jueves, 19 de agosto de 2010

El sentimiento

Recuerdo esas tardes de invierno que ya de niña me provocaban esa extraña melancolía que no sabía bien de dónde podía venir. ¿Qué es lo que provoca nostalgia cuando tienes cuatro años y toda una vida por delante? No sé de dónde provenía la apatía y tristeza que me invadía. Daba igual que estuviera viendo videoclips o que estuviera pintando, haciendo un puzzle o deberes del colegio, ahí estaba.

Venía con el otoño y se quedaba conmigo hasta la primavera, aunque es verdad que unos días estaba más presente que otros. Recuerdo ese sentimiento que casi no puedo explicar en palabras, ese hueco interior, esas ganas de no hacer nada, esa sensación de vencimiento, esa astenia, esa tristeza inexacta que se adueñaba de mí en momentos. Siempre era de noche, la noche del otoño y el invierno, que en Madrid puede llegar a empezar a las seis de la tarde. Inevitablemente hay imágenes y sonidos que uno a esos momentos, simplemente porque estaban ahí cuando me sentía así. Él estaba allí cuando abría el libro de solfeo, estaba allí cuando veía el clip No more lonely nights de McCartney, estaba allí cuando desmontaba el belén y el árbol de Navidad, estaba allí en las tardes aburridas cuando no lograba entretenerme con nada, estaba allí cuando volvía de las clases de inglés, estaba allí cuando veía el programa del hipódromo... No sé en qué momento empezó a estar allí, pero calculo, por esas imágenes y sonidos, que cuando tenía cuatro años ya formaba parte de mí.

Pasó el tiempo, pero nunca logré que desapareciera. Seguía conmigo, casi siempre de otoño a primavera, como un ave migratoria que baja al sur al acabar el buen tiempo. Pero a medida que pasaban los años, ocurría una anomalía: el sentimiento era capaz de estar conmigo también en primavera y verano, en ciertos días de apatía o abatimiento. Supongo que este sentimiento es el origen de todo, y ni siquiera sé qué lo causaba siendo yo tan niña. Luego fue creciendo conmigo, formando parte de mi vida, inundando partes de mí y saliendo a flote en cualquier momento. Acabó siendo parte de mi forma de ser y carcomiendo una esencia que necesitaba intacta para poder seguir adelante sin que ello me supusiera un mundo.

Hoy sigo sin saber de dónde provenía entonces, aunque sí sé localizarlo, a veces, cuando se inmiscuye en temas que no le conciernen. Ningún tema le concierne, de hecho, pero podría limitarse a estar ahí, causando ese hueco, ese vacío, esa apatía, esa tristeza, sin contaminar mi vida. Podría dejar de tocar mi autoestima, mi desarrollo, mis planes, mis metas. Pero no, hoy ya forma parte de todo y no puedo desterrarlo. Muchas veces me cuesta hasta verlo, y sudo tinta china si alguna vez consigo superar lo que supone. Pero lo he hecho más de una vez. Y me enfrento a él, y no me doy por vencida, y no levanto cabeza. Aún así no pienso entregarme a él y olvidarme de mí, porque, pese a todo, no está en mi naturaleza: para bien o para mal soy de ideas fijas y no está en mis planes dejar de ser como soy.

No hay comentarios: