lunes, 17 de mayo de 2010

Insignificante

Todos somos diferentes, eso nos hace ser nosotros mismos, ser individuos. Todos tenemos nuestras locuras, nuestras neuras, nuestras carencias. Al conocer a alguien de primeras no somos conscientes de esas sutiles diferencias, de su personalidad, y vamos conociendo sus particularidades por medio de sus gestos, su lenguaje y su actitud. Aún así, una persona a la que crees conocer a veces te puede dar sorpresas en una situación determinada, sobre todo si no hace demasiado que la estás tratando.

Soy una persona muy empática, tal vez demasiado, pero incluso yo tengo un límite. Tienes buena intención, quedas con alguien y casi acabas siguiendo un rollo ONG porque temes pisar un lodazal y hacer daño al haber visto la fragilidad de cerca. Pones la barrera, pues yo no soy una hermanita de la caridad aunque en horas bajas pueda haber rozado el rol. Tanto azúcar daña los dientes, te vuelve diabético, es intolerable, pero es frágil y mantienes la diplomacia. Primum non nocere, dicen los médicos y digo yo incluso cuando no debería.

En agradecimiento te encuentras un muro paranoide donde no puedes arañar ni una pizca de sentido común, nada de lógica, es como las sombras de la caverna de Platón lo que hay allí. Y sigue el azúcar, y tú ya necesitas sal, empiezas a enfermar de tanta azúcar además de toda la acritud y reaccionas mal, porque además estás harta de no reaccionar, de ser el sujeto pasivo tras haber regalado el tiempo por preferir la diplomacia a la sinceridad como excepción que confirme la regla. Intentas dialogar, pero sigue la paranoia, sigue la obsesión. Intentas ser razonable, intentas ignorar, intentas ir de buenas, pero no hay resultados, sólo hostilidad.

Y como dije, todo tiene un límite, todo llega a su fin, y acabas por mandar el muro a la mierda y seguir por otro camino, que aunque ya lo intentabas antes, no lo lograbas, pues llevabas ese lastre traducido en esa mano que aún seguía ahí tendida por si en algún momento de iluminación llegaba la razón. Pero es inútil y los sacrificios que haces cuando estás atontada no los haces si eres dueña de tus aptitudes, estás lúcida, como es el caso.

Así que bye, bye, que usted lo pase bien, sea muy feliz y no espere de mí más amabilidad, tolerancia y buenos modos, pese que a usted no le parecieran tales por ser yo una criatura extraña, con mis particularidades, esas que tenemos todos en alguna medida.

Sin rencores pero sin deudas, empezando de cero. Así que cuidado, porque la próxima vez no andaré con pies de plomo mirando donde piso. Ya tengo bastante con preocuparme por mí.

* Una persona tan insignificante en mi historia vital no se merecía una entrada tan larga, pero he creído que debía incluir este relato para que si alguien entiende la historia encriptada pueda evitar los mismos errores cometidos por mí.

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