lunes, 18 de abril de 2005

Caperucita pocha

(Algunos recordaréis esta historia, ya que la escribí y publiqué hace cosa de un año. Ahí va de nuevo para que quede aquí).

Caperucita había crecido en su mundo mágico y perfecto. Tras el incidente con la abuelita y el lobo, todos eran amigos, incluso el cazador. Pero Caperucita estaba aburrida de estar cada día llevando la comida a la abuelita, estaba ya muy quemada, y sobre todo pasaba de llevar su capa roja, porque todos se la quedaban mirando y llegó un momento que ya no era plan.

El lobo le había enseñado a Caperucita los secretos del bosque, y por ello ella le estaba eternamente agradecida. Ella conservaba la inocencia de una chiquilla, a todos les parecía adorable. Iba por ahí con un cuerpo de adulto, pero actuando como de niña. Tropezaba en cada piedra que encontraba en el camino, pero decía que por algo había piedras en ese camino, así que iba llena de heridas. Paralela al camino, iba una moderna carretera, pero a ella le gustaba andar, aventurarse por el bosque, no creía en las moderneces de ahora.

Encontró un día Caperucita al lobo en el camino y, como siempre, éste le preguntó si iba a casa de la abuelita. Pero esa vez no, no llevaba cesta, simplemente estaba enamorada de aquél bosque y quería andar por él. El lobo la encontró en un estado lamentable. Como hacía horas y horas que paseaba llevaba los zapatos rotos, no eran apropiados. Su maravilloso pelo estaba enredado de internarse entre zarzas. Tenía arañazos por doquier y la nariz rota por haberse tropezado con un pedrusco y caer sobre otro. El lobo alucinó ante la dantesca imagen, sus tripas se revolvieron y clamó al cielo porque Caperucita, esa chica de buen corazón y mejor humor y dulzura, no merecía sufrir así. Aún así ella no había borrado su estúpida sonrisa de la cara, como si estuviera pintada en un cuadro, y dijo:

- Supongo que no estoy hecha para el bosque, igual que tú tampoco para la ciudad, pero no puedo evitar amarlo.

Una vez más el lobo se sintió frustrado. Caperucita no era buena, era gilipollas y encima masoquista, pero nadie podía cambiarla, así que se limitó a quererla tal como era y curar sus heridas a lametones, como siempre hacía.

2 comentarios:

susej dijo...

Es que esta es la forma de amor más tierno:
"así que se limitó a quererla tal como era y curar sus heridas a lametones, como siempre hacía."

Claudia dijo...

Vaya, tengo una nueva fan ^_^