martes, 5 de octubre de 2010

Víctima del tiempo

Una vez más, el otoño, y con él menos luz, menor temperatura, tiempo inestable... Es como si llevara las nubes dentro de mi cerebro y mi corazón. Hasta ayer, apenas era una sensación que me rondaba, una pesadumbre en el ambiente, como quien despierta en un día agobiante por el bochorno. Ayer se transformó. Las nubes negras del cielo amenazaban lluvia y el aire hablaba de la nueva estación. Mi cabeza parecía una centrifugadora y mi corazón estaba comprimido sin poder bombear bien. Entonces me di cuenta que mi otoño había llegado para poner freno a mi ilusión, para hacer de mi día a día una pendiente escarpada donde me tendré que agarrar con empeño para no caer rodando por ella y hundirme una vez más.

Mi maquinaria se paró el jueves pasado y, bueno, siempre me ha costado ponerme a rodar, mucho más si ha llegado el agobiante otoño, que espera un desliz para atacar y llevarte consigo, con su frío, con su oscuridad, para vencerte y dejarte fuera de combate. Además cómo será que cuando te encuentras bien te centras en todo lo que te favorece, y lo que no pasa a un segundo plano, te vuelves optimista, pero cuando estás mal lo bueno es lo que pasa a un segundo plano y comienzas a sentir el asedio de los mismos problemas que tenías antes, pero que estaban ahí detrás dejando delante aquello que te favorecía y te sonreía.

Así es como soy hoy una víctima del tiempo de otoño, de la lluvia, del frío, del viento, de las nubes negras, de todo aquello que te invita a quedarte en casa agazapado bajo una manta y a no querer encarar lo que tienes justo delante.

No hay comentarios: