jueves, 24 de febrero de 2011

Descargando neuronas

No es raro en mí tener un pensamiento en la cabeza que se repite una y otra vez, que peca de recurrente y obsesivo y que agota mi cabeza porque no para de aparecer. El resultado acaba siendo agotamiento físico como consecuencia del mental que me deja incapaz de hacer nada, al tiempo que me bloquea.

El domingo una charla con una amiga hizo que un fantasma se apoderara de mi mente. A veces no estoy muy segura de quién soy, de si esa persona que veo en el espejo y que actúa como yo le digo soy yo o alguien que me he inventado en un intento por cambiar mi verdadera realidad. Recuerdo a esa chica cortada y en cierto modo reprimida que se veía incapaz de llegar a hacer ciertas cosas, cosas que ahora hago sin ningún problema y prácticamente sin pudor, como si nada me importara, como si me diera igual. Pero igual no me da, ni ha dejado de importarme, esto es sólo una simplificación del hecho, la reprobación que ejecuta mi juicio cuando examino lo acontecido. Porque siempre es mejor para él pecar de estricto y severo que de blando. Porque lo que en otros yo veo normal en mí no puede serlo, pues ¿perdería mi esencia y mi identidad?

¿Qué es lo que me hace juzgarme tan severamente? ¿Es la costumbre de querer asumir siempre la culpabilidad? ¿Es la conciencia que salta a la mínima que hay un disfrute, reflejo de una moral cristiana que dice que el buen camino nunca es fácil y mucho menos agradable? ¿Es la influencia de una educación moral de la que ni siquiera soy consciente ya? ¿Es el lastre de ciertas miradas que desaprueban y condenan? Puede que simplemente sea el miedo a la felicidad, que me sabotea en esto como en tantas otras cosas.

Lo mejor del caso, es que en mí todo es un continuo, así que lo que me obsesiona me bloquea por completo para cualquier tipo de tarea o actividad.

A veces, en retrospectiva, me planteo si no debería preguntarme qué estoy buscando y qué es lo que quiero. Pero, ¿por qué todo ha de tener un sentido a largo plazo? Uno de los cambios que ha tenido y está aún teniendo lugar en mi persona es el aprender a apreciar el día a día, el no forzar la máquina para obtener un resultado cuanto antes, el tratar de disfrutar del presente y que no tenga que haber siempre un motivo ulterior, más allá del ahora para hacer algo. Y eso que en este aspecto aún me queda un largo trecho por recorrer, pero el camino siempre se recorre poco a poco e intentar hacerlo de una zancada puede traer consecuencias que no quiero para mí. Prefiero afianzar mis pasos e ir con seguridad y poco a poco.

En realidad, analizando más pausadamente y desprendiéndome del sesgo que intenta boicotearme, no creo ser tan distinta de lo que era. Mi conciencia y moral siguen intactas, mi criterio es el mismo pero mucho más tolerante y mis nervios y mi timidez siguen siempre presentes (aunque los domestique o intente disimularlos). La diferencia de ahora es que disfruto más cada momento e incluso me permito instantes de felicidad que me van llenando el día a día.