jueves, 29 de octubre de 2009

La huída de noche

Cada noche huyo del presente y del pensamiento en el futuro, huyo de mí misma. Necesito evadirme de la realidad de cualquier forma posible, y por eso no duermo. Ojalá durmiera.

Durmiendo escaparía del mundo real para sumergirme en el sueño, no sé si mejor o peor, pero seguro, pues cada mañana (o al menos cada día) uno despierta y ve que ya pasó, que ya acabó, a veces a su pesar. Pero el momento de mayor consciencia de uno mismo es el previo al sueño, el que yo trato de evitar, pues mi realidad hoy por hoy no es la que yo quisiera, la que yo quería ni la que yo quiero. Y el futuro, al menos el futuro inmediato, tampoco es muy alentador.

Quisiera ser más optimista, pero cada vez que me vuelvo optimista, que es mucho más a menudo de lo que puede parecer, acabo de golpe en el suelo y me hago mucho daño.

Al parecer mi problema (uno de ellos) es que soy demasiado sensible tanto a lo bueno como a lo malo, así que me ilusiono enseguida y me dejo llevar por la euforia, pero igualmente me hundo rápidamente cuando llega el jarro de agua fría y me vuelvo pesimista.

Pero todo acaba, tanto la euforia como el pesimismo, es cuestión de tiempo y voluntad para cambiar. Puede tardar más o menos, pero acaba.

Hablar sola

Eso es lo que realmente hago aquí, hablarme a mí misma. Sin embargo, sé que hay gente que lee mis pensamientos. Nunca pretendí ocultarlos, sino compartirlos. Por eso os pido, a aquellos que me leen, que comenten lo que quieran, tanto si es positivo como negativo. Y es que, muchas veces, una echa de menos la conversación, y más cuando pasa por momentos duros, como ahora.

No pretendo ni espero que dejéis ánimos, más bien lo contrario, deseo un contrapunto, una opinión externa, pues en ocasiones una está demasiado ensimismada y olvida cómo era la realidad.

Recuerdo aquellas tardes y noches de botellón en las que debatía con quienes me rodeaban sobre cualquier tema trascendental con el ánimo encendido de quien disfruta del alcohol en buena compañía. Y lo echo de menos. No el alcohol, no, sino el debatir de cualquier tema animadamente, compartir intereses, hablar de lo humano y lo divino como quien bebe agua.

A veces me pregunto cómo he acabado tan sola como me siento. La conclusión depende mucho de mi estado de ánimo. Cuando soy realista, me hago cargo de lo cambiante que es una vida, de que una amistad es cosa de dos, y aunque uno la cultive morirá si el otro deja de regar. Cuando estoy apagada simplemente veo un espejismo de alguien que al parecer ha llegado a resultar odiosa cuando creía ser lo contrario.

Sí, a veces necesito de los demás, por mucho que me cueste y por mucho que me intente aislar para negarme a mí misma que necesite a nadie.

jueves, 22 de octubre de 2009

¿Quién soy?

La mayor parte de mi vida la he pasado bajo la batuta paterna. Padre y madre dirigían mi vida y me orientaban hacia el camino correcto para llegar "adonde yo quisiera". Al irme de casa, intenté buscarme, pero aunque apuntaba maneras, lo cierto es que aún estoy bastante perdida. Y ahora, vuelta a casa de nuevo, aunque esta vez los límites están más expuestos, pues soy más consciente de mí misma.

Pero, ¿quién soy?

Siempre he tenido más o menos claro lo que cualquiera podría esperar de mí ya que era una persona con los pies en la tierra, responsable, con sentido común, ¿madura?, y quizás algo rebelde, pero siempre dentro de unos límites aceptables. Lo normal, quizá, hubiera sido el convertirme en una joven brillante científica, pero en el punto álgido del pastel, o sea, la Selectividad, estaba tan sumamente estresada y agobiada por lo que debía hacer que mi alma y mi ánimo estallaron al unísono y, con el pánico provocado, no pude ir al examen. En cierto modo aquello fue un desafío a mí misma, a la cara que tenían de mí los demás, ya que nadie se lo hubiera podido esperar. Tuve un enorme cargo de conciencia, pero al tiempo era como si me encontrara al borde del abismo y me obligaran a saltar, pensando todos que yo era tan valiente como para tirarme. Al no hacerlo defraudé a los "espectadores", pero también mí misma. Ese gesto, del que nunca me sentí orgullosa, me definió un poco más.

Desde entonces todo ha continuado siendo una búsqueda de mi yo auténtico. Pero yo no podía ser justo lo contrario a lo que me marcaban que fuera, y seguramente lo que tenía marcado tampoco era yo, con lo que la investigación pintaba realmente complicada.

Hoy sigo intentando discernir la silueta que me dice quién soy, confundida entre lo que creen que soy, lo que me dicen que sea, lo que quiero ser... Por eso mis vivencias llegan con retraso, porque nunca antes me di esa oportunidad de buscarme, nunca me pregunté si la que daba la cara era realmente yo.

Hoy me quedan muchas cosas por vivir, sensaciones que antes no me permitía experimentar simplemente porque no era propio de mí o porque ya estaba advertida de que sería un error o un completo fracaso.

Por todo ello, si me veis haciendo algo que os choca, si observáis que pese a mil advertencias voy derecha contra una pared, bienvenidas son todas vuestras opiniones, amigos míos, pero tampoco os extrañe que quiera ser yo quien lo viva en mi propia piel, porque nunca antes me permití experimentar por mí misma, y lo que esas sensaciones me produzcan será lo que me ayude a encontrarme y saber quién soy en realidad.

viernes, 9 de octubre de 2009

La ciencia española no necesita tijeras

Voy con un día de retraso, pero es que me he enterado hoy del tema.

No al recorte de presupuesto para I+D, no a parar el desarrollo de un país, no a que los jóvenes científicos tengan que exiliarse buscando un panorama más acogedor para poder hacer un bien a la humanidad. NO.

Basta de juegos ya, basta de excusas, basta de crisis. Que recorten el ladrillo que es lo que ha causado que estemos así. Y si no, que me dejen a mí la Moncloa, porque ¡¡¡tan mal no puedo hacerlo!!!