miércoles, 6 de enero de 2010

Caída en picado

Anoche, o mejor dicho, esta mañana me fui a la cama con cierto optimismo, pensando que no había escrito aquí porque no lo necesitaba, en vez de para huír del dolor. Soy una persona muy influible por lo que me rodea: me afecta el tiempo, la luz, la gente a mi alrededor, y todo esto para explicar que cuando algo importante me sale mal se contagian todas las ideas que me rondan la cabeza y me hundo, pero cuando algo importante me sale bien, sucede justo lo contrario. Ayer descubrí que aún estoy a tiempo de terminar mi licenciatura en Barcelona (y además como licenciatura) y eso me dio ya cierto entusiasmo y alegría, pero además después me enteré de que había podido tener contacto telefónico normal con alguien, en contra de todo pronóstico, lo que además me dio muchas esperanzas. Por fin se colaba un rayito de luz en mi cielo gris plomo, aunque evidentemente siguiera muy triste... Al levantarme de la cama, además, recordé con nostalgia haber soñado con mi familia (o exfamilia) postiza, como un recuerdo de pasados días de Reyes.

Pero como ya viene siendo lo habitual durante largo tiempo, hoy he vuelto a caer en picado tras una bronca telefónica que ni siquiera creo que viniera al caso. La enésima bronca a una persona rota y herida que sólo quería verse diginificada, tratada como una amiga más, sin menosprecios, como era antes de que por su parte hubiera otra pareja. Parece que ese período de respeto y dignidad, de gran amistad y cariño, fue sólo un espejismo. Por más paciencia que he tenido, por más intención de hacer comprender y empatizar, por más ruegos, ha sido imposible. ¿Quién dijo que tener pareja no cambia la manera en que una persona se relaciona con sus amistades? Pues es del todo inexacto, y lo mejor es que es por exigencias de la reciente adquisición. Mi madre siempre ha dicho que "si uno no quiere, dos no regañan", pero la realidad más bien es que si uno no quiere, mantener una relación, sea del tipo que sea, es inútil. Y yo ya estoy cansada de ser el sparring de muchos, de dar siempre y no recibir nunca, de ser abnegada y paciente. Ahora mismo necesito dignidad, aunque sólo sea la poca que yo puedo otorgarme.

Hoy he renunciado al que solía ser un buen amigo (aunque no últimamente, por mucha esperanza que yo tuviera), he dicho adiós a la que hace tan sólo dos meses era la persona más importante en mi vida, y ha sido así por su autoexclusión, por su veto y por su ceguera (por no decir algo más gráfico). Yo no he podido sino renunciar, pues la poca clarividencia que ahora mismo me queda he de dedicarla a mí, y no a causas que demostraron ya ser perdidas. Demasiado sufrimiento ya padezco como para seguir sumando. Y duele saber que las palabras no son nada para algunos, y que pese a haber pronunciado una despedida con promesas de amistad, respeto y aprecio, hoy resulta que mis peores temores de aquel día se han hecho realidad, no quedando nada de lo dicho. También diría no hace tanto que si se viera forzado a elegir, no tendría duda en mi favor. Pero ya digo, las palabras se las lleva el viento pues no tienen el mismo peso en todas las bocas.

Si el mundo fuera justo (lo siento, pero aunque sé que no lo es, me es inevitable pensarlo) y él tuviera conciencia se arrepentiría de cómo me ha tratado al ver la descompensación. Hubiera intentado cambiar, rectificar. No, directamente no me hubiera tratado así tantas veces, tras tantas oportunidades, no me hubiera echado la enésima bronca por algo de lo que no soy culpable, y aún menos sabiendo por lo que estoy pasando. Se habría arrepentido ya y habría lamentado otras decisiones. No, el mundo no es justo y yo no soy apreciada, considerada o empatizada. Y no debería esperar nada de nadie, pero es inevitable tener ciertas expectativas en cuanto a las personas a quienes quieres, a quienes te has dedicado y a quienes has tratado lo mejor que has sabido, con todo el calor del corazón. Es inevitable querer que cuanto menos te aprecien y sean conscientes de lo que haces por ellos y se comporten de acuerdo a eso, si es que te corresponden en algo a ese cariño.

Por eso, hoy me he hundido más aún, hoy estoy más triste, hoy no encuentro consuelo. Aunque sé que el tiempo me calmará, hoy sólo tengo llanto, pena, desespero. Me siento casi inexistente, totalmente prescindible, como si cualquiera quisiera olvidar que estoy viva. Y además me siento idiota por tener aún hoy estos sentimientos por causa de quien me ha demostrado no merecerlo.

Al fin y al cabo, debería saber que en el desierto lo extraño es encontrar agua.

No hay comentarios: