experimentar la vida.

martes, 15 de junio de 2010

Desarrollo

Aún no sé cómo nombrar esta entrada, no sé ni de lo que va a tratar. A menudo, a solas conmigo misma se me ocurren temas geniales sobre los que divagar, reflexionar, escribir. Luego me encuentro a solas frente al teclado y la pantalla y la inspiración se evapora.

Hoy estoy más cansada porque parte de la jornada la he pasado de pie, pero no quiero dejar irse otro día más sin escribir algo, y eso que no tengo ni idea de qué decir. Diría muchas cosas, pero ahora mismo todo pasa por mi cabeza de puntillas, sin empaparme lo suficiente.

Mi cerebro hierve cuando estoy a punto de dormir, a veces en la ducha, cuando voy sola en el coche mientras canturreo... Es igual que cuando intento tomar nota mental de una buena canción para recordar ponerla en la lista de reproducción o bajármela, cuando quiero recordarla ya no está, ha desaparecido.

Desde hace ya tiempo, me cuesta concentrarme y aunque ahora la cosa va mejorando, a veces el cansancio me puede y me dejo llevar por la vaguería casi absoluta. Error. Debería dejarme llevar, sí, pero por entusiasmo, que es lo que realmente podría conducirme a algo parecido a la satisfacción, al menos de ver que hago cosas que me apetecen y estimulan.

Pero estoy contenta y pienso en positivo, eso es un gran cambio que he logrado con la perseverancia, y no quiero quitarle el peso que tiene. Porque son las pequeñas cosas las que van marcando la diferencia, que llegado un punto, puede inclinar la balanza hacia uno u otro lado y determinar cualquier decisión por tomar, puesto que en ellas el humor de que esté tiene mucho que decir. Otras veces ya he apuntado que mi estado de ánimo es bastante voluble según el ambiente en el que esté y el contexto que me rodee, pero además esto es como los tintes tono sobre tono: si pequeñas cosas me hacen ser positiva, seguiré cogiendo fuerza y virando hacia un color, poco a poco, hasta llegar a él.

Y no sé si se me entiende bien, mal o regular, pero en realidad tampoco tengo muchas ganas de pensarlo, me basta saber que llego a casa contenta después de trabajar y que, pese a no haber ningún cambio sustancial en mi día a día más allá de la rutina del trabajo (ninguna cima conquistada, ni tan siquiera un puerto de tercera), ha cambiado mi modo de ver mi mundo y ya no me siento amargada, condenada, maldita y por ello triste, sino positiva y en buen grado alegre. Vuelvo a sentirme bien, y me gusta.

viernes, 28 de mayo de 2010

Dios los cría

Es curioso como van pasando las etapas en la vida y, a veces, me da por pensar en cómo he acabado así. Me estoy refiriendo a mi vida social.

En el colegio es fácil hacer amigos: conoces a los otros niños a los 3 ó 4 años y luego pasas 10 años con ellos (al menos antes, cuando existía la EGB). Luego viene el instituto, y normalmente acabas en alguno donde van varios de tus amigos. Mi caso, naturalmente, no fue el normal, y acabé en un instituto donde no iba nadie a quien conociera, ni aunque fuera de vista. Aquí ya es más complejo llevarte bien con todo el mundo, ya que las personalidades no están hechas, pero sí marcadas. Cuando yo entré en el instituto mi timidez era patológica: el corazón se me salía del pecho sólo por dirigirme a alguien que no conocía o cuando me preguntaba un profesor en clase. Recuerdo mi primer día, además de por ver grupitos de gente que se conocía, porque a mi pierna le dio por temblar y saltar sola, con vida propia, y no paró en todo el día. Por fortuna siempre existe lo opuesto a uno, así que hay gente extremadamente extrovertida que inicia las conversaciones por ti, aunque te vea con cara de perro. A lo que iba es a que pasas 4 años en el instituto y te juntas con quienes tienen tus mismas tendencias. Así fue como acabé con gente que no era conocida precisamente por ser popular. Por un lado con gente tímida y estudiosa (aunque yo de estudiosa no tenía tanto como pudiera parecer) y por asimilación con los amigos que ellos conocían y que también iban a clase en el mismo centro. De espabile también andaban como yo.

Como buena muestra de adolescente, pasaba la vida encerrada en mí misma, a caballo entre mis nuevas amistades y mis las antiguas del colegio. Recuerdo a mis padres decirme que los amigos se hacen en el instituto, que en el colegio estás poco definido, y luego en la facultad lo estás demasiado. Pero yo no me enteraba de la misa la media e iba con mi actitud miope a todas partes, aparte de que mi mundo era el blanco y el negro y, si veía algo que no estaba tolerado por mi pequeña mentalidad, automáticamente esa persona quedaba proscrita para relacionarme con ella. Recuerdo pasarlo mal, recuerdo a la gente metiéndose conmigo pese a no meterme yo con nadie, recuerdo emparanoiarme pensando en cuánto me odiarían todos y recuerdo mi deseo de ser normal.

Algo ocurrió, aunque el punto de inflexión estaba por llegar. La gente que se dividía por las letras de las distintas clases se mezcló durante el viaje de tercero a mis ojos y por otros vi que quizá yo podía ser diferente, en vez de esa chica encasillada en el rol de listilla. No tuve mucha relación, la verdad, y el siguiente curso fue aún peor para mí cuando todo comenzó y todo se vino abajo, cuando llegué a ese punto de inflexión del que antes hablaba.

Me sentía socialmente rechazada, fuera de lugar, no quería salir por miedo a ser ridícula y patética. No quería ser lo que los demás decían que era y además no sabía ni qué era realmente. Tuve una rebelión interna, un pánico horrible y todo acabó en un parto. Y digo en un parto porque pese a que me dolió un horror y me quedé paralizada, comencé a dejar salir a mi verdadero yo, ese que ni yo misma conocía. Evidentemente, tenía mucho de mi vida anterior, pero al mismo tiempo era muy diferente. Por fin tenía ganas de vivir, de salir, de divertirme y de conocer gente, aunque siguiera sintiéndome mal, esta vez ya por causas diferentes.

Me junté y conocí a gente interesante, exploré la vida social y vi que, por qué no, yo encajaba en ella, mientras los demás veían que yo era como cualquiera: me divertía y sonreía, y me dejaba llevar por raro que pareciera. Aunque aún me quedaba mucho por delante y mucho de mí por aprender, y creo que nunca acabaré de conocerme a mí misma.

En la facultad conocí gente. Algunos tenían más en común conmigo que otros, pero al final todo el mundo da decepciones, compartan más o menos contigo. La época de parejas trajo consigo el aislamiento, aunque yo intentara por todos los medios que no fuera así. Luego vino la migración a Barcelona, donde todo me era ajeno, y el hacer amigos de nuevo, en la facultad o fuera de ella.

La última etapa fue en mi última empresa, y soy consciente de mi suerte, pues hacer buenas migas con prácticamente toda una oficina es un milagro, y yo encontré un regalo que esperaba a ser abierto.

Por supuesto, no se trata de enumerar todas las personas importantes en mi vida, sino de pintar un poco las situaciones sociales por donde he pasado.

Y volví a Madrid y volví a mi vida tal y como era antes, pues de nuevo la vida parejil es un muro entre las amistades. Y me relaciono con gente que conocí en su momento a través de ese invento llamado internet, que aún hoy es considerado como una vía para frikis y asociales. Y precisamente por relacionarme con gente que conocí por internet en un primer momento no es por lo que yo me considero rara, y lo raro de mí poco tiene que ver con la red, pero eso no es óbice para que si cuentas que tienes un grupo de amigos que conociste por ese medio o que vives con tu pareja que ídem de ídem alguien te dirija una mirada sospechosa como si fueras un asesino en serie.

En conclusión, qué difícil es relacionarse socialmente. En mi dualidad tímida-extrovertida me cuesta mucho conocer a quien cuadre conmigo. Me gusta salir con gente, ya no me da tanto miedo a conocer a extraños, amigos de fulanito, pero sí entablar una posible amistad con ellos, pues no soy proclive a dar pasos. Es como si desconociera las reglas del juego y acabara en un hoyo que yo misma cavo. A veces me retraigo demasiado, otras me embalo sin remedio. Soy como soy. Además, soy exigente y busco gente con quien poder hablar de actualidad o de cultura. No es que yo sea especialmente cultivada, pero discuto con emoción de temas que me resultan interesantes, y esos son demasiados. Recuerdo con nostalgia los tiempos de botellón donde arreglábamos el mundo entre cuatro o cinco o desarrollábamos una nueva teoría filosófica. Eso no quiere decir que no me diviertan las conversaciones sobre Callejeros o Carmen Lomana, pero en la variedad está el gusto.

Al final, releyéndome, tampoco resulta raro si cuento que soy una persona inconstante y algo bipolar, por lo que difícil es que encuentre a estas alturas a gente que pueda aguantar mis euforias y bajones al tiempo que me entretiene, salvando a mis viejos conocidos, a quienes para mi desgracia, veo de pascuas a ramos. Pero, ¿de qué iba esto? Ah, sí, de la dificultad de tener una vida social satisfactoria.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Sólo animales?

Dicen por ahí que el ser humano se mueve por instintos aunque luego los ande adornando, y sí, ciertamente ahí están siempre, en lo más profundo de nosotros. Sin embargo, conviene no olvidar que tenemos una mente que piensa también, y que tiene sus necesidades.

En cuanto al sexo, hay quien dice que es el motor de nuestras vidas. Se me ocurre Freud, por ejemplo. Particularmente opino que hay mucho de eso, que está presente en muchas facetas de nuestra existencia, lo que no quiere decir que estemos continuamente pensando con nuestros órganos sexuales...

Pero basta de preámbulos porque yo quería hablar de la seducción y la atracción. Mucho se especula sobre estos temas en cuanto a que es puro instinto, y no hace falta aprender porque se nace con ello. Yo no soy una autoridad en la materia, la verdad, siempre ando bastante despistada, aunque sí creo que sé darme cuenta cuando alguien se queda, digamos prendado de mí. A veces sucede a primera vista, otras veces por un movimiento o un gesto, pero otras tantas es por cómo me expreso o porque ven una chispa que se enciende en mi cabeza, o por un carácter indómito, por defender unas ideas con pasión... En resumen, por cualidades mentales (o personales) que no físicas.

Siendo yo mujer, y siguiendo siempre la estela de que el tema es algo meramente instintivo, supongo que para triunfar en estos juegos tendría que mostrarme dócil, vulnerable y hacerme un poco la despistada, mientras me maravillo del despliegue del macho de turno, ya sea físico o neuronal. Sin embargo eso no va conmigo, soy combativa, llevo la iniciativa si me interesa, y porfío (porque además, la mayoría de las veces que maravillo es sin habérmelo propuesto, pues ya he dicho que siempre ando despistada en estas batallas). Además soy obstinada y me gusta llevar la razón y hacer mi propio despliegue también, pues que me tomen por tonta o insulsa no entra dentro de mis planes.

En consecuencia, tengo que decir que creo que las neuronas también son sexis y que el estímulo mental también despierta el deseo. En mi persona, no tenía la menor duda de ello, pues siempre intento rodearme de gente inteligente, que me estimule, y un posible compañero no es una excepción. Sí, me seduce muchas veces que alguien sea mordaz, rápido, que defienda sus ideas y me combata las mías hasta cierto punto. Pero yo soy algo rara, lo compruebo cuando hablo con otras compañeras de sexo, así que antes de ponerme a observar este fenómeno no sabía hasta qué punto esta debilidad era compartida por el resto de los mortales. Supongo que también depende de lo profundo que uno sea, pues hay muchos tipos de persona y en ello va lo que buscan.

La verdad, me hace tener cierta esperanza, no en mí, sino en el género humano.

lunes, 17 de mayo de 2010

Insignificante

Todos somos diferentes, eso nos hace ser nosotros mismos, ser individuos. Todos tenemos nuestras locuras, nuestras neuras, nuestras carencias. Al conocer a alguien de primeras no somos conscientes de esas sutiles diferencias, de su personalidad, y vamos conociendo sus particularidades por medio de sus gestos, su lenguaje y su actitud. Aún así, una persona a la que crees conocer a veces te puede dar sorpresas en una situación determinada, sobre todo si no hace demasiado que la estás tratando.

Soy una persona muy empática, tal vez demasiado, pero incluso yo tengo un límite. Tienes buena intención, quedas con alguien y casi acabas siguiendo un rollo ONG porque temes pisar un lodazal y hacer daño al haber visto la fragilidad de cerca. Pones la barrera, pues yo no soy una hermanita de la caridad aunque en horas bajas pueda haber rozado el rol. Tanto azúcar daña los dientes, te vuelve diabético, es intolerable, pero es frágil y mantienes la diplomacia. Primum non nocere, dicen los médicos y digo yo incluso cuando no debería.

En agradecimiento te encuentras un muro paranoide donde no puedes arañar ni una pizca de sentido común, nada de lógica, es como las sombras de la caverna de Platón lo que hay allí. Y sigue el azúcar, y tú ya necesitas sal, empiezas a enfermar de tanta azúcar además de toda la acritud y reaccionas mal, porque además estás harta de no reaccionar, de ser el sujeto pasivo tras haber regalado el tiempo por preferir la diplomacia a la sinceridad como excepción que confirme la regla. Intentas dialogar, pero sigue la paranoia, sigue la obsesión. Intentas ser razonable, intentas ignorar, intentas ir de buenas, pero no hay resultados, sólo hostilidad.

Y como dije, todo tiene un límite, todo llega a su fin, y acabas por mandar el muro a la mierda y seguir por otro camino, que aunque ya lo intentabas antes, no lo lograbas, pues llevabas ese lastre traducido en esa mano que aún seguía ahí tendida por si en algún momento de iluminación llegaba la razón. Pero es inútil y los sacrificios que haces cuando estás atontada no los haces si eres dueña de tus aptitudes, estás lúcida, como es el caso.

Así que bye, bye, que usted lo pase bien, sea muy feliz y no espere de mí más amabilidad, tolerancia y buenos modos, pese que a usted no le parecieran tales por ser yo una criatura extraña, con mis particularidades, esas que tenemos todos en alguna medida.

Sin rencores pero sin deudas, empezando de cero. Así que cuidado, porque la próxima vez no andaré con pies de plomo mirando donde piso. Ya tengo bastante con preocuparme por mí.

* Una persona tan insignificante en mi historia vital no se merecía una entrada tan larga, pero he creído que debía incluir este relato para que si alguien entiende la historia encriptada pueda evitar los mismos errores cometidos por mí.

sábado, 15 de mayo de 2010

Un pequeño milagro

Todos los días esperando que suceda algo, y ese algo nunca llega porque dado cómo somos cada cual y cómo está el mundo, que cierto algo llegara sería un pequeño milagro, y ya sabemos que no existen, ¿verdad?

viernes, 30 de abril de 2010

La vida sigue igual

Asoma la primavera... o más bien el verano, porque aquí el término medio son unos dos días de transición, y todo va como iba, apenas hay cambios y variaciones. Por supuesto, pasan cosas en mi vida, pero casi nada es reseñable o decisivo.

Tampoco es que yo quiera verme ante algo decisivo, pero debería despertar de esta absurda hibernación y empezar de nuevo a construirme una vida de la que pueda hablar, con la que pueda sentirme bien.

Podría estar mucho peor, lo sé, pero también mucho mejor. Si fuera supersticiosa pensaría que me han echado un mal de ojo o una maldición, pero en realidad no lo soy, así que pensaré que todo el mundo pasa por malos momentos, y que depende del punto de la vida en que se halle se lo podrá tomar mejor o peor. Yo ahora no puedo tomarme bien casi nada, porque sigo bastante hundida, aunque quiero poner remedio, sigo empeñada, y cabezona soy un rato.

Me quedaré con esto último e intentaré no pensar en todo a la vez, como acostumbro, para que no me dé un telele y se me corte la respiración, que ya bastantes hostias da el presente y la realidad como para ponerme yo más cosas encima. Pero la cabra tira al monte y tampoco puedo prometer nada, pues sé lo que me es difícil y se me hace cuesta arriba.

Dedicatorias: a ese amigo que no creo que me lea, pero que se alejó y perdió, por favor, hombre, que ya va siendo hora de que vuelvas, ¡cojones!

Y es que, cada loco sigue con su tema, y es inevitable que uno se coma la olla a poco que tenga sangre fluyéndole por el cuerpo.

PD. Perdón por mi ausencia, es una larga historia, un coñazo y una mierda.

lunes, 11 de enero de 2010

Parar y respirar

Como últimamente parecía monotema, vamos a ver si variamos un poco. Estoy algo más animada, pero en cualquier caso, ya venía pensando en que hacía falta meter un impulso a esto (y a mí misma, porque total, si no lo meto yo lo llevo claro).

Qué le voy a hacer, cuando cambia el horario, en otoño, yo entro en un estado de apatía y no me recupero hasta la primavera. El pasado año además no ha estado exento de mala suerte en distintos apartados:

*Salud: bueno, no me voy a quejar, cogí gripe A, pero era una gilipollez, la verdad. Varios catarros en momentos clave de mi existencia, y por diversos motivos insomnio, cansancio que se arrastra (aunque nunca fui muy enérgica) y apatía, que pese a que sea algo psicológico, influye en la salud somática. Necesito rutinas, please, vengan del estudio, del trabajo o de lo que sea para ordenar mis ritmos, que al final todo me influye... En marzo mejoraré seguro, es una ventaja.

*Dinero: podemos correr un tupido velo. Estoy en paro desde abril, y el mes de marzo será el último con subsidio. Ya estoy buscando, pero necesito encontrar algo cuanto antes, y me ayudará en el apartado anterior.

*Amor: en el sentido estricto de la palabra, una catástrofe. Amor fraternal ya es otra cosa. He consolidado relaciones de amistad con mucha gente, que se han convertido en amistades profundas, para siempre y para lo que necesite. La familia bien, gracias, dando por culo de vez en cuando, pero que vamos, es lo suyo, si no dejarían de ser ellos. En cuanto al sexo, poco aunque de calidad, así generalizando. Si tengo que destacar algo a este respecto es que los amantes que he encontrado (bueno, que he elegido, de con los que he topado) no son muy dados a repetir indefinidamente si la cosa resultó bien. Tampoco me quejo, pero me resulta llamativo.

Como ya resolví allá por mayo o junio, tampoco recuerdo, estoy decidida a acabar la carrera, por muy difícil que pueda resultarme (que difícil me resultará seguro, nada es un paseo), y ya que aquí en Madrid no me dan opción, y que además echo de menos a todos mis amigos de Barcelona, para allá que me encaminaré si no surgen imprevistos por este lado. Tendré que currar también, sí, lo sé. Sé que en otros intentos no me ha ido bien en eso de compatibilizar estudios y trabajo, también, pero de eso hace años y creo haber evolucionado en la vida desde entonces. Además, que una vez tomada una decisión en cabezonería y determinación no me gana nadie, y si me estrello, pues me estrellé, pero que no quede por no haberlo intentado.

Lo demás ya irá viniendo. Antes de que sucediera este lapsus raro, decía que no busco nada con nadie, estoy agotada de todo y cansada de muchos temas, y ahí sigo. Además que mi segunda adolescencia ha estado bien hasta donde yo puedo juzgar, tampoco le pido a la vida cosas extraordinarias como pisar la luna o que me den un Nobel, eso ya hace años que se acabó.

En resumen, que vamos a ver si tiro un poquito de este cuerpo que me acompaña, desde el área más optimista y esperanzado de mi cabeza. Salvo cuando me invaden sentimientos que me impiden ver más allá (por describirlo de alguna manera), normalmente tengo una buena perspectiva de lo que me rodea, y aunque no disfrute de una felicidad absoluta soy capaz de apreciar las pequeñas cosas. Al fin y al cabo, unos días un regalo y otros una carga, vida sólo tenemos una y es con ella con la que tenemos que jugar. Adelante, siempre adelante, es el único camino.

miércoles, 6 de enero de 2010

Caída en picado

Anoche, o mejor dicho, esta mañana me fui a la cama con cierto optimismo, pensando que no había escrito aquí porque no lo necesitaba, en vez de para huír del dolor. Soy una persona muy influible por lo que me rodea: me afecta el tiempo, la luz, la gente a mi alrededor, y todo esto para explicar que cuando algo importante me sale mal se contagian todas las ideas que me rondan la cabeza y me hundo, pero cuando algo importante me sale bien, sucede justo lo contrario. Ayer descubrí que aún estoy a tiempo de terminar mi licenciatura en Barcelona (y además como licenciatura) y eso me dio ya cierto entusiasmo y alegría, pero además después me enteré de que había podido tener contacto telefónico normal con alguien, en contra de todo pronóstico, lo que además me dio muchas esperanzas. Por fin se colaba un rayito de luz en mi cielo gris plomo, aunque evidentemente siguiera muy triste... Al levantarme de la cama, además, recordé con nostalgia haber soñado con mi familia (o exfamilia) postiza, como un recuerdo de pasados días de Reyes.

Pero como ya viene siendo lo habitual durante largo tiempo, hoy he vuelto a caer en picado tras una bronca telefónica que ni siquiera creo que viniera al caso. La enésima bronca a una persona rota y herida que sólo quería verse diginificada, tratada como una amiga más, sin menosprecios, como era antes de que por su parte hubiera otra pareja. Parece que ese período de respeto y dignidad, de gran amistad y cariño, fue sólo un espejismo. Por más paciencia que he tenido, por más intención de hacer comprender y empatizar, por más ruegos, ha sido imposible. ¿Quién dijo que tener pareja no cambia la manera en que una persona se relaciona con sus amistades? Pues es del todo inexacto, y lo mejor es que es por exigencias de la reciente adquisición. Mi madre siempre ha dicho que "si uno no quiere, dos no regañan", pero la realidad más bien es que si uno no quiere, mantener una relación, sea del tipo que sea, es inútil. Y yo ya estoy cansada de ser el sparring de muchos, de dar siempre y no recibir nunca, de ser abnegada y paciente. Ahora mismo necesito dignidad, aunque sólo sea la poca que yo puedo otorgarme.

Hoy he renunciado al que solía ser un buen amigo (aunque no últimamente, por mucha esperanza que yo tuviera), he dicho adiós a la que hace tan sólo dos meses era la persona más importante en mi vida, y ha sido así por su autoexclusión, por su veto y por su ceguera (por no decir algo más gráfico). Yo no he podido sino renunciar, pues la poca clarividencia que ahora mismo me queda he de dedicarla a mí, y no a causas que demostraron ya ser perdidas. Demasiado sufrimiento ya padezco como para seguir sumando. Y duele saber que las palabras no son nada para algunos, y que pese a haber pronunciado una despedida con promesas de amistad, respeto y aprecio, hoy resulta que mis peores temores de aquel día se han hecho realidad, no quedando nada de lo dicho. También diría no hace tanto que si se viera forzado a elegir, no tendría duda en mi favor. Pero ya digo, las palabras se las lleva el viento pues no tienen el mismo peso en todas las bocas.

Si el mundo fuera justo (lo siento, pero aunque sé que no lo es, me es inevitable pensarlo) y él tuviera conciencia se arrepentiría de cómo me ha tratado al ver la descompensación. Hubiera intentado cambiar, rectificar. No, directamente no me hubiera tratado así tantas veces, tras tantas oportunidades, no me hubiera echado la enésima bronca por algo de lo que no soy culpable, y aún menos sabiendo por lo que estoy pasando. Se habría arrepentido ya y habría lamentado otras decisiones. No, el mundo no es justo y yo no soy apreciada, considerada o empatizada. Y no debería esperar nada de nadie, pero es inevitable tener ciertas expectativas en cuanto a las personas a quienes quieres, a quienes te has dedicado y a quienes has tratado lo mejor que has sabido, con todo el calor del corazón. Es inevitable querer que cuanto menos te aprecien y sean conscientes de lo que haces por ellos y se comporten de acuerdo a eso, si es que te corresponden en algo a ese cariño.

Por eso, hoy me he hundido más aún, hoy estoy más triste, hoy no encuentro consuelo. Aunque sé que el tiempo me calmará, hoy sólo tengo llanto, pena, desespero. Me siento casi inexistente, totalmente prescindible, como si cualquiera quisiera olvidar que estoy viva. Y además me siento idiota por tener aún hoy estos sentimientos por causa de quien me ha demostrado no merecerlo.

Al fin y al cabo, debería saber que en el desierto lo extraño es encontrar agua.

martes, 5 de enero de 2010

De nada sirve autoengañarme

Tras unos días de aparente paz, compruebo que pese a intentos de autoengaño para convencerme de que estoy mejor, la procesión sigue por dentro. Me pregunto por qué duele tanto y no obtengo más respuesta que porque fue el centro de mi vida durante mucho tiempo, y aún seguía dispuesta a que lo fuera de no haber sido por su empeño en dejar de serlo. El daño que sufrí durante toda la travesía sólo yo lo sé y sólo yo lo revivo cada vez que veo la diferencia de actitudes. Y aún hay quien se extraña de que vea todo desde el agravio comparativo, pero no es que yo lo vea, es que está ahí, como una luz perpetua, iluminándolo todo. ¿Acaso soy yo la única en verlo? Mierda.

¿De verdad es sólo resentimiento lo que tengo dentro y no hay un ápice de objetividad? Yo creo que objetividad hay mucha, en serio. Es frustración, es fracaso, es resentimiento, es envidia, son celos; en resumen, es mierda. Mierda para hartar y para aburrir. Mierda de la que quieres salir pero es como arenas movedizas. Mierda que te rodea y no ves el final. Prepárate, por que el duelo va a ser muy largo, por mucho que tú quieras verte mejor de lo que estás para no ver lo mal que en realidad te encuentras: herida, dolida, resentida, envidiosa, celosa, rota, agotada, apática... Y en mi cabeza resuena una y otra vez una pregunta lejana: ¿Estaré siguiendo el camino adecuado? Difícil saberlo. Hago las cosas como buenamente puedo. Sólo sé que por ignorarla la mierda no se va, se lleva dentro, esperando salir como de una olla a presión y salpicar a quien se deje.

¿Y quién tiene la culpa? A veces dudo de esto. Vuelvo a verme en situación una y otra vez y siempre opto por lo único que podía hacer. Demasiado aguanté, demasiado paciente fui, demasiado bien me porté... Pero entonces, ¿dónde está mi satisfacción?, ¿por qué sólo tengo un doloroso castigo? Y si fuera esta la única vez..., pero es algo recurrente en mi vida: hacer las cosas lo mejor que sé, y darme de bruces contra un muro de dolor, sea por el motivo que fuere y en el aspecto que toque, cada vez. Si hay un culpable, todo es más fácil, pero ¿y si la culpable fuera yo por no ser como debiera? Quizá la bondad y sinceridad en este mundo están mitificadas y para moverse por él es mejor un equilibrio entre bondad y maldad, y sinceridad y mentira.

En mi casa hay una bonita colección de calabazas, cosechadas, como dije antes, en muy distintos aspectos vitales. Alguna vez di yo alguna. Alegaré que llegué a esto de un modo inconsciente, aunque no creo que importe en el dolor del destinatario. Ya me tocó mortificarme, ya me remordió la conciencia, ya empaticé con el daño ajeno y lo pasé realmente mal (supongo que no tanto como el receptor). Lo hice lo mejor que pude, seguí tratando a esa persona lo mejor que supe, con todo mi corazón y anteponiendo su bienestar a mi comodidad egoísta, pues era lo mínimo que podía hacer después de haberla herido, aunque nunca lo pretendiera. Ahora, ya me cuido también más de herir sin pretenderlo, pues conozco mejor el terreno donde piso, y si creo que va a hundirse, mejor me quedo quietecita. Yo, sin embargo, en este momento me siento menospreciada, ninguneada, desplazada en favor de alguien nuevo y desconocido, bendita justicia divina.

Y no es que quiera erigirme como heroína del saber estar, de la justicia y similares, o ser una mártir para la causa. Sólo digo que siempre intenté ser consecuente conmigo misma y actuar de acuerdo con lo que la conciencia me dictó para ser justa con los de mi alrededor y tener paciencia cuando se requería, si es que ello significaba la promesa de algo digno.

¿Y de qué sirve mirar atrás? De nada, pero es que por mucho que quiera mirar hacia delante, no soy nada sin mi pasado, porque el pasado lo tengo presente, y por eso estoy llena de dolor ahora mismo y adivino que lo estaré, por mucho que no quiera.

¿Anestesia? Pues no es que la vaya buscando desesperadamente, pero a veces la he podido encontrar. Eso sí, nunca ha sido la cantidad que quise, es imposible. Y si la vuelvo a encontrar, la aplicaré, claro está.