viernes, 29 de julio de 2005

Hiperactividad (o algo así)

Estaba en la cama, pero con tantas vueltas de la cabeza no puedo dormir, los pensamientos no paran de asaltarme. Quizá si me desahogo un rato...

¿Por qué no puedes amarme? ¿Por qué yo soporto todo y tú nada? ¿Por qué parece que te doy igual? Arrastras su sombra como una losa de la que no estoy segura que quieras deshacerte. Quisiera poder otorgarte esa libertad que quizás necesitas..., aunque seguramente, al ya conocerme, prefirieras otros platos. Ahora iré a la cama y con un poco de suerte no convertiré mi sueño en una pesadilla soñando con ella, como tú debes de hacer aunque permanezcas callado.

Me siento totalmente fuera de lugar en el mundo, unas veces más que otras, claro. Supongo que en parte es la desesperación de analizar la situación por la que paso, aunque la anterior supongo que no era mejor ni mucho menos, por unos u otros motivos. No existe la perfección y la felicidad, al menos para mí, es demasiado fugaz. Por otro lado no fui educada para vivir en el mundo que me rodea, sino para vivir en una idealización, un reflejo amable de él. Eso hace daño. Alguien tenía que haberme dicho que la retroalimentación y la reciprocidad no existen, sino que todo se basa en una relación de dominancia-sumisión un tanto extraña. No creo que sea posible el equilibrio, y sin embargo, aquí estoy, buscándolo desesperadamente. Claro, que quizás si me hubieran enseñado esto en vez de que hay que buscar el equilibrio, yo no sería la persona que soy ahora: inocente y buena (o eso quiero creer), en demasía.

Como consecuencia de esto, y de otras muchas cosas que se dan cita en el caos que intento evitar, me siento sola. Es muy triste estar tan sola siendo que a la vez estoy acompañada.

Me voy ya, a ver si puedo dormir y evitar que esas lágrimas bajen por mis mejillas mientras trato de reprimir los pensamientos que se agolpan en mi cabeza. Además, sé que cuando me ves llorar te pones de mala leche y principalmente por eso ahora aparento estar serena.

Sólo quería desahogarme.

miércoles, 13 de julio de 2005

Cosas de críos

Si me pongo a pensarlo, tengo nostalgia de la infancia. Mi vida tampoco era perfecta (¿y la de quién lo es?), pero de críos no somos conscientes de que esa época con tan pocas preocupaciones no volverá. El caso es que recuerdo que las cosas también me afecaban mucho, supongo que la personalidad queda encaminada desde muy pronto. Lo que me gusta es recordar los juegos, cómo disfrutaba y lo bien que lo pasaba. No es que me cambiara ahora por entonces, pues crecer y evolucionar tiene su encanto, a pesar de las dificultades, pero cuando estas cosas me vienen a la mente, se me dibuja una sonrisa en la cara.

A veces, desearía coger a todas mis amigas e ir a saltar a la comba, jugar a la goma, echar un rescate, un escondite y cosas similares. Hemos crecido, ¿y qué? Yo seguiría disfrutando igual, y las risas estarían aseguradas. También recuerdo a mi madre pasándolo bien jugando conmigo, y es que, creo yo, que el jugar no tiene edad. Al crecer seguimos jugando, aunque no son los mismos juegos, son otros propios de adultos, quizás más reales y puede que más arriesgados, pero con el mismo grado de diversión, o quizá más.

En cualquier caso, viene bien rememorar, y no está de más revivir si se tiene la oportunidad. ¡Cuidado con partirse las piernas!

martes, 12 de julio de 2005

Hoy será un día largo

En primer lugar, a los que entran a dejar mensajes del tipo "poco hay que contar en tu vida", les diré que nunca he presumido de llevar una vida plena o interesante en ningún sentido, y que si entran aquí es por que quieren, así que que al menos tengan la mínima decencia y el tacto necesario para no molestar.
Hoy me he levantado como cada día, pero como se ve que ando falta de luces, va para la segunda vez en este mes que olvido tomarme mi pastilla milagrosa de cada mañana. Hace dos semanas me pasó igual. Normalmente, cuando me pasa, no suelo darme cuenta hasta que empiezo a notar los efectos, pero hoy me he dado cuenta de camino al trabajo. Peor, porque ahora estaré pensando antes de que me lleguen esos efectos, y seguramente se acrecienten (la pescadilla que se muerde la cola). Pero es que tengo miedo. El otro día llegué a casa que creía que me moría, me sentía tan sumamente mal en todos los aspectos que llegué llorando y desfallecida. No sé cómo coño voy a dejar estas pastillas, al menos conseguí reducir la dosis diaria sin verme afectada.
Pese a que lo odie, al final no me va a quedar otra que ir al psiquiatra. Uno nuevo, pues estoy en un sitio nuevo, y como siempre, no resultará, aunque espero que sí (la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?). Ya me están viniendo calores, aunque ahora ya no sé si es sugestión o efecto real. Hasta las 8 o más tarde no llegaré a casa...