sábado, 31 de julio de 2010

Pensamientos pasados: 14/07/2010

Un hormigueo, emoción y sobredosis de azúcar. La emoción se transforma en ilusión, por mucho que intente convencerme de lo contrario. Desconozco el terreno que piso, aunque intento orientarme. Es difícil cuando las señales inducen a confusión. No me gusta abandonarme a las emociones porque tengo miedo al sufrimiento. Intento ir con pies de plomo, afianzando cada paso, pero sentir es inevitable, al menos yo no conozco la manera de poner freno a lo que llevo dentro. Quisiera ser más sabia, o al menos más desconfiada, para protegerme, pero lo único que me sale es la sinceridad. Es por cosas como esta por las que me intento autoconvencer de que estoy mejor completamente sola, pero no termino de conseguirlo.

Había pasado ya suficiente tiempo como para ilusionarme de nuevo y simplemente surgió. Apareció un desconocido con potencial, alguien que mostró interés y que interesaba. La cosa no hacía plantearse nada hasta un exceso de atención, sobredosis de azúcar. Incredulidad pero grata sorpresa y posterior aceptación. Ilusión, respuesta en igual medida y de repente nada, vacío. Incertidumbre, indicios difíciles de interpretar, impotencia, intentos de aclarar qué ha pasado y cuál es la situación sin hallar respuesta alguna al otro lado. Al final, es más prudente abandonar un juego que se desconoce y donde no se quieren dejar claras las instrucciones. Puede comenzarse de nuevo, pueden explicarse las reglas o puede perderse para siempre, en cualquier caso ya no está en mi mano. Es lo más sensato.

Pero para este viaje no hacía falta tanta alforja, que yo nunca pedí nada y para ilusionar y luego que se venga abajo esa ilusión, casi mejor te ahorras lo primero... Aún no encajo cómo alguien puede cambiar radicalmente su conducta de un día para otro, si todo era una táctica o engaño desde el principio (cosa que me resisto a creer, pues no soy tan malpensada y además sería muy maquiavélico) o si algo pasó a su alrededor que le hiciera virar. También puede que captara mal las insinuaciones posteriores, pero tampoco tendría demasiado sentido. En cualquier caso, quisiera saberlo.

Mi principal defecto en estos casos es que veo a los demás como un puzzle donde tengo que lograr encajar las piezas, tengo que resolverlo para poder quedar en paz.

Pensamientos pasados: 10/07/2010


Para quien no lo sepa, Pavlov era un tío muy listo que experimentó con perritos (qué le harían los pobres) y a su descubrimiento lo llamó reflejo condicionado. El colega se preguntaba si una respuesta inconsciente del organismo podía asociarse a un estímulo externo que a priori no tuviera nada que ver con esta respuesta. Así consiguió, tras exponer a sus perros al sonido de una campana cada vez que les servía comida, que éstos terminaran salivando (y echando jugos gástricos) simplemente con oír el sonido y eliminando el estímulo directo.

Cultura general aparte, hace años leí un artículo sobre etología, o como algunos lo llaman, psicología animal. Cada animal, y especialmente si se ha criado con los de su especie, posee un aconducta instintiva prefijada, lo que les lleva a comportarse de una determinada forma en cada situación, y lo que también les influye en su mayor o menor facilidad para incorporar en su código una u otra conducta adquirida. Aunque pueda parecerlo y nosotros tendamos a personalizarlos, no dejan de ser animales movidos por instinto. De la misma forma que no podemos esperar que un niño deje de repetir un mal comportamiento si le reímos la gracia, tampoco se puede esperar que un perro obedezca si een nuestro modo de comportarnos está leyendo alto y claro que él es quien manda, el jefe de la manada. Así luego pasa que cuando se vuelven viejos y cascarrabias nos extraña que nos muerdan y lo asociamos a que "no nos quieren", cuando lo que pasa realmente es que por viejo se ha vuelto menos permisivo con nuestras tocadas de huevos y falta de respeto hacia él, que es el líder.

Pues bien, tras mi larga carrera como socióloga y antropóloga puedo afirmar sin temor a equivocarme que hombres y mujeres pertenecen a especies distintas, con diferentes patrones de conducta, pues es la única manera de explicar coherentemente que no nos entendamos y que generemos tanto desconcierto en el sexo opuesto. Yo muchas veces me siento como esos perritos, que al principio no esperaban oír una campana pero que, a fuerza de repetirlo, aprendieron a esperarlo. Al final nos acostumbramos fácilmente a cualquier cosa, especialmente si nos agrada, para luego ponernos a salivar sin recibir la comida, con los desajustes fisiológicos que ello conlleva.

viernes, 2 de julio de 2010

Identidad

Hace cosa de año y pico me encontré a mí misma. No es algo extraordinario, cada cierto tiempo me pasa, es inevitable, y además me acaba gustando. En esa ocasión me encontré en mi segunda adolescencia, pero aprovechándola mejor, que la primera fue más un sinvivir que un período de aprendizaje y experimentación (¿o eso se hace en la post-adolescencia?).

Hace poco he vuelto a encontrarme, a centrarme en mí, a reorganizarme y sosegarme. Un momento, ¿sosegarme? Bueno, sí, en muchos aspectos, pero sin embargo parece que esté despertando en mí un monstruo dormido al que yo no conocía, o al menos, no había visto. Me encuentro un poco desaforada y ahora mismo no sé si es mi verdadera naturaleza, a la que no dejé salir antes, o simplemente se trata de la etapa que no tuve la vez primera y que ahora reclama su sitio.

No sé dónde ni cómo ubicar esta nueva faceta de mí misma, no sé aún si se quedará y se hará la dueña y señora dejando otras de lado o desterrándolas para siempre. ¿Qué es lo que me preocupa? Pues que con 30 años mi persona debería estar ya del todo formada y ser bien conocida y, sin embargo, me pregunto si todo esto no será más que otro tópico de esos que sirven para encorsetarse y reprimirse... Casi mejor voy a dedicarme a vivir, que lo otro ya lo he probado y no me satisface demasiado. Pero aún así, ¿y si esa niña inocente, tímida y algo pícara con la que me identificaba plenamente diera paso a otra más despreocupada y hedonista? Seguramente no estaría nada mal, pero me da miedo no reconocerme y quedarme un poco perdida por el camino sin saber dónde agarrarme por no haber pasado por allí antes. Quizá sí esté mayor para estos trotes...

Pese a todo, pese a las vueltas que pueda dar todo esto en mi cabeza, sé que debo dejarme llevar por mi instinto y mis sentidos, porque ya llevo mucho rodado como para seguir negándome a mí misma el experimentar la vida.