martes, 21 de septiembre de 2010

Culto a los muertos

Desde niña me han dado mal rollo los cementerios. Aparte de toda la mitología popular que pueda estar relacionada con esos lugares, son sitios lúgubres y tristes. Los entierros no se caracterizan precisamente por la alegría, no, perder a alguien nunca es divertido, y haberlo velado durante un par de días tampoco es que dé mucha euforia.

Todos recordamos a nuestros muertos por una cosa o por otra, un día u otro, en cualquier momento, pero enterrar un cadáver casi encierra cierto masoquismo. Ya se pasa bastante mal echando al ser querido en falta, pero además de todo, vuelve una vez al año al cementerio a recordar esos días tan malos que siguieron a su muerte, a limpiar la lápida, a poner flores y a ver por allí a todo el mundo haciendo lo mismo. ¿Acaso estamos locos? Sí, yo ya sé que el culto a los muertos se viene haciendo desde la Prehistoria, desde los primeros homínidos, pero entonces también tenían muchas otras costumbres que han ido desapareciendo...

Últimamente, por el tema práctico, cada vez tiene más importancia la cremación. Desde luego, esparcir cenizas de un ser querido en una ceremonia íntima (tan íntima como que puede estar una sola persona) lo veo bastante más entrañable y esperanzador que sepultar un cuerpo, pero es que además el devolver esas cenizas a la naturaleza sin más artificio tiene bastante de simbólico. Sí, ya sé que enterrando un cuerpo también se devuelve a la naturaleza, pero ahí queda la lápida de permanente testigo, haciendo imposible que alguien pueda olvidar que bajo ese trozo de tierra están los restos de lo que un día fue una persona. Francamente, prefiero las fotografías. Ya dicen por ahí que mejor recordar a las personas cuando estaban vivas en vez de muertas...

Dejando todo esto a un lado, que ya es bastante, tenemos el tema económico, pues ya se sabe que de todo hay que sacar dinero y de todo hay que lucrarse. A saber: féretros de maderas nobles y forrados en fibras naturales, lápidas de granito y mármol, coche fúnebre, flores y más flores, esquelas, recordatorios, habitación en el tanatorio, etc. El funeral también, claro, que aquí cobran hasta por respirar si te descuidas, y no precisamente poco. El que no quiere gastarse el dinero en un funeral y entierro o cremación medio decente pues es que es un ruin y un mezquino, porque poner un ataúd de contrachapado es cutre y echar al muerto a una fosa común ni te digo. Y yo pienso entonces: ¿Acaso el muerto va a sentirse mejor entre seda que entre aglomerado? ¿Va a ver las flores que le llegan? ¿Va a leer las esquelas? ¿Es que el morir es un acontecimiento tan maravilloso que hay que publicarlo en el periódico para compartirlo con el mundo? La respuesta es que todo se hace por pura costumbre y de cara a la galería, a los demás, cuando realmente los familiares que pagan el sepelio por lo que menos quieren estar es por echar cuentas, pero bueno. Hace años solía creer que la cremación costaba menos que el entierro, pero estaba totalmente equivocada. Eso sí, no hay lápida que mantener y el culto al muerto acaba el día en que lo devuelves a la tierra (o al mar, o a donde sea).

Lo que yo más disculpo es el velatorio, en el que, por cierto, ni tendría por qué estar el cadáver presente, y el funeral. La tradición viene de cuando se velaba el cuerpo de un fallecido durante algunos días en su casa para asegurarse de que efectivamente estaba muerto, pues la medicina dejaba bastante que desear. Por supuesto, no iban a dejar a la familia cercana sola con el marrón y hecha polvo, así que recibían visitas y pésames de todos los seres queridos entre tanto, que además así les daban su apoyo. Hoy en día la costumbre no tiene ese sentido, así que se hace en un edificio ex profeso y, pese a todo, ahí meten el cuerpo del fallecido como si fuera una estatua a contemplar. A mí particularmente me parece de bastante mal gusto. Al final, en un velatorio, se termina trivializando y hablando de cualquier tema aunque no tenga nada que ver con el fallecido, mientras que algún familiar cercano está llorando o a punto de desmayarse por las horas que ha pasado sin dormir y/o comer, los nervios y el agobio de la gente. ¿Y no se podría hacer lo mismo pero en casa de uno, tranquilamente y apartado del cuerpo? Recibir pésames así sería mucho más cercano y sobrio y, además, el que estuviera hecho polvo estaría en un lugar conocido y lleno de buenos recuerdos, que dan más abrigo que un sitio frío donde sólo hay un cuerpo sin vida que ya no es la persona que fue.

El funeral suele ser una ceremonia religiosa, y los que me conocen ya saben el apego que tengo yo a las religiones, especialmente a sus representantes. Para mí, un funeral bien puede ser una reunión de familiares y amigos donde la gente comparta sus sentimientos con el grupo, que seguro que saben más del muerto que el cura que no lo ha visto en su vida. ¿Pero acaso las palabras del sacerdote confortan? A mí, desde luego, no y sé de otras personas a las que tampoco. Si alguien me dice que mi abuela o mi padre ya no está conmigo porque otro ser al que ruego cada día se lo ha llevado a su lado (y sobre todo si he visto como ha estado sufriendo en sus últimos meses de vida) no me apacigua en absoluto, sino más bien todo lo contrario, ¡pues menuda recompensa a mis plegarias! ¡Menudo caprichito del ente en cuestión! No, no es reconfortante en absoluto a no ser que seas un beato de la vida y tengas una fe de creer lo que te dicen a pies juntillas sin preguntarte absolutamente por nada (también hay de estos y no pocos, claro).

Actualmente, vivo desencantada con muchas cosas, lo reconozco, pero mi pensamiento sobre el culto a los muertos está bastante definido desde hace más de diez años. Y ¿qué pasa si para ti un muerto es sólo un cadáver? ¿Qué pasa si no quieres gastarte un duro en el cuerpo o que se lo gasten en ti cuando mueras? ¿Qué es de los muertos cuya familia suda de ellos? Si alguien tiene el aplomo y la suficiente personalidad como para desentenderse de un cadáver porque simplemente lo considera tal, y dependiendo de las circunstancias de la muerte, puede optar por:

— donación de órganos y tejidos, siempre que la muerte no haya sido por una infección o algún cáncer, etc. Se puede donar prácticamente un cuerpo íntegro, pocas partes hay que no se aprovechen para una u otra cosa.

— donación del cuerpo a la ciencia para investigación o estudio, porque los estudiantes de medicina y otras ciencias biosanitarias también necesitan practicar y estudiar con cuerpos reales, que los dibujos sólo son idealizaciones de la realidad, y no se pueden cortar y coser como si fueran recortables.

— dejar que el ayuntamiento se ocupe de él y acabe en una fosa común.

Las dos primeras alternativas son algo de utilidad. La donación de algún órgano es siempre factible, y siempre hay gente esperando alguna parte de alguien para poder continuar con su vida. Es dar esperanza a quien prácticamente la ha perdido y saber que hay una parte de esa persona que vive en otra, un pequeño milagro andante. La donación del cadáver para estudio o investigación es siempre algo necesario, pues sin esos cadáveres la medicina de hoy aún estaría en pañales y los médicos nuevos tendrían que practicar en pacientes vivos haciendo auténticas carnicerías. La tercera, a mi entender, es para cuando las dos primeras no son posibles.

Y aquí acabo mi tratado sobre la muerte. Supongo que habrá mucha gente que no esté de acuerdo conmigo. Yo alguna vez lo he hablado con mis padres y, aunque llegado el momento igual no soy capaz porque una cosa es la idea y otra la práctica, mi intención está clara y a ellos no les molesta en absoluto. Igualmente, yo espero que hagan lo mismo conmigo si es que me ocurre alguna desgracia mientras ellos vivan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

-1.

Claudia dijo...

Cada cual tiene su opinión...