lunes, 21 de noviembre de 2011

Carta

Nada nuevo diré que no sepas ya. Mientras otros lo adivinaban, yo, quizá por tener la cabeza llena de pájaros, no lo vi venir, llegó de repente para quedarse. La felicidad absoluta fue breve pero intensa. No puedo creer que haya acabado, apenas un par de semanas... Recordarla me hace daño ahora que ya no la tengo. Estar contigo es como un bálsamo que me calma y me evita pensar qué podría hacer si te perdiera, cómo llenaría ese hueco que dejarías, porque aunque no lo creas sería muy hondo... Por eso después de estos días estoy más calmada, como el enfermo que toma su medicina y que espera que no vuelva a aquejarse tan fuertemente hasta que le toque la próxima dosis.

La inseguridad me trastorna, el menosprecio me hiere tan profundo como una espada insertada de lado a lado. ¿Por qué tuviste que hacerlo?¿Porqué no me hiciste caso?¿Por qué esos cambios de opinión, a mi favor y luego en mi contra? No paro de martillear mi cabeza con preguntas sin respuesta porque sólo puedo elucubrar teorías sin probar y ninguna me gusta. No me gusta que te diera igual mi sufrimiento en favor de otra, no me gusta que prefirieras mi enfado al de ella, no me gusta que no tuvieras en cuenta tu relación conmigo en ese momento, probado decisivo. Me hace daño, mucho. Todo ello me hace verme estúpida por sentir lo que siento, me hace verme inferior respecto a alguien que no debería estar en el mismo escalón para ciertas cosas, me hace verme perdida y perdedora de esta batalla. Y sin embargo, aquí sigo, con mis brazos abiertos pese a todo, intentando que veas quién soy y por qué me elegiste hace ya algún tiempo, queriendo que todo lo que ha pasado entre tú y yo tenga algún sentido, signifique algo.

Pero ahí estás tú, junto a mí, lo que me da esperanza y me reconforta, lo que me hace mirar hacia delante y no tirar la toalla, lo que me hace seguir junto a ti porque quiero sentirme a gusto a tu lado, quiero disfrutar contigo mientras aún pueda... Ojalá fueras capaz de ver mi alma y supieras que esto es real. No puedo entregarme más ni abrirte más mis brazos, no puedo darte más de lo que soy, aunque quisiera ser más para ti. Me dices que en el fondo te das cuenta, pero sigue habiendo reparos. La esperanza me hace seguir adelante sin desmoronarme mientras el miedo se apodera de mí como una sombra siniestra. Quisiera poder darte la paz que necesitas, que pudieras leer en mi corazón. Darte fuerza para no mirar atrás, para poder estar conmigo y quizá, un día, quererme. Qusiera borrar estos días de mi mente.

Las dos caras del espejo: mucho que perder frente a mucho que ganar, el amor y la pasión frente al sosiego del camino ya recorrido, el dolor de una daga frente a la posibilidad de ser defraudada. Las dos caras enfrentadas de una misma moneda, un nexo común pero nada que compartir. Ojalá pudieras quererme.

No sé muy bien qué guardo en mi interior que le gusta tanto al sufrimiento, que me persigue una y otra vez. Por eso suelo decir que la vida no es justa y que no existe el karma, ni es cierto que el tiempo pone a cada cual en su lugar. No lo creo, no lo he visto. Estamos guiados por la entropía del universo, todo es casual y por eso debemos intentar trazar un camino ideal, porque el mundo ya se encarga de poner las piedras a nuestro paso. No, no creas que el futuro es una ciencia exacta, no hagas planes pensando que se cumplirán, sobre todo cuando dependen también de otros. ¿No has visto que las personas somos imprevisibles? Tú mismo decías no sentir algo que luego despertó de repente. Esas cosas pasan. A todos. El futuro se construye día a día desde el presente porque nadie puede prever el huracán hasta que no está al lado y por muy prevenido que se esté, es en ese momento, sobre la marcha, cuando actuamos de forma decisiva. No pongas una venda donde no hay herida, porque puede que nunca la haya. Tírate de cabeza a la piscina si te gusta que tu piel roce el agua, porque sabes que el agua está ahí, la estás viendo. No pienses en dentro de meses, piensa en mañana, porque día a día y mañana tras mañana van pasando los meses y los años, y así es como todo va llegando.

No te puedo hablar de un futuro incierto, sólo te puedo hablar de mañana. Y mañana seguiré ahí, semana tras semana si tú quieres, mes a mes, cuidando la hierba que vaya creciendo para que no se seque ni se pudra, ni se contamine. Esta es mi única garantía, pero te prometo que siempre se me ha dado bien cultivar sentimientos.

jueves, 6 de octubre de 2011

Valer la pena

Me da miedo pasar por la vida de puntillas terminando no ser nadie. Para mí cada persona con la que interactúo es importante en mi vida, pues de lo contrario, dejo de interactuar con ella. A veces me pesa haber dejado gente atrás y me pregunto por qué llegué a tal punto, y siempre es porque uno de los dos, o ambos, así lo decidimos. Normalmente en estos casos, no se llegó a intimar o hubo una ruptura de la relación por algún acontecimiento lo suficientemente importante. Suelo estar abierta a cualquiera, y suelo tocar a la puerta de cualquiera que me caiga bien también. Raro es que alguien me caiga mal de primeras, por lo que intercambio diálogo hasta que conozco lo suficiente para saber qué me aporta cada cual. Aún así, mi puerta sigue abierta para reenganches siempre.

Me da rabia llevarme mal con la gente que considero que vale la pena, e incluso con la que me es indiferente. No me gusta que tengan impresiones sobre mí que no se ajustan a la realidad. Esto me acarrea demasiados disgustos, mucho más sabiendo que, aunque me amoldo bastante bien, tengo un carácter fuerte y adoro intercambiar opiniones y llevar la razón, soy muy cabezona. Sin embargo me dejé la picardía y la maldad en algún lugar por el camino, y quien ha llegado a conocerme sabe que bajo esa capa de aparente conocimiento, espabile y orgullo, de parecer venir de vuelta de todo, se esconde una persona introvertida a la que en varios aspectos le faltan hervores, bastante inocente y confiada.

Soy demasiado directa y sincera, muchas veces abro la boca cuando no toca y me arrepiento según me oigo. Los años me han dado cautela, pero lo que es sale siempre a flote. Me implico en todo lo que hago, ayudo todo lo que puedo. Una vez alguien me gana, me doy entera porque no sé hacerlo de otra forma. Por eso es tan fácil herirme y dejarme tocada.

Lo digo siempre: yo no vivo en este mundo, vivo en otro paralelo, que se parece a este pero está muy idealizado en mi cabeza. Por eso hay tantas cosas que me parecen ilógicas y escapan a mi comprensión. Y mi naturaleza es intentar comprender todo, empatizar con todo el mundo y sentirme culpable, eso sobre todo. Es muy fácil conseguirlo, hasta si no es lo que se propone.

Sé que es raro que hoy en día la gente sea así, que no tenga dobleces, que sea transparente, que haya solo lo que se ve, que tenga tanto desconocimiento de cómo funciona el mundo, siimplemente por asumir que es como en su ideal. Así que es común también que me sienta fuera, ajena a muchas cosas, tenga miedo de la exclusión, de malas interpretaciones, de hablar más de la cuenta y cuando no toca, de que equivoquen mi intención... Pese al aspecto de dureza, soy demasiado blanda y cuando todo me supera suelo romper a llorar. Soy muy pesada, temo ser olvidada como el perro que hace gracia el primer día y luego no pasa de ser un mueble más.

No creo que esto sea demasiado interesante, ni que tan siquiera pueda ser de utilidad para alguien, simplemente este es mi espacio de esparcimiento, de reflexión, de ser sincera conmigo misma y de tratar de desahogarme para poner en orden mis ideas. También es lugar para mi egocentrismo, ¿por qué no decirlo?

Últimamente estoy pensando, por mi modo de comportarme y de vivir lo que me rodea, que mi última experiencia de pareja me afectó mucho más de lo que pensaba, y que aún arrastro secuelas de las que no soy consciente. Mi relación con el sexo opuesto, sea del tipo que sea, siempre ha sido "especial", poco común, pero ahora es cuando más perdida ando, pues pese a estar segura de mis pasos, enseguida dudo de todo y acabo haciendo prácticamente lo contrario de lo que pretendía en un principio. Los resultados mejor no los comento. Soy torpe para las relaciones sociales, quizá demasiado infantil y dependiente, y esto ya no es el colegio ni el instituto. Pero como dije, nadie me preparó para el mundo real, sino para uno ideal que no existe.

Ahora, me enfrento a mis meteduras de pata que, aunque no sean adrede, tienen consecuencias reales en la gente que me rodea y, por tanto, revierten en mí. Pero lo que me cuesta es perdonarme el hacer daño gratuito sin pretenderlo, aunque por desgracia no es una experiencia nueva. Eso es lo que me escama y es una doble preocupación: por el otro y por mí. A veces no me soporto y creo que no soy buena para nadie, pero no estoy preparada para vivir sola, necesito gente a mi alrededor, necesito de aquellos a quienes aprecio, sentirme apreciada por ellos de forma desinteresada, necesito sentir que valgo la pena.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La fe

No es algo de lo que se hable entre personas adultas hoy en día, a no ser que que se trate de personas muy devotas o surja entre amigos cercanos. En este país hablar de fe suele ser un tema tabú. Se puede hablar de la Iglesia, de la religión, etc., pero la fe es un tema que mejor hay que evitarlo para no mirar a ése de forma rara o ser mirado de la misma manera. Probablemente habrá mucha gente que ni se lo plantee, ya sea por asunción o por ausencia. Plantearse uno la fe suele dejarse para filósofos y religiosos, porque sinceramente creo que no habrá mucha gente que se plantee el origen de su propia existencia o el sentido de su vida.

No creo que la mayor parte de los que asistieron a las JMJ se haya planteado alguna vez algo así, por lo que realmente su fe no tiene valor ni sentido. Cuando somos niños, creemos y asumimos todo lo que nos dicen, y según vamos creciendo contrastamos la información, decidiendo si aquello que nos contaron se ajusta a la realidad o no. Por naturaleza todos los seres son escépticos y temerosos y conocen mediante prueba y error y mediante la observación de lo que les rodea. La curiosidad es otro elemento fundamental a la hora de estimular el conocimiento, pues sin ella nunca seríamos los típicos niños preguntones que fríen a todo el que les rodea, sobre todo a ciertas edades. Poco a poco la reflexión y el pensamiento van tomando forma y se convierten en sed de conocimiento, y esa sed no se sacia con postulados universales concebidos para creerse a pies juntillas. El "esto es así porque lo digo yo y basta" sólo crea más desasosiego que hay que calmar. Y esto, no sólo lo digo yo, pues la doctrina católica está llena de santos que encontraron su camino y su verdad tras vivir y ver distintas opciones. Sin embargo, la Iglesia Católica, se regocija y aplaude, y prefiere a aquellos quienes toman el axioma sin preguntarse sobre él, simplemente porque si sembraran la duda, si aplaudieran el escepticismo, podrían perder a todos aquellos adeptos que reciben los dogmas y los cumplen a rajatabla, que además son mucho más manipulables que quienes acostumbran a reflexionar sobre todo lo que les llega. Afortunadamente, existen quienes siembran la duda, estimulan el conocimiento y el pensamiento crítico dentro de la propia Iglesia. A veces me pregunto cómo aguantan dentro de la organización, porque poco tiene que ver su espíritu con el de la gente que la controla. A lo largo de mi formación primaria y secundaria tuve distintos profesores de religión con distintos conceptos sobre la misma. Es sabido que todos los docentes de esta materia son elegidos y aprobados por la misma Iglesia, quien les considera aptos para transmitir el conocimiento sobre la doctrina católica. La mayoría de ellos se limitó a contarnos lo que hacía la Iglesia por el mundo y cómo se es un buen católico. Una profesora nos dio una introducción a los dogmas de las demás religiones monoteístas del mundo (no sé si entraría en el programa o era cosa suya, la verdad), pero mi mejor profesor de religión fue el de mis dos últimos años de BUP. La clase era de religión católica, pero en sus clases no se hablaba de religión ni de la Iglesia se hablaba de valores y de moral y nos hacía pensar y debatir. La gente se tomaba a cachondeo estas clases porque la calificación dependía de la actitud y el trabajo diario, no hacía ningún examen, y claro, ya se sabe cómo van estas cosas. Corría por ahí el bulo de que era ateo, simplemente porque en sus clases rara vez aparecía la palabra "religión" o "católico", pero ni lo era ni lo es. Su manera de ver la religión era abierta y transmitía eso mismo a los demás. Antes, tuve que agradecer también que la parroquia donde hice la comunión tenía este mismo modo de acercar la religión, y entonces era yo bastante más niña. En la catequesis sí que hablábamos sobre Jesús, claro, pero debatíamos y, sobre todo, no nos aleccionaban sobre el pecado como si cualquier disfrute de la vida lo fuera. Al contrario, la confesión antes de la comunión fue más una declaración de principios y de objetivos que no un arrepentimiento de los posibles pecados que pudiera cometer un niño, que es lo que éramos, en definitiva.

Sin embargo, vuelvo mi foco hacia la ICAR y veo lo que son, como organización, y no me identifico en absoluto con ellos. Podría llamarme católica no practicante (atendiendo a mi bautismo, lo soy), pero en realidad no comparto el modo en que la Iglesia se acerca a la gente. Para mí, todo en este mundo merece reflexión, pues sin ella nunca nada se podrá apreciar como merece.

viernes, 19 de agosto de 2011

Habemus Papam

La Jornada Mundial de la Juventud ha revolucionado Madrid. Hay gente que está encantada con el evento, hay otra que está molesta y un tercer sector que está más bien harto. A priori, esta clasificación tendría que ver con que el individuo profesase o no la fe católica, pero no es así, sino que está más bien relacionado con el tener o no cierta actitud crítica con el mundo que nos rodea. Siempre se cree que el ser más o menos religioso tiene que ver con esto último, y normalmente se acierta, pero la excepción en este caso es bastante grande. También es grande la excepción que agrupa al que no es religioso y sin embargo el acontecimiento en cuestión se la pela, o directamente se siente molesto cuando otros lo critican, aludiendo a la libertad de expresión o libertad de culto. Razones tampoco le faltan, porque vengo observando, incluso en mí misma, cómo el hastío y la impotencia muchas veces se traduce en pagar el mal humor con el menos responsable, en este caso, con los seguidores de las JMJ, es decir, los peregrinos llegados de medio mundo para seguir la fiesta. Pero bueno, esto sí que puede ser generalizado: pocas veces se salva alguien consecuente que esté molesto con algo y no acabe hasta el último pelo y por ello tomándola (aunque sea verbalmente con su grupo de allegados) con quien menos culpa tiene. Este proceso es el mismo que hace que en Madrid se tenga bastante mal concepto de los catalanes y viceversa.

Tenemos, por un lado, al madrileño de a pie, bautizado y creyente de BBC al que le importan tres cominos la Iglesia y su doctrina, pero que sin embargo se ha casado o piensa casarse por ceremonia religiosa porque "es bonito" o para "seguir la tradición". A éste que venga el Papa o no se la suda, refunfuñará un rato quizá por el dinero que se gasta el gobierno, pero estará también convencido al rato de que los fieles se dejarán también una importante suma. A e él lo que realmente le jode es que se esté trastocando la ciudad, hayan cortado el tráfico en una zona que le afecta, aunque sea de refilón, y le toca la moral que casi dos millones de extranjeros estén paseando por Madrid uniformados y haciendo gala de su país como si fueran abanderados olímpicos. Realmente no lo entiende, pero tampoco le molesta tanto, no le ocupa demasiado el enfado que pueda causarle.

Quienes critican la JMJ lo hacen por distintos y múltiples motivos. Quizá el más frecuente sea la hartura de que estado y religión sigan unidos, siendo éste un país constitucionalmente aconfesional, a razón de un Concordato que persiste y se queda indefinidamente gobierno tras gobierno. Otro motivo, que quizá comparten menor número de personas es una actitud crítica dentro de la misma Iglesia Católica, de forma que no ven con buenos ojos el desembolso de una gran cantidad de dinero con una crisis mundial de por medio, o que quienes patrocinan y ayudan en la financiación de este acontecimiento son precisamente quienes han contribuido a crear esta crisis o quienes no tienen interés en pararla. Además, todo este dinero y asistentes podría contribuir a frenar la muerte de millones de personas de países del África negra, en vez de a festejar en tiempos poco propicios.

El otro día acabé por casualidad con la tv en Intereconomía, y a la manifestación laica de protesta contra la JMJ le llamaban la "manifestación antisistema". Se me revolvieron las tripas. Me costó un rato hacer entender a un amigo el por qué tal calificación era falsa y tenía como único objetivo la manipulación y contaminación mediática. Me decía que si ellos se manifestaban contra algo que hacía el gobierno (por tanto, el sistema) no era desacertado calificarla como antisistema. Mi réplica intentaba hacerle ver que no se puede extrapolar la calificación de antisistema, que es una persona que está contra el orden establecido (social, económico y político) a alguien que simplemente se manifiesta contra un hecho puntual. Le puse el ejemplo de la gente que se manifiesta contra el aborto, que no es precisamente antisistema, y que aunque sí puede haber gente de colectivos antisistema en muchas manifestaciones contra hechos puntuales, eso no convierte al grueso de manifestantes en antisistema ni al motivo de la manifestación tampoco.

Por otro lado, quisiera que este país fuera realmente aconfesional y que este tipo de eventos fuera pagado sólo por la gente que profesa la religión en cuestión y se siente dentro de ese colectivo. No olvidemos que no se trata de una visita de Estado para tratar temas políticos y relaciones entre España y el Vaticano, es una visita extraoficial para un encuentro entre un líder religioso y sus fieles. En Alemania, por ejemplo, los temas religiosos son pagados únicamente con dinero de personas que se califican a sí mismos como seguidores de esa religión, están censados y una parte de sus impuestos van para ella, que los administra como necesite. En España, la Iglesia Católica es la única que goza de ciertos beneficios como régimen especial de retención de impuestos, cesiones de terrenos, enseñanza en escuelas, etc. Va un abismo de una situación a otra.

Quiero dejar claro que mi postura, como la de tantos otros, es la de la libertad y no la imposición. No tengo nada contra quienes creen y siguen a la Iglesia Católica. Aunque no esté de acuerdo con ellos, sí lo estoy contra que me impongan sus creencias o quieran que se las sufrague con mis impuestos, mucho más tal y como está la economía, española y mundial.

Desde aquí, invito a la reflexión a todo aquel que me lea en lo concerniente a este tema, ya que hasta los curas de base discrepan de la posición oficial de la Iglesia a este respecto (no al Concordato, por supuesto, pero sí al resto).

miércoles, 22 de junio de 2011

Las distintas dimensiones

A veces creo que existen dimensiones que sólo algunas personas son capaces de ver. No me estoy refiriendo a nada que tenga que ver con la esquizofrenia, sino a algo mucho más simple: es fácil hacer un dibujo en dos dimensiones, pero cuando se añade una tercera, la cosa cambia. Unos son capaces de adaptarse rápidamente, otros requieren más tiempo y otros nunca acaban de ver la tercera dimensión. Representar un vector en el eje del plano es fácil, pero al añadir a X e Y el eje Z, la cosa empieza a ser peliaguda, sobre todo si además te aseguran que es indistinto dónde se ponga cada uno, e incluso que pueden girar. Hay quien nunca llega a poder dibujar un poliedro en perspectiva caballera o por más que se lo imagine, para él las moléculas siempre serán planas.

En otros ámbitos vitales sucede exactamente lo mismo. Sucede que algunos, por más que lo intenten, no saben diferenciar entre la inocencia y la tontuna, la inteligencia y la malicia, la intención y el resultado, el amor y el deseo, la amistad y la subordinación, la sinceridad y el desprecio, el querer y el usar, la empatía y la gilipollez, el respeto y la cobardía, y una amplia lista que podría prolongar varias líneas más. Podría compadecer a estas personas que ven el mundo desde un único prisma, bien por incapacidad o bien por no querer complicarse, por todo lo que se pierden en el camino y por lo que desprecian a su paso, pero en realidad no lo hago. No lo hago porque me preocupan aquellos que van dejado atrás en su camino por la vida, víctimas inocentes que creyeron que la máscara que llevaban puesta era en realidad su personalidad, y que sus sentimientos eran sinceros y no arena seca que al tocarse se desmorona dejando ver la farsa construida. Pues unas veces esa farsa dura más que otra pero al final el carnaval llega a su fin, y caen las máscaras dejando ver lo que había detrás. Las víctimas les dan igual, puesto que nunca llegan a sentir en esa dimensión profunda, sino que se quedan en la superficie, a veces incluso creyendo que aquello que decían era en efecto cierto. No se dejan afectar (o no pueden afectarse) más de lo necesario, y en eso puede que despierten mi envidia, ya que se traduce en un menor sufrimiento. Pero ya se sabe que quien algo quiere algo le cuesta, y dejando de sufrir también se dejan otras cosas en el tintero.

Quienes me conozcan o me lean con cierta asiduidad sabrán que cada día ando por el mundo con más cautela y me fío menos de lo que me voy encontrando, pero aún así, no dejo de ser yo, esa que por naturaleza tiende a creer en la gente. No soy ni mucho menos única, y a quien padece mi mismo mal le llueven hostias como panes al darse cuenta de cómo son determinados individuos en realidad y sentir la rabia y la impotencia de haber caído en el engaño.

Las máscaras son en ocasiones dignas del carnaval de Venecia y las actuaciones dignas de Oscar. Por momentos, dudamos del engaño e intentamos autoconvencernos, por instinto de autoconservación y por no herir nuestro orgullo, de que no puede ser todo una burda mentira. Pero lo es. Al levantar la persiana por la mañana, la claridad nos ciega y queremos seguir con los ojos cerrados, pero poco a poco nos vamos acostumbrando a la luz, aunque al principio hayamos sentido como si fueran cuchillos que se clavaban.

Pero volvamos a las dimensiones, porque igual que hay quien es incapaz de verlas todas, también hay quien las ve, las aprecia y las valora en su justa medida y sabe que no es igual ver con un ojo que con dos, como tampoco es lo mismo ver una foto que la realidad delante uno mismo.

Y Descartes decía que es imposible diferenciar el sueño y la vigilia, pero no contaba con los amigos que tenemos al lado dispuestos a pellizcarnos para que sepamos cuando estamos soñando y cuando no, o cuando tenemos que ir abriendo los ojos aunque nos duela para poder ver qué es lo que realmente nos rodea y si quien se acercó a nosotros era capaz de ver las tres dimensiones del espacio o sólo dos.

Los sentimientos sinceros siempre serán bienvenidos por quienes pueden apreciarlos.


Para mis amigas, Elsa y Patricia, un pensamiento en voz alta.

martes, 7 de junio de 2011

La química

No voy a referirme aquí al concepto clásico de la palabra. El diccionario de la Real Academia Española, en su quinta acepción la define como la relación de peculiar entendimiento o compenetración que se establece entre dos o más personas. A mi parecer, la química siempre es entre dos (ya se sabe que tres es multitud), pero como tampoco me he adentrado en relaciones de más de dos individuos no me voy a poner a discutirle a la Academia. El resto de la definición es una bonita forma de explicar lo inexplicable. Puede llamarse entendimiento, puede llamarse compenetración, puede llamarse atracción mutua, pero es todo eso y aún nos quedamos cortos. Es todo eso, aunque puede estar en una faceta o en varias, ser completa o parcial. La química es complicada, habría que hacer todo un tratado sobre ella y aún no terminaríamos de entenderla.

¿Por qué hay o no hay química? Yo, particularmente, no lo sé. Se me ha presentado el caso de querer tener química con alguien que me atraía y que no existiera en absoluto, y justamente el contrario, preguntarme fríamente qué me atraía de ese tío para que hubiera tanta química. Es evidente que una mínima atracción ha de haber, no vas a tener química con alguien que te repele. Lo curioso también es cuando una de las dos personas la siente pero la otra no: es como la diferencia entre la corriente eléctrica (que va únicamente en un sentido) y la corriente iónica (que va en ambos), aunque bueno, aquí ya nos meteríamos en el terreno de la física pese a que la corriente no sea algo que veamos. Curioso, ¿no? Porque cuando hablamos de una pareja y su química ahí que metemos el chispazo (que entraría en la física como tal) y, sin embargo, hablamos de física para referirnos sólo a lo que se puede captar con alguno de los cinco sentidos. Parece de locos.

El caso es que la química no es algo intencionado, no podemos afectarla a voluntad, no podemos hacer nada para sentirla o que otro la sienta, simplemente podemos disfrutarla cuando se da de forma recíproca. Además hay varios tipos de química, sexual y fraternal, por ejemplo: puedes mirarte con un amigo y conectar con su pensamiento sin necesidad de palabras o puedes acostarte con alguien que te haga elevarte hasta el séptimo cielo.

¿Es cuantitativa? Pues también, hay con quien se tiene más y con quien se tiene menos química, aunque no exista una vara de medir. Raramente cambia, está o no está, y cuando está, es como es. Si creías que no estaba y aparece es simplemente que en esa faceta no la habías notado porque probablemente estaba aún por explorar.

La química es una conexión, es complicidad pero es mucho más, todo eso que no sabes explicar pero puedes sentir, y siempre es algo bueno. Es real y esencial, merece la pena disfrutarse y en cuantos más aspectos se presente, mejor. Otra paradoja es que no se capte con los sentidos clásicos pero agudice éstos... y es que llega hasta el cerebro y altera nuestra percepción. No es magia, es sólo química.

jueves, 24 de febrero de 2011

Descargando neuronas

No es raro en mí tener un pensamiento en la cabeza que se repite una y otra vez, que peca de recurrente y obsesivo y que agota mi cabeza porque no para de aparecer. El resultado acaba siendo agotamiento físico como consecuencia del mental que me deja incapaz de hacer nada, al tiempo que me bloquea.

El domingo una charla con una amiga hizo que un fantasma se apoderara de mi mente. A veces no estoy muy segura de quién soy, de si esa persona que veo en el espejo y que actúa como yo le digo soy yo o alguien que me he inventado en un intento por cambiar mi verdadera realidad. Recuerdo a esa chica cortada y en cierto modo reprimida que se veía incapaz de llegar a hacer ciertas cosas, cosas que ahora hago sin ningún problema y prácticamente sin pudor, como si nada me importara, como si me diera igual. Pero igual no me da, ni ha dejado de importarme, esto es sólo una simplificación del hecho, la reprobación que ejecuta mi juicio cuando examino lo acontecido. Porque siempre es mejor para él pecar de estricto y severo que de blando. Porque lo que en otros yo veo normal en mí no puede serlo, pues ¿perdería mi esencia y mi identidad?

¿Qué es lo que me hace juzgarme tan severamente? ¿Es la costumbre de querer asumir siempre la culpabilidad? ¿Es la conciencia que salta a la mínima que hay un disfrute, reflejo de una moral cristiana que dice que el buen camino nunca es fácil y mucho menos agradable? ¿Es la influencia de una educación moral de la que ni siquiera soy consciente ya? ¿Es el lastre de ciertas miradas que desaprueban y condenan? Puede que simplemente sea el miedo a la felicidad, que me sabotea en esto como en tantas otras cosas.

Lo mejor del caso, es que en mí todo es un continuo, así que lo que me obsesiona me bloquea por completo para cualquier tipo de tarea o actividad.

A veces, en retrospectiva, me planteo si no debería preguntarme qué estoy buscando y qué es lo que quiero. Pero, ¿por qué todo ha de tener un sentido a largo plazo? Uno de los cambios que ha tenido y está aún teniendo lugar en mi persona es el aprender a apreciar el día a día, el no forzar la máquina para obtener un resultado cuanto antes, el tratar de disfrutar del presente y que no tenga que haber siempre un motivo ulterior, más allá del ahora para hacer algo. Y eso que en este aspecto aún me queda un largo trecho por recorrer, pero el camino siempre se recorre poco a poco e intentar hacerlo de una zancada puede traer consecuencias que no quiero para mí. Prefiero afianzar mis pasos e ir con seguridad y poco a poco.

En realidad, analizando más pausadamente y desprendiéndome del sesgo que intenta boicotearme, no creo ser tan distinta de lo que era. Mi conciencia y moral siguen intactas, mi criterio es el mismo pero mucho más tolerante y mis nervios y mi timidez siguen siempre presentes (aunque los domestique o intente disimularlos). La diferencia de ahora es que disfruto más cada momento e incluso me permito instantes de felicidad que me van llenando el día a día.

viernes, 28 de enero de 2011

La Ley Sinde

Deberíamos llamarla Ley Sindecencia más bien, porque los políticos decencia tienen poca, en su mayoría al menos. Vaya por delante que no he revisado ni mucho menos el texto de la ley, pero por lo que he leído en los medios me voy a permitir opinar sobre el tema.

Érase una vez España, los 80, la movida madrileña y los progres disfrutando a tope con Tierno Galván, un señor muy cachondo pero intelectual que quería devolver la cultura a las clases populares. Años después aquellos progres (o parte de ellos) se aburguesaron y tomaron posiciones al frente de la SGAE, en principio llamada Sociedad General de Autores de España, y que en los 90 pasó a llamarse Sociedad General de Autores y Editores, una paradoja nunca antes conocida, pues los editores siempre fueron quienes abusaban de los autores, así que difícil era que se asociaran con ellos.

Haré un pequeño paréntesis para explicar por qué surgió la SGAE. La SGAE se origina como Sociedad de Autores a finales del siglo XIX. Todos o casi todos los artistas (músicos, pintores, escritores, etc.) eran pobres o casi en vida, simplemente porque quienes hacían negocio eran las editoriales, los teatros y otros intermediarios que eran quienes explotaban la obra. A los autores se les prometía siempre una compensación futura por su trabajo por amor al arte, una vez que ya se hubieran hinchado a recoger beneficios gracias a él. Otras veces se pagaba a los autores para que produjeran futuras obras, así que de una forma u otra, éstos eran una suerte de esclavos al servicio de producciones y editoriales, que no solían hacer caso a todo lo acordado (y aún hoy sigue pasando). Para defender sus derechos se fueron asociando y así surgió la Sociedad de Autores, que un siglo después vendría a estar respaldada por la LPI.

Acordémonos de cuando lo que todo el mundo en este país compraba eran discos de vinilo y cintas de audio. Ya entonces se pagaba un canon por cada cinta virgen y por cada grabador. Tus amigos te dejaban las cintas o los discos originales y tú te copiabas la música a una cinta virgen. No había tragedia de ningún tipo, pues la ley española permite la copia privada, siempre que ésta no sea con ánimo de lucro. Nadie protestaba, nadie se llevaba las manos a la cabeza, nadie decía que la cultura estaba en peligro. Por cada fotocopiadora también se pagaba canon. La ley al respecto de fotocopias me temo que es algo más restrictiva, pero aún no ha llegado a mis oídos de nadie a quien hayan multado por sacar un libro de la biblioteca y fotocopiarlo, incluso lo hacen en las copisterías, y en este caso sí que se lucran, claro. Luego se popularizaron los aparatos de vídeo, beta y VHS. Los videocassettes y las cintas vírgenes también llevaban canon. La gente grababa pelis de la tele y no pasaba nada. Cuando llegó el vídeoclub sí que aparecieron las primeras voces de alarma: "¡Los cines van a desaparecer!", decían. Recuerdo gente que tenía aparatos con doble pletina y se grababa las películas en casa. Desaparecieron las sesiones continuas y la mayoría de los cines de barrio. Otros se hicieron multisalas. Pero seguíamos siendo felices y estábamos en paz.

En los 90 a los españoles nos empezó a afectar lo de la era digital. La gente empezaba a sentirse más cómoda con los ordenadores en casa, y en la segunda mitad se empezó a popularizar internet. Las disqueteras dieron paso al CD-ROM por ser un medio físico de mayor durabilidad, y surgieron las redes peer to peer para compartir archivos. Y ahí ya la jodimos. ¿Recordáis Napster? Qué poco pude disfrutarlo yo. Por todo el mundo empezaron a darse voces de alarma, primero por parte de las discográficas y después por parte de las productoras de cine. Algunas televisiones también se unieron, pues no les hacía gracia perder audiencia porque las series ya estaban al alcance de sus espectadores antes de que pudieran comprar los derechos de emisión. Algunas redes de compartición de archivos, como Napster, firmaron acuerdos para hacerse de pago, y otras fueron perseguidas como si los que allí compartían fueran delincuentes peligrosos. Entre tanto, la piratería estaba a pie de calle: los que antes traficaban con armas y droga descubrieron un nuevo filón en discos y DVD de películas a bajo coste, que muchas veces eran basura, pero vete tú luego a encontrar al mantero a quien se la compraste. En nuestro país la polémica no se hizo esperar: la SGAE saltó al mundo de la política para poder sacar así mayor rédito económico, y consiguieron que se gravara con canon discos duros, impresoras, CD y DVD vírgenes. Luego llegaron también otros soportes como los teléfonos móviles, los lápices USB o los reproductores MP3. La diferencia era grande con los cánones anteriores, pues en nuestro ordenador podemos tener material perteneciente a otros autores, pero podemos no tener más que material nuestro propio por el que nadie tendría que pagar un canon de nada. Pero además, si yo pago un canon, eso me legitima para tener una copia privada en mi poder de lo que sea que me hayan prestado, por lo que en buena lógica eso que por parte de el gobierno no se dudó en calificar de piratería (bajar y compartir en redes P2P) era algo legal y completamente legítimo. Sin embargo, no, todo el que hacía esto tendría que estar visto como delincuente y las redes tendrían que desaparecer.

Y por fin llegamos a nuestros días, donde una ministra ha conseguido que una ley a todas luces inconstitucional sea aprobada en el parlamento. Pero, ¿cómo hemos llegado a esto? Pues es bastante fácil, la verdad. Con nuestro querido gobierno se alinean artistas afiliados a la SGAE y que se reparten entre ellos cánones múltiples, ya vendan sus discos, películas y libros, o no. Esta gente quiere seguir manteniendo su estatus, pero es que además, los editores son hoy también miembros de la SGAE, y a éstos les hace bastante pupa si alguien se baja un libro sin su permiso, aunque el ánimo de lucro brille por su ausencia. Lo que me lleva a recordar que ahora se venden libros en formato digital, pero en este país no hay apenas ninguna diferencia de precio final con el que puedas compar en papel, siendo clara la distinta inversión requerida para uno y otro caso. Luego están partidos como CiU y PP que votaron en el Congreso en contra de la ley de marras, pero simplemente por aparentar, por arañar votos. Porque pensemos en los grandes empresarios que sufragan campañas y seguro que hallamos gente que tiene dinero en editoriales, discográficas o distribuidoras, todas ellas afectadas por la ley. Así que nada, luego votan a favor en el Senado, y en paz, todos contentos y aquí no ha pasado nada.

La ley consiste en que cualquier web sospechosa de vulnerar los derechos de autor (LPI) va a poder ser suspendida cautelarmente sin que tenga que intervenir un juez para declarar al responsable culpable. Esto es una vulneración de derechos constitucionales a todas luces, es poner el parche antes que haya herida, lo que también venían haciendo con los cánones de carácter digital por otra parte. Ahora queda esperar que haya alguna asociación de internautas que pueda plantear una demanda y que un juez declare la ley nula, pero entre tanto sufriremos aún más abusos de un lobby muy poderoso y con gran influencia política.

Solución: protegéos, no confiéis en nadie por internet y cuidado dónde y qué os bajáis, pero eso ya lo sabíais todos, porque llevamos años en el punto de mira.

martes, 25 de enero de 2011

La traducción: ¿es una profesión como tal?

(Publicado aquí en origen, sigue este enlace para leer el ensayo, encontrarás Deformación profesional, un blog sobre temas lingüísticos y traducción)

sábado, 22 de enero de 2011

Autoestima

Qué raro y qué cuesta arriba se nos hace a veces un suceso si nos pilla de bajón o a contrapié. Será la luna llena, será que nos ha sentado mal la comida, será un repentino déficit de serotonina... Pero lo que cuenta es que así ha sido, así que se hace una gran bola en la garganta que no podemos tragar y empezamos a agobiarnos sólo de pensar en que se va a quedar ahí haciendo bola, sin ver más allá.

A veces olvidamos (todo el revuelo nos hace olvidar) que somos personas y que esa condición está por encima de cualquier cosa que nos suceda. Somos capaces de superar adversidades, de pensar y racionalizar. Somos merecedores de nuestra dignidad y amor propio y estamos por encima de cualquier acontecimiento que pueda contrariarnos.

El mundo no es en blanco y negro, sino en escala de grises, y eso aplica también a todas las personas que lo pueblan: a los demás y a nosotros mismos. Tal vez no seamos buenos en esto o aquello, o no triunfemos en lo otro, pero siempre hay un motivo por el que cualquier escollo que pueda surgir no podrá llegar a nuestra altura y no deberíamos prestarle más atención de la que requiere ni darle más valor del que tiene. Reservemos nuestra amargura para los momentos que realmente son malos, que hacen que cambie el rumbo de nuestra vida porque nos plantean obstáculos insalvables y hemos de dar un gran rodeo para poder continuar. Y aún así, dediquémosle sólo el tiempo que necesitemos para reponernos, pero ni un minuto más, porque sería un minuto perdido.

Adelante, siempre adelante, y arriba, siempre mirando más allá, que la mosca que hay en la nariz sólo estará ahí un instante, aunque éste sea molesto, así que ¿para qué centrar en ello nuestra vida y perder así la perspectiva general? ¿Para qué recrearnos en esa molestia que quizá hasta podría pasarnos desapercibida?

Ante todo estás tú... y después ya quienes te importan. Y a éstos mejor saber escogerlos, pero bueno, eso va viniendo rodado con el paso de los años... o casi. Dedícate a ti, nunca te olvides de ti, porque eres el centro de tu vida, y nadie merece de ti más que tú.

viernes, 21 de enero de 2011

Universo

A veces me gustaría expandir el universo. Si la vida es lo que veo, quisiera conocer la muerte, en ocasiones no podría hacerme sentir peor...

miércoles, 12 de enero de 2011

Año nuevo

Pasa la Navidad y con ella la pesadilla del agobio familiar, pero también el dulce sabor de las vacaciones. Vacaciones de unas cosas y empacho de otras, y siempre las mismas esperanzas y objetivos parecidos. Tras dos meses sola, vino todo de golpe, pero como digo, siempre hay una de cal y otra de arena. Ignoro deliberadamente determinados pensamientos, y otros intento que se vayan desvaneciendo o al menos, haciéndose más débiles. La ley de Murphy es muy clara, y sucede lo inevitable cuando ya no daba un duro por ello.

Vivo tratando de hacer lo que considero correcto, me gusta ser coherente. Pensaba que generalmente esto pasa muy desapercibido, pero alguien me hizo la observación de que soy una gran persona, una buena persona, que se nota en mis opiniones, en mi forma de pensar. No es esto algo que la gente suela decir, y mucho menos de buenas a primeras, como quien no dice nada. Pero así fue como sucedió. Normalmente, los cumplidos suelen venir en forma de actos y generalmente éstos vienen de gente con la que tienes bastante confianza, con la que has compartido intimidades y te conoce bastante, pero no de esta forma, así no suele ser. De ahí mi desconcierto inicial, aunque de vez en cuando se agradece la frescura, y siempre alienta que te valoren positivamente cuando no hay detrás ningún tipo de interés ni compromiso.

A veces me pregunto qué hay de positivo en ser como soy, si siendo de otra manera conseguiría lo que no puedo conseguir siendo así, pero mi error está en dar por sentado que siendo diferente podría conseguir también lo que ahora tengo. Hay muchas cosas buenas en mi vida, aunque a veces me obsesione con lo que falta en ella.

En otro orden de cosas, no entiendo muchos comportamientos de distinta gente, sus mentes son como puzzles. Creo que podría hacerme antropóloga sólo observándolos e intentando descifrar qué es lo que les mueve. Sobre todo no termino de entender por qué hay quien cree que debe mentir para poder tener lo que quiere. Supongo que no les han enseñado eso de que está mal engañar y valerse de los demás como si no fueran iguales. Sí, vale, es obvio que si anuncias tus intenciones puede que el otro no esté de acuerdo en colaborar... o quizá sí, pero en cualquier caso lo habrás respetado, cosa que considero imprescindible en el trato con los demás.

Puede que últimamente esté muy hastiada de todo. No me apetece dar rodeos, estoy harta de jugar, de miedos, de depositar confianza en quien no la merece, de deseos frustrados e ilusiones venidas a menos. Siento que debo centrarme en mí misma y mis objetivos. No me importa distraerme por el camino, me gusta (y también necesito, ¡¡qué leche!!) disfrutar de amistades, vida social y compañía, pero me canso si tengo que estar adivinando intenciones, interpretando señales contrarias y confusas o teniéndome que andar por las ramas y con pies de plomo. Ese rollo nunca ha ido mucho conmigo, y parece que ahora, que es quizá cuando más puedo dominarlo, mucho menos me apetece.

Siempre he sido consciente al tiempo que inocente, siempre he creído en la bondad innata de los demás, y que por cada hostia posible que pueda darme con alguien hay mucha gente interesante que me perdería si me cerrara en banda. Últimamente, aún manteniendo cierta inocencia (ojo, que tampoco nunca fui caperucita, o al menos no al llegar a cierta edad) noto que me cuesta más creer en las personas. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y quizá el peso de los años y las experiencias vividas hayan engrosado mi piel. Aún así, como el humano es animal de costumbres, me mantengo sincera, directa y transparente, todo en la medida que me permita no ir pillándome los dedos, pues eso es algo que se va aprendiendo también con el tiempo. No podría dejar de ser fiel a mí misma.

Me he fijado ciertos objetivos, como siempre suele hacer la gente a principio de año o al cambiar de rutina. Me gustaría mantenerme más sosegada, ordenar mis ideas y el conjunto de mi vida. Es importante que mantenga buenos hábitos, al menos entresemana, si es que quiero llegar viva y con algo de éxito al verano. Dejemos que estas prioridades queden definidas así, vagamente, pues la inflexibilidad sólo consigue desanimarme y el desánimo nunca es un buen compañero de viaje. Así pues, vuelvo a clase con cierto optimismo tras coger aire, espero que no tarden demasiado en llamarme para empezar a trabajar y mantengo algunas fichas en modo latente hasta que pueda llegar a alcanzarlas y recolocarlas a mi gusto.

Incidente

Érase una mañana de enero que Claudia iba a toda mecha a la universidad, pues no quería llegar tarde al examen que tenía. No era novedad que condujera deprisa o ansiosa, pues muchas veces salía con el tiempo justo o tarde para ir a clase. De temperamento nervioso y fuerte, acostumbraba a correr más de la cuenta e insultar para sí misma a cuanto conductor considerara inútil o que estorbaba. Afortunadamente, daba muestras de más paciencia y tolerancia cuando trataba de tú a tú con las personas. No es que normalmente hiciera bestialidades al volante o fuera conduciendo sin cabeza, se trata de un hervir de sangre, un motor que comparten ciertos conductores, especialmente si se trata de gente nerviosa y temperamental, comportamiento que se acrecenta si el sujeto en sí llega tarde o va justo. En la mañana que nos ocupa, Claudia tenía un examen, y aunque no fuera de los de estudiar, sus nervios son especialmente sensibles a estas situaciones. Todo transcurría con normalidad, o al menos la normalidad propia de su conducción, incluso iba bien de tiempo, hasta que al llegar al campus, aproximándose al aparcamiento, dos coches frenaron y pararon en plena curva a descargar pasajeros. Entonces fue cuando sobrevino la tragedia, propiciada por la ceguera de la histeria y el nerviosismo: Claudia, en vez de parar y esperar, se precipitó al sentido contrario, y al dar la curva un coche venía de frente. El coche paró, cosa que no hizo ella, siguió avanzando como si nada importara, quizá pensando que su coche cabría por el minúsculo hueco que quedaba entre el coche que venía por sentido contrario a ella y el que se hallaba parado en paralelo. Su coche, de hecho, cupo, pero no sin rasparse con el que venía de frente y dejarse así todo su lateral arañado.

Enseguida se dio cuenta de la barbaridad cometida, salió como de un sueño al notar cómo ambos coches chocaban entre sí. A su cabeza le vino "Pero, ¿qué haces, idiota?" y otras de similar categoría, mientras pensaba qué le habría hecho a su coche, al otro y que iba a llegar tarde al examen, justo lo que quería evitar. Se echó a un lado y paró, salió del coche y vio el resultado en su coche: una bonita banda blanca en la carrocería. Antes de dirigirse al otro conductor, que debía hallarse en estado de shock, cogió la carpeta del seguro y su bolso. Se aproximó al otro coche y vio que, por fortuna, tenía bastante menos que el suyo.

—Lo siento mucho— se disculpó, —ha sido culpa mía.
—Ya— contestó el desconocido que conducía el otro coche, en un tono conciliador, —es que no sé qué has hecho... algo que está muy mal.
—Sí, lo sé, lo sé... Es que vengo ahora a un examen y estoy nerviosa y tal, lo siento mucho.

El señor, resultó tener paciencia y no ser un energúmeno de estos que gritan y que más nerviosos ponen, así que Claudia le mostró el recibo de la póliza, le copió los datos y le dio su número de teléfono, asegurándole que podía llamarla en cualquier momento y que ella ya daba el parte de culpabilidad. Él debió notar sus nervios, porque enseguida la instó a irse al examen y además le deseó suerte. Ella le dio las gracias y se fue a aparcar, no sin cierta pesadumbre encima, pensando en mil cosas como el examen, el parte, la gilipollez que acababa de hacer...