miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mascotas

Adoro a los animales, especialmente a los míos. Mis bichos son todo pájaros, aunque no hablo de los que tengo en la cabeza. Hay quien tiene mascota como quien tiene un juguete o un mueble más, porque es bonito y adorna, porque se lleva, porque mola o porque es guay. Vale, yo no soy una persona totalmente íntegra y perfecta, para qué negarlo: los considero mi posesión, son míos, no son libres. Aún así les doy todo mi amor, pese a que a veces ellos no tengan ganas de recibirlo o no lo comprendan. También está el hecho de que en ocasiones les hago cosas que no les molan ni un pelo, como cogerlos cuando no quieren, limpiarlos cuando pretendían huír, etc.

Siempre he considerado a mis mascotas como parte de mi familia, les he dado todo mi afecto y me he preocupado por ellas como si de hijos se trataran. Actualmente tengo una cotorra argentina, Kiwi, un periquito, Bowie y una carolina, Turba. Sólo Kiwi vive conmigo, pero siempre me acuerdo de los otros dos, les echo de menos, y eso que únicamente Kiwi es capaz de demostrarme su cariño con reciprocidad, supongo que será porque es más lista, pues aunque a Bowie no, a Turba también la crié desde pequeñita. Sin embargo a Bowie le tengo un cariño especial, es un periquito que siempre ha tenido un humor muy bueno y ha sido muy sociable. Lo compré hace seis años de jovencito, y ha pasado por la muerte de su compañera y de un canario con el que llegó a tener una gran relación de amistad, se querían como hermanos. Tras estos baches resultó afectado de una enfermedad de la que tardó casi dos años en salir, estando realmente a punto de morir y teniéndolo yo que medicar cada día. Sus ganas de vivir y mi perseverancia y cariño obraron el milagro. También recuerdo aún cierta vez que le dio un arrechucho teniéndolo yo en las manos limpiándole las plumas. Llegó a parársele el corazón y tuve que hacerle el boca a pico y correr al grifo del agua fría para estimularlo.

Echo tanto de menos a mis bichos que estoy pensando en traérmelos conmigo, porque además de que para mí es bastante duro tener que renunciar a ellos indefinidamente, quien está a su cargo no se merece tal satisfacción. La única pega que tengo ahora mismo es la falta de espacio y la oposición de mi madre a tener más animales en casa. Los quiero como si fueran mi familia, como si fueran mis amigos confidentes, como si fueran pequeños hijitos que dependen de mí.

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