jueves, 2 de julio de 2009

Humanidad

El ser humano está mal diseñado. Estamos hechos de forma que lo más fácil es que seamos infelices.

La vida, en teoría, es muy simple: nacer, crecer, emparejarse, reproducirse, y en el caso de las personas, estudiar y trabajar para lograr un dinero que haga posible todo eso. Cuanto menos se piense, mejor, pues quedaríamos plenamente satisfechos con nuestras funciones vitales, tal y como quedan el resto de los animales que están sobre la tierra. Un poco de cariño aquí, algo de comida allá, sexo del bueno y la realización del sueño que no sería otro que tener descendencia.

Sin embargo, no; tuvimos que complicarnos la existencia pensando demasiado, teniendo un cerebro privilegiado con el que dar vueltas al sentido metafísico de nuestra existencia mientras en él quedan grabadas todas nuestras vivencias a fuego, de forma que dan lugar a traumas, complejos, carencias, ideales, sueños, etc. Todo ello nos hará emprender una búsqueda a la que no siempre es posible poner fin, puesto que no siempre hallamos lo que buscamos, y tampoco siempre sabemos qué buscamos.

Lo que es peor de todo ello es que no pasa en un solo individuo, sino en cada uno de la especie, de forma que la interacción entre nosotros resulta muy compleja. Influimos en los demás aunque no queramos, del mismo modo que los demás nos influyen aunque no quieran, y con ello volveríamos al párrafo anterior, el de a qué dan lugar nuestras vivencias. Pero aún se complica más si hablamos de que dos personas se junten. Para ello tiene que haber química entre ellas, ambos tienen que estar muy dispuestos, tienen que ser compatibles en gran multitud de aspectos y además renunciar a parte de su individualidad, puesto que además de ellos mismos, deberán preocuparse del que está al lado suyo y de sus reacciones. Y de nuevo, volvemos al párrafo anterior, porque esto es el cuento de nunca acabar.

Total, que al final, para ser feliz no hace falta gran cosa, siempre que tu mente se conforme, claro.

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