martes, 22 de diciembre de 2009

Hoy te cuento

Cada vez que mi madre me ve llorando se acerca a mí y me pregunta qué me pasa, y yo sólo respondo un ladrido en un último intento de defenderme de algo que llevo dentro. Luego le pido perdón y le digo que comprenda que no tengo ganas de hablar, a lo que me contesta que hablar es bueno... Y yo hablo, hablo aquí, y no sólo aquí, hablo también con todo aquel amigo que quiere escucharme o leerme.

Cada día me enfrento con mis miedos, con mi soledad y con lo que hay dentro de mí, lo que me guardo, lo que no admito, lo que escondo. Intento cerrar las pequeñas grietas para que no se hagan mayores, pero entonces algo sucede: el agua se hace hielo en el interior de una de ellas y me resquebrajo de arriba a abajo. Y siempre es de noche, porque el sol es alegría y motiva la imaginación, pero la noche es para reflexionar y sumirse en los recuerdos. Y los recuerdos duelen y retumban en el interior, y son el hielo de esa grieta interna que no puede acabar de cerrarse.

Hoy voy a intentar ser honesta conmigo, y también contigo. Ya sabes de quién hablo, no hace falta que lo diga. Tampoco hace falta que me leas ni que me digas porque, como decía, escribo para mí. Creo que no me he equivocado, que no he hecho mal, pero sin embargo no puedo dejar de sentirme responsable y culpable. Sabía perfectamente qué hacía en cada momento, en cada oportunidad que te brindé hasta quedar exhausta. Aún me pregunto por qué no pudiste coger ninguna de ese millón, simplemente porque nunca obtuve respuesta. Pese a que nunca quise, aún habiendo acabado, siempre albergué la esperanza lejana de que volvieras, de que me pidieras una tregua para demostrarme que podías ser merecedor de mi regreso. Pero supongo que tú estabas aún más cansado que yo.

Hoy lloro mi fracaso aún sin saber cómo pudiera haber sido éxito, sin ver los errores que pude cometer. Hoy lloro de pena y de dolor porque aún te quiero, porque sabes que lo nuestro fue cansancio, pero no desamor... quizá un amor cambiado por el hastío, pues es evidente que no es igual ahora que ayer. Lloro porque tengo roto el corazón, porque no quiero amar ni ser amada, porque se me gastó todo contigo. Hoy lloro porque te veo usar el tuyo, y me pregunto cómo pude hacer en ti tan poca mella habiéndolo dado todo. Lloro porque tú has salvado tu corazón y tienes ganas de usarlo y yo sólo puedo hacer frente al dolor intentando mirar hacia delante, intentando pasarlo lo mejor posible. Y sin embargo, me paso los días encerrada porque las amistades se alejaron y la diversión no está tan cerca como para poder disfrutarla a diario.

Y sigo llorando, porque la vida no es fácil. Porque ya no puedo pedirte nada, pues lo que me des depende de ti. Porque he sido sucesivamente relegada de posiciones diversas: de novia a amiga, de amiga a amante, y luego ya solo a ex. Porque ahora soy una proscrita sin derechos, pero yo me quiero más que eso y espero que entiendas que quiero estar a la luz. Porque la luz es lo que me hace brillar y recuperar la sonrisa, porque sin luz no soy nada y no quiero estar enterrada y escondida.

Y para terminar sólo te pido que si estas absurdas palabras te han molestado me perdones una vez más. Porque ya sabes que siempre soy yo quien acaba pidiendo perdón aunque no tenga por qué. Siempre he sido así.

2 comentarios:

Antihéroe dijo...

Hola Claudia. He leído todo lo que has escrito, me paso para decirte que creo poder entender por lo que pasas.

Lo más típico sería decirte que hagas nueva vida, que te olvides de todo, pero creo que eso ya lo sabes y no te aporta demasiado, no crees. A veces tampoco es que la vida te ofrezca demasiado.

Un saludo, me gusta como te expresas

Claudia dijo...

Gracias por visitarme y por los ánimos :)